La arriesgada apuesta de Macron pone en vilo a la UE
La disputa por el Presupuesto amenaza con crear un vacío de poder en el peor contexto para la Eurozona.
Por: Marcela Vélez-Plickert | Publicado: Sábado 30 de noviembre de 2024 a las 04:00 hrs.
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Foto: Reuters
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El gobierno de Emmanuel Macron enfrenta un ultimátum. La líder del partido de derecha radical Reagrupamiento Nacional (RN), Marine Le Pen, puso plazo hasta el lunes para que el primer ministro Michel Barnier modifique el proyecto de Presupuesto 2025, bajo amenaza de apoyar un voto de no confianza que lo saque del poder.
La situación parece insalvable. Las demandas de RN, que coinciden con la izquierda, ponen en peligro la reducción del déficit fiscal que exigen la Comisión Europea y el mercado. Por el contrario, si Barnier opta con pasar el Presupuesto por vía Ejecutiva, sin apoyo del Parlamento, arriesga su destitución tan pronto como la próxima semana.
De ser el caso, Macron tendría que buscar a un nuevo primer ministro que los acompañe hasta el fin de su período en 2027. Dado que disolvió la Asamblea Nacional en junio pasado, no puede convocar a elecciones legislativas hasta junio 2025.
Es una crisis creada por el propio Macron. “Yo no habría disuelto la Asamblea Nacional. No habría nombrado a Michel Barnier, ni habría esperado dos meses y medio para nombrar a un primer ministro. Y no habría nombrado a 42 ministros que no se ponían de acuerdo en nada”, sentenció en una entrevista con la radio France Inter Francois Hollande, predecesor socialdemócrata de Macron, el mismo día que el mercado entró en alerta por la situación en Francia.
La tasa del bono francés a 10 años llegó a 3% el jueves pasado. El nivel es el más alto desde 2012, cuando la Eurozona atravesaba una crisis de deuda iniciada por Grecia. Es más, la tasa de financiamiento francesa superó a la de Grecia, y amplió su diferencial con los bonos alemanes en 80 puntos (50 más que antes de junio) en un reflejo del deterioro de la confianza del mercado. El índice accionario CAC 40 acumula una caída de casi 5% en un año que ha sido más bien positivo para la renta variable.
Las palabras de Hollande resumen las decisiones que hoy se critican al presidente francés. Principalmente, la de disolver la Asamblea y llamar a elecciones legislativas en junio pasado, tras el triunfo de Le Pen en los comicios europeos. Su partido RN, junto con otros de derecha radical y nacionalista, se han convertido en el tercer bloque de poder en el Parlamento Europeo.
Macron vio el triunfo de RN y Le Pen como un riesgo a su gobernabilidad. Pero si su apuesta al adelantar las elecciones legislativas fue obtener un mayor respaldo para su Gobierno y debilitar la apuesta presidencial de Le Pen, se equivocó. Además de fortalecer a RN, la elección legislativa vio un surgimiento de la izquierda radical, gracias a una alianza con los socialdemócratas y otros partidos de centro para contener a Le Pen.
El resultado fue un Gobierno de minoría. Tras más de dos meses de negociaciones, finalmente Macron logró nombrar a Barnier como primer ministro gracias a la coalición de varios partidos de centro y derecha, y la decisión de Le Pen de no bloquear la formación del nuevo gabinete como una muestra de que su partido no es disruptivo como lo presentan sus críticos y es capaz de ofrecer gobernabilidad.
La fragmentación y polarización de la Asamblea francesa deja al Gobierno sin capacidad para sacar adelante una de las principales demandas que reclaman los inversionistas y la propia Comisión Europea: un ajuste fiscal.
Contrario a sus promesas de reformas, Macron cumple siete años sin haber sacado adelante la gran modernización prometida y con unas arcas fiscales peligrosamente debilitadas. Desde 2017, cuando asumió el poder, el déficit fiscal pasó de 3,3% del PIB a 6,2%, y la deuda pública del 98% a 112% del PIB. Mientras, el ritmo de crecimiento de la economía se ha desacelerado a 1% y para el próximo año se espera una expansión de entre 0,6% y 0,8%.
Bajo el nuevo marco fiscal aprobado este año, la Comisión Europea ha colocado a Francia en un proceso de observación, exigiendo medidas para que lleve su déficit fiscal dentro de los parámetros establecidos para los países miembros: un déficit fiscal que no supere el 3% del PIB y una deuda máxima de 60% del PIB. No cumplir con las medidas expondría a Francia a sanciones y restricciones comerciales.
Lograr tal meta implicaría recortes por unos 100.000 millones de euros al gobierno francés. De ahí que el plan presentado por Barnier, con recortes por unos 40.000 millones de euros y otros 20.000 millones en alzas de impuestos, fue aprobado por la Comisión.
Pero con la derecha y la izquierda populistas dominando la Asamblea el plan parece inviable. Tanto RN como la izquierda Nuevo Frente Popular deben sus buenos resultados electorales a las promesas de reducción de impuestos y del costo de vida para los hogares, y de mayor gasto social.
Por ejemplo, una de las principales demandas es que Barnier reinstaure en el Presupuesto 2025 la indexación de las pensiones a la inflación desde el 1 de enero del próximo año, a un costo de 3.600 millones de euros, y que el Gobierno busca postergar al menos en seis meses. El pago de pensiones consume alrededor del 14% del PIB.
“Todos deben compartir el peso (del ajuste fiscal)”, declaró Barnier esta semana en una entrevista con Le Figaro, en la que llamó a evitar una crisis mayor.
Sin embargo, tanto como la derecha de RN como para el izquierdista NFP el alza de pensiones y la eliminación de alzas de impuestos son “líneas rojas” en las negociaciones.
Mientras, el costo de la deuda aumenta. Proyecciones del Tesoro francés advierten que de no haber cambios el pago de intereses de la deuda pública francesa podría alcanzar los 70.000 millones de euros en 2027, superando el gasto en educación.
El problema francés es estructural, y el Gobierno de minoría como resultado de la apuesta electoral de Macron no tiene el respaldo político necesario para adoptar las dolorosas medidas para resolverlo.
Su vulnerabilidad debilita aún más a la Eurozona, golpeada ya por la diferencia de crecimiento con EEUU, y las expectativas de una relación comercial y diplomática más tensa con la próxima administración de la Casa Blanca.
Analistas llaman a guardar las proporciones y recuerdan que Francia, contrario a Grecia en 2012, es un país desarrollado con una economía madura y mayor capacidad de pago.
Pero Francia también es mucho más grande, inviable de rescatar si hay un deterioro mayor, más aún en un contexto en el que Alemania -principal financista de la Eurozona- se encuentra en recesión.
La reacción del mercado, en ese contexto no parece exagerada. La crisis francesa recién empieza.