Con un pie en Pittsburgh, Estados Unidos, y el otro en Estambul, Turquía, estaba ayer Andrés Portilla, sub-director del Departamento de Asuntos Regulatorios del Instituto de Finanzas Internacionales (IIF en inglés), la única asociación mundial de bancos, entre cuyos 380 miembros están BancoEstado, el Banco Central, Banco de Chile y Corpbanca.
Portilla prepara los papeles para la reunión de directorio del IIF que se hará al unísono con la del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial en la ciudad turca. Pero su atención también estuvo centrada en la cumbre sobre regulación financiera del Grupo de los 20 (G20). Una conferencia clave para la banca, pero que no dará muchas sorpresas en su comunicado hoy, dice Portilla.
"Va a fijar un acuerdo político más grande y con mayores implicancias directas. Pero no me arriesgaría a predecir más. No creo que haya muchas sorpresas. Porque lo que se debería saber ya se sabe. Además, hay una cantidad de temas en la agenda de discusión que es excesiva", advierte.
Uno de ellos, la remuneración de los banqueros y los bonos recibidos concentra gran parte de las discusiones . Ante esto, Portilla insiste que el debate regulatorio producto de la crisis financiera no debiera desviarse. "El debate de los temas de remuneración se debe dar, sin lugar a dudas, pero no debe opacar la gran discusión de reformas urgentes en materia regulatoria. Y eso es lo que está sucediendo, se está desviando la atención", insiste este abogado colombiano que participará en el seminario llamado "El marco regulatorio financiero internacional" de la consultora y auditora KPMG y la Asociación de Bancos este 30 de septiembre.
- ¿Por qué no se debiera apuntar a los bonos de la banca como parte del problema?
- Nadie ha podido demostrar que la crisis fue resultado de las políticas de remuneración. Se puede intuir que hubo una relación, pero no hay un vínculo claro. Es verdad que hubo fallas en las políticas de remuneración, hubo visión de corto plazo, y finalmente hemos visto que a largo plazo los productos resultaron catastróficos y se premió igual a los ejecutivos.
- ¿Pero si no es por la crisis, la banca se habría dado cuenta por si sola?
- Si de algo ha servido la crisis, es para aprender grandes lecciones. Se podía ver ya en 2006 que existían algunos llamados de atención. Pero la responsabilidad es compartida con las autoridades y reguladores.
Y quiero precisar que no toda la banca falló. Hay bancos que no incurrieron en crisis en Asia y Latinoamérica, como es el caso de Chile, cuyos modelos conservadores resultaron ser adecuados. En general, todos los bancos de regiones que han experimentado algún tipo de crisis, mostraron un comportamiento mejor.
- ¿Pero hay un mea culpa?
- Se reconocen grandes fallas y debilidades. Éstas fueron muchas y serias: errores en la gestión de riesgos, acentuados por una excesiva dependencia de las calificaciones externas de riesgo; demasiado apalancamiento e inadecuados niveles de capital.
Hubo excesiva complejidad de nuevos productos que impedían una valoración acertada de los riesgos; relajación en los criterios de colocación de crédito acentuada por el afán de producir activos para su posterior titularización; y finalmente, fallas en el gobierno corporativo y la ausencia de una robusta cultura del riesgo.
- ¿Están dispuestos los bancos a una mayor regulación?
- La respuesta inequívoca es sí. Está la impresión de que la banca pretende continuar como si nada hubiese pasado. Pero la industria es plenamente conciente de su responsabilidad de contribuir al diálogo. Y debe claramente demostrar su disposición para colaborar. La banca reconoce que la confianza de los mercados y autoridades tiene que ser reforzada con acciones y no sólo con palabras.
- ¿Qué preocupa más a la banca de todo este debate regulatorio?
- Sería una verdadera tragedia que el resultado de la crisis sea un abanico de reformas sin ningún tipo de coordinación. Existe un afán de cada país de resolver su problema interno, que es entendible porque estamos hablando de los ahorros del público y de recursos del Estado cuando interviene para ayudar una entidad financiera.
- ¿Cuál sería el efecto de esta descoordinación?
-El tema es la ineficiencia porque si cada país resuelve su problema sin una coordinación global, vamos a terminar con un sistema financiero local. Fue lo que pasó al final de la crisis del '29; costó más de 20 años volver a reactivar el comercio mundial. Puede llegar a restringir los flujos de crédito y encarecer la actividad crediticia. Ese es el riesgo que corremos ahora.