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¿Por qué la FIFA juega a la pelota con Arabia Saudita?

Los saudíes quieren ser co-anfitriones del Mundial de 2022, y tienen miles de millones de dólares para inyectar al fútbol.

Por: | Publicado: Viernes 3 de mayo de 2019 a las 04:00 hrs.
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Arabia Saudita acaba de ejecutar a 37 personas. Lidera una intervención militar en Yemen que ha desencadenado la peor crisis humanitaria en el mundo. También lidera un bloqueo económico poco efectivo a su odiado pequeño vecino, Qatar. El régimen continúa arrestando a activistas de los derechos de la mujer; algunas incluso han sido torturadas. Todo esto parece ser la manera del reino de superar la vergüenza de haber descuartizado al periodista Jamal Khasghoggi en octubre.

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A pesar de ello, Arabia Saudita ahora espera ser el co-anfitrión de la mayor fiesta del planeta. Casi una década después que Qatar se adjudicara la Copa del Mundo de 2022, el reino ha decidido tardíamente buscar el prestigio internacional a través del fútbol. Ayudados por la dirigencia de la FIFA, los saudíes quieren ser sede en 2022 y organizar algunos partidos. Como mínimo, pretender forzar a Qatar a compartir su fiesta con otros miembros del Golfo.

El punto de inflexión –lo que hizo creíble la ambición saudí- es que su amigo, el presidente de la FIFA, Gianni Infantino, quiere ampliar el siguiente Mundial de 32 a 48 equipos. El estudio de factibilidad de FIFA señaló que esto requeriría al menos dos estadios más en otro país.

La FIFA y Qatar se encuentran trabajando en una propuesta para una Copa del Mundo más amplia. Esto se expondrá en el siguiente congreso de la FIFA, que se realizará en París el 5 de junio, cuando se sumplen dos años del día en que Arabia Saudita comenzó el bloqueo a Qatar. (La FIFA también está evaluando mover su sede central desde Zurich a París, pero esa es otra historia).

Se estima que estos partidos adicionales generen unos US$ 400 millones en ingresos. Los más de 200 presidentes de federaciones nacionales del fútbol siempre optarán por más dinero y por más cupos en el Mundial, así es que si tienen que conseguir votos, la propuesta deber ser aprobada. Qatar lo detestará, pero no quiere molestar a la FIFA o ser visto como quien bloquea la estampida hacia el abrevadero.

Aspiraciones de Infantino

La pregunta entonces es qué país o países del Golfo podrían ser co-anfitriones. La FIFA quiere que este asunto quedé resuelto para el verano (boreal). Las únicas opciones aceptables para Qatar son Omán y Kuwait, ambos fuera del bloqueo. De hecho, la FIFA les preguntó primero. Pero Omán dijo que no estaba preparado, y Kuwait tampoco parece estar desesperado. Más aún, como un país desértico que prohíbe el paso a cualquiera con pasaporte israelí, no es un anfitrión conveniente.

El estudio de factibilidad de FIFA (visto por la Associated Press) dice: “Debido a la situación geopolítica de la región y el bloqueo reciente que Baréin, Egipto, Arabia Saudita y Emiratos Árabes han impuesto a Qatar, la participación de estos países en organizar un torneo como co-anfitriones con Qatar requeriría el levantamiento de este bloqueo”.

Estas palabras abren el camino a un acuerdo: los saudí aceptan levantar el bloqueo (que no ha golpeado a Qatar en todo caso), y a cambio, ellos (y posiblemente otros vecinos) comparten la Copa del Mundo. Infantino podría jactarse de ser el pacificador del Golfo y fantasear con el Premio Nobel de la Paz. Él promocionaría al Mundial como un astuto plan para liberalizar a Arabia Saudita a través del fútbol.

Pero su real objetivo es complacer a sus mayores financistas. El dinero de los sauidíes y emiratíes fue fundamental en la oferta del año pasado de US$ 25 mil millones – encabezada por el conglomerado tecnológico japonés, SoftBank- para crear dos nuevos torneos de fútbol internacional, un renovado club del Mundial y una Liga de Naciones global.

El poder de MBS

El proyecto está paralizado, pero Infantino llamó acertadamente a esos US$ 25 mil millones “la mayor inversión –por lejos- que ha visto el fútbol jamás”. En comparación, los ingresos de la FIFA del último Mundial (su única mina de oro segura) fueron US$ 5.400 millones. No es de extrañar que Infantino se haya puesto amistoso con el joven príncipe heredero de Arabia Saudita, Mohammed Bin Salman “MBS”. Se sentaron fraternalmente con Vladimir Putin en el juego de apertura del Mundial de Rusia, MBS con una sonrisa triste cuando Arabia Saudita perdió 5-0 con el anfitrión.

Ahora Qatar está negociando de mala gana con la FIFA sobre cómo exactamente se ampliará la Copa del Mundo. Luego de diez años planificando el torneo, aguantando el chaparrón por sus pobres estándares laborales y presunta corrupción en la oferta inicial, tener que incluir a los saudíes y emiratíes incluso como socios menores se sentiría como una derrota.

El plan de Arabia Saudita podría fracasar. Qatar podría triunfar en insistir en su contrato existente con la FIFA de un torneo con 32 equipos, dice James Dorsey del Instituto de Estudios de Medio Oriente de la Escuela Internacional de Rajaratham, en Singapur. Pero si los saudíes comparten el Mundial, el continuo escrutinio global diario puede golpear a un régimen que no es precisamente un maestro en las relaciones públicas internacionales.

Sin embargo, unas pocas manchas adicionales no harían gran diferencia en el carácter de Arabia Saudita. El caso Khashoggi ha demostrado que MBS puede hacer lo que quiera. Puede que exista alguna incomodidad inicial, pero las cabinas de la clase business hacia Riad pronto estará repleta de occidentales deseosos de hacer negocios nuevamente.

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