China asusta a Occidente. Rara vez, sin embargo, los occidentales piensan en cómo China ve el mundo. Sí, el país ha progresado enormemente en su economía, pero aún ve que la economía mundial está dominada por las economías desarrolladas.
Entre los pocos occidentales capaces de ver el mundo desde el punto de vista chino figura Peter Nolan, profesor de estudios de desarrollo chino en la Universidad de Cambridge. En un libro publicado en 2012, “¿Está China comprando el mundo?”, trató uno de los grandes temores que todos sienten con respecto a China: que ese país está comprando el mundo entero. Su respuesta es no: estamos dentro de China, pero China no está dentro de nosotros.
Para entender lo que el profesor Nolan quiere decir, hay que entender su punto de vista con respecto a lo que ha ocurrido durante tres décadas de integración económica mundial impulsada por la tecnología. La economía mundial se ha transformado, según él, por el surgimiento, a través de fusiones, adquisiciones y la inversión extranjera directa, de un número limitado de empresas dominantes, casi todas con sede en los países avanzados.
En el corazón de la nueva economía mundial se encuentra lo que el profesor Nolan denomina empresas “integradoras de sistemas”, empresas con marcas dominantes y tecnologías superiores, que se encuentran en la cúspide de las cadenas de valor que sirven a las clases medias globales. Estos negocios globales, a su vez, ejercen una enorme presión sobre sus cadenas de suministro, creando a su vez también una mayor consolidación en esos rangos.
Por medio de datos generados entre 2006 y 2009, el profesor Nolan llega a la conclusión de que el número de empresas dominantes a nivel mundial en la fabricación de grandes aviones comerciales y las bebidas carbonatadas eran sólo dos; sólo tres en los campos de la infraestructura de las telecomunicaciones móviles y los teléfonos inteligentes; cuatro en las industrias de la cerveza, ascensores, camiones de carga pesada y los computadores personales; seis en las cámaras digitales; y diez para vehículos de motor y productos farmacéuticos. En estos casos, las empresas dominantes suministran entre la mitad y la totalidad del mercado mundial. Han surgido grados de concentración similares, después de consolidaciones, en muchas otras industrias.
Gran parte de la misma concentración se observa entre los proveedores de componentes, como por ejemplo en el campo de la aeronáutica. El mundo tiene tres proveedores dominantes de motores, dos de frenos, tres de neumáticos, dos de asientos, un solo proveedor de sistemas de inodoros y uno de cableado. En la industria de los motores, así como de la tecnología de la información, bebidas y muchos otros, el mundo tiene sólo unos pocos proveedores dominantes de los componentes esenciales. Ahora podemos observar la organización de la producción y distribución global por medio de la empresa integradora. Dicha empresa “posee usualmente una combinación de atributos clave, entre ellos la capacidad de obtener financiamiento para grandes proyectos nuevos y los recursos necesarios para financiar un alto nivel de gasto en investigación y desarrollo (I+D) con el fin de mantener su liderazgo tecnológico, desarrollar una marca global, invertir en lo último en tecnología de la información, y para atraer al mejor capital humano”.
Por otra parte, “un centenar de empresas gigantes, todas de países de altos ingresos, representan más de las tres quintas partes del gasto total en I+D entre las 1.400 principales empresas del mundo. Ellas son la base del progreso técnico en el mundo en la era de la globalización capitalista”.
Estas empresas han invertido considerablemente a nivel internacional, sobre todo en China, y consecuentemente están perdiendo atributos y lealtad a sus países de origen. Esto crea una tensión creciente, ya que los gobiernos encuentran que “sus” empresas son cada vez más difíciles de gravar o de regular. Sin embargo, las empresas siguen manteniendo características nacionales y permanecen arraigadas en las culturas nacionales.
¿Cómo encaja China en este nuevo mundo? Representa, sin duda, un grandísimo éxito en materia de desarrollo. Pero ha basado ese éxito en su deseo y su capacidad para ofrecer sus trabajadores y sus mercados a los productores del mundo. Por ende, entre 2007 y 2009, las empresas con inversión extranjera generaron el 28% del valor agregado industrial de China, el 66% de su producción proveniente de las industrias de alta tecnología, el 55% de sus exportaciones, y el 90% de sus exportaciones de productos nuevos y de alta tecnología.
Por lo tanto, el país es un contribuyente crucial de sistemas administrados por extranjeros. Si los ciudadanos y los gobiernos de los países avanzados ven con recelo a estas empresas globales, ¿cuánto más deben hacerlo los chinos?
China no está comprando el mundo. Entre 1990 y 2012, el capital de equidad global de la inversión extrajera directa (IED) hacia el extranjero pasó de US$ 2,1 billones a US$ 23,6 billones. Los países de altos ingresos seguían representando el 79% del mismo al finalizar dicho período. En 2012, el valor de la inversión extranjera de EEUU fue de US$ 5,2 billones, mientras que la del Reino Unido fue de
US$ 1,8 billones, contra sólo
US$ 509 mil millones de China. El capital de equidad neto de China (la diferencia entre las acciones entrantes y salientes) fue sumamente negativa, de -US$ 324 mil millones. En 2009, el 68% de sus inversiones en el exterior estaba en Hong Kong.
Como lo señala el profesor Nolan: “las empresas chinas han estado notablemente ausentes en las principales fusiones y adquisiciones internacionales”. En vista de la falta de recursos naturales, China está invirtiendo en el extranjero en este sector. Pero incluso en este caso, la escala de sus inversiones en el extranjero es minúscula al compararla con la de las empresas extranjeras dominantes.
¿Qué sugiere este análisis? La conclusión más importante es que China apenas ha desarrollado una empresa de importancia mundial. Por otra parte, tal es la ventaja de los líderes de los países avanzados que China encontrará sumamente difícil desarrollar empresas para competir contra ellos. Desde el punto de vista chino, por lo tanto, la característica más notable de su economía sigue siendo su dependencia de los conocimientos técnicos de los demás. Esto explica los desesperados esfuerzos de China por obtener esos conocimientos. Otra conclusión es que China está verdaderamente muy lejos de “comprar el mundo”. La paranoia al respecto no se justifica.
La pregunta que amerita más reflexión es si, en un mundo de empresas cada vez más globales, tiene sentido preocuparse que las empresas no son “tuyas”. Sospecho que la respuesta es: sí. China tiene razón al preocuparse por esto. Las empresas todavía tienen rasgos nacionales propios que influyen en cómo se comportan y, en particular, qué papel juegan en el desarrollo de competencias de un determinado país. Pero para un país tan vasto como China, esto puede importar menos que para la mayoría de los demás. Al final, casi todas las empresas globales se verán envueltas en China: ese país será demasiado crucial para sus actividades como para poder hacer caso omiso a sus exigencias.
Si eso ocurre, será debido a un proceso natural de integración. Para el futuro de la economía mundial y de hecho del mundo, el desarrollo de tal entrelazamiento mundial profundo es deseable. Debemos mantener la calma y seguir adelante.