El Brexit es un viaje sin fin para el Reino Unido
No existe mayoría para ninguna opción de acuerdo con la UE. Los que apoyan el divorcio son tan culpables como los que buscan quedarse.
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En 1933, Joseph Goebbels señaló que, “la estructura moderna del Estado alemán es una forma más elevada de democracia en la que, en virtud del mandato del pueblo, el gobierno se ejerce con autoridad, debido a que no hay posibilidad de interferencia parlamentaria, para borrar y hacer ineficaz la ejecución de la voluntad de la nación”. Es una medida de cuán bajo ha caído el Reino Unido que Boris Johnson, el primer ministro, a menudo suena así.
Johnson buscó evitar la “interferencia parlamentaria” en las negociaciones sobre el Brexit, al prorrogarlo (o suspenderlo) durante cinco semanas cruciales. Mostró su desacuerdo con la decisión de la Corte Suprema, considerando que había sido ilegal. Sugirió que podría ignorar la Ley Benn que le exige buscar una extensión a la fecha límite del divorcio prevista por el Artículo 50, en caso de que no logre un acuerdo. Condenó esta legislación como el “acto de rendición”. Lo peor de todo es que planea enmarcar las próximas elecciones como una batalla de “pueblo versus parlamento”.
¿Cómo es que el Reino Unido alcanzó una posición en la que su primer ministro considera al Parlamento como un obstáculo a ignorar?
La respuesta simple es que decidió insertar un referendo particularmente mal considerado sobre un tema excepcionalmente contencioso en un sistema parlamentario. Esto creó fuentes conflictivas de legitimidad. Peor aún, la importancia de la opción que ganó una pequeña minoría en ese referendo fue mal definida. “Brexit significa Brexit” es quizás la frase más tonta jamás pronunciada por un premier británico. Pero también era todo lo que se podía decir.
La opción por defecto
Contrario a lo que insisten quienes respaldan el Brexit, la participación parlamentaria no es una intrusión injustificada. Cualquier referendo requiere legislación. Este también requería negociación y acuerdo. Por desgracia, no existe una mayoría para ninguna opción de acuerdo con la UE. Los que apoyan el Brexit son tan culpables como los que lo rechazan.
Consecuentemente, “un no acuerdo” ha emergido como el último recurso. Pero la campaña Leave (Salir) no dijo esencialmente nada sobre una salida sin acuerdo. No existe un mandato para lo que todo observador informado, incluido el servicio civil, sabe que sería un resultado perjudicial y costoso. También sería sólo el comienzo de las negociaciones, pero no su final. Pero esas conversaciones ocurrirían en las peores circunstancias. Habría una incertidumbre económica generalizada. Sería una elección descabellada. Los gobiernos existen para ayudar a sus países, no para hacerles daño deliberadamente.
Entre las razones más importantes para este resultado es la negativa, especialmente en el lado a favor del Brexit, para tratar de entender a la UE. Necesitaban comprender que la UE es un proyecto existencial para sus miembros, no sólo un acuerdo comercial. La aplicación de la ley europea, bajo el Tribunal de Justicia de la UE, es una parte central de ese proyecto. La UE, con sus 27 miembros restantes, también estaba segura de ser una contraparte inflexible.
¿Qué sigue? El Heat Robinson-esque plan del gobierno, en el que Irlanda del Norte estará dentro del sistema regulatorio de la UE para los bienes pero no formará parte de su unión aduanera, será rechazado por ser permeable, legalmente inaplicable e incompatible con el comercio sin fronteras en Irlanda.
También representa un rechazo de los compromisos del Reino Unido para 2017 en la frontera irlandesa. Esto seguramente habrá debilitado aún más la confianza en la fiabilidad del Reino Unido. Recuerde, también, que la UE tiene largas fronteras terrestres. No permitirá el precedente de fronteras intencionalmente porosas.
Algunos creen que este plan debería volar con la UE. No lo hará. Si Irlanda del Norte estuviera también dentro del área aduanera de la UE, podría funcionar. Pero, si el resto del Reino Unido tiene sus propias políticas comerciales y regulatorias, esto haría del Mar de Irlanda la frontera aduanera y reguladora del Reino Unido con la UE. Eso sería inaceptable para el Partido Unionista Demócrata y para los conservadores. Podría reavivar la violencia en Irlanda del Norte.
Entonces, ¿qué pasa si no se logra un acuerdo antes del 31 de octubre?
Los escenarios
Una pregunta es si la UE acepta otra extensión cuando el gobierno británico claramente no la quiere. Suponga que sí, pero sólo con condiciones. ¿Cuáles podrían ser?
Una posibilidad pudiera ser tratar de ratificar el acuerdo de salida de Theresa May. Eso permitiría al Reino Unido y a la UE avanzar a negociar una nueva relación. Esto también significaría un compromiso entre los que apoyan y rechazan el Brexit, lo que es en sí mismo altamente deseable. Pero, parece imposible. Para los que desean quedarse, es muy poco. Para los que respaldan el divorcio, es mucho. Los primeros quieren quedarse en la UE. Los segundos rechazan el backstop irlandés que mantendría al Reino Unido en el área aduanera de la UE y restringiría su política comercial indefinidamente.
Una segunda posibilidad es otro referendo, probablemente para elegir entre salir sin acuerdo o permanecer. Tal voto debería ser legítimo, ya que un “no acuerdo” no jugó un gran rol en el referendo. Pero, requerirá la creación de un gobierno provisional. Eso sería suficientemente difícil de hacer. También podría ser imposible acordar una pregunta y luego llevar a cabo la consulta, sin violencia a gran escala. Para mí, otro referendo es la opción menos mala. Pero contiene grandes riesgos.
Finalmente, podría haber una elección general anticipada. Un inconveniente es que esto involucraría muchos problemas aparte del Brexit y podría conducir a otra suspensión del Parlamento. Con Johnson haciendo campaña contra el Legislativo, podría tener graves consecuencias tanto a corto como a largo plazo. Pero podría resolver el problema del Brexit, temporalmente.
Sin embargo, el problema ahora no es sólo el Brexit. Es mucho más profundo. El Partido Conservador se ha convertido en una organización nacionalista inglesa, avivando el resentimiento populista. Mientras tanto, la extrema izquierda se ha apoderado del Partido Laborista. La maldición de la política extremista acaba de comenzar.
Una vez que la gente empieza a ver sus oponentes como “traidores” a una “gente” imaginaria, se desatan los demonios del odio. El Brexit despertó esos demonios. Johnson, ayudado por Nigel Farage y su partido pro Brexit, buscará ganar al liberarlos. Seguramente causarán estragos durante mucho tiempo.