Tal parece que la distancia produce un efecto apaciguador, porque el cientista político Cristóbal Bellolio no tiene para nada una mirada tan catastrofista como la de los analistas que están inmersos en el complejo escenario político nacional.
Desde la ciudad de Londres, Bellolio analiza con DF la actualidad política no sólo post cónclave, sino también las primeras semanas del llamado "nuevo referente" de la derecha. Además, trata de imaginar los escenarios electorales con miras a las presidenciales 2017. Lagos, Piñera, Velasco, ME-O y Lily Pérez aparecen bajo su lupa.
-¿Cómo interpreta el resultado del cónclave de la NM?
-No sé si haya un resultado claro que permita interpretación determinante. La mayoría estimó que había sido un triunfo del PC y una derrota para la DC, dado que este último esperaba que la Presidenta les diera la razón en el sentido de aterrizar los pies en la tierra respecto de lo que se puede hacer en un escenario económico complicado. Sin embargo, días más tarde aparecieron los ministros Burgos y Valdés haciendo declaraciones justamente en esta frecuencia de "realismo", lo que motivó las quejas de Bárbara Figueroa de la CUT y el PC. Es decir, parece que ni siquiera al interior de la casa están muy claros respecto de qué se decidió realmente. Por tanto es muy pronto para saber si Bachelet le quitó el piso a su equipo político "moderado".
-¿Qué puede significar la baja histórica de la Presidenta para la NM?
-El éxito político de la NM depende de dos factores: la popularidad del mensaje y de la mensajera. El mensaje fue copiado al pie de la letra de la partitura impuesta por el llamado movimiento social en tiempos de Piñera. Se ha discutido bastante respecto de si aquel diagnóstico callejero fue correcto. El otro elemento clave para llevar a puerto las reformas era el capital simbólico personal de Michelle Bachelet. Ella dijo que estaba dispuesta a jugarse ese capital por el éxito de las transformaciones. El problema es que ahora su capital no alcanza para salvar las reformas en caso que estas últimas sean impopulares.
-¿Cuánto más cree que puede resistir la DC en este pacto?
-Después de tantos años generando lazos políticos y afectivos en una coalición de centroizquierda, y dada la supervivencia del clivaje de la dictadura, no veo a la DC yéndose a ningún lado. Nuestra derecha está muy a la derecha como para pensar en una alianza por ahí. Y el camino solitario puede ser suicida. Mi impresión es que la DC seguirá la lógica de los matices que instaló Ignacio Walker y aplaudirá ruidosamente cada vez que le concedan un punto. ¿Qué más puede pedir si ya no es la fuerza cultural dominante que fue en los noventa?
-¿Cómo proyecta el segundo tiempo del gobierno en el actual escenario?
-Gobernar es navegar, dicen. El gobierno está en medio de una tempestad pero eso no implica que vayamos a presenciar un naufragio. Hay presidentes latinoamericanos que sobreviven con cifras de aprobación bajísimas. Por otro lado, este gobierno ya se anotó varios porotos en reformas emblemáticas en su primer año. No sería un desastre que ahora se preocupara de llegar a puerto y relajara su ansiedad maximalista. Imagino que los años electorales que vienen se encargarán de atenuar el ímpetu del todo o nada. Por lo demás, se han visto muertos cargando adobe: tal como le ocurrió a Piñera, Bachelet bien podría tener un segundo aire hacia el final de su mandato. No digo que vaya ocurrir, estoy diciendo que podría ocurrir si los astros de la contingencia se alinean. A fin de cuentas, no fue la reforma educacional ni la desaceleración económica la responsable de la debacle bacheletista, sino una imprevisible torpeza en el seno de su familia. Somos un país de emotividad fácil y cariños volátiles.
-¿Sería muy dramático augurar a estas alturas que la NM no tiene proyección?
-No estoy tan seguro que no la tenga. Si bien es cierto que no hay nadie de la casa que pinte para presidenciable –en ese sentido hay que recordar que Bachelet ya falló en producir un sucesor en su período anterior y parece no haber aprendido la lección- siempre está la posibilidad de representar la escena del hijo pródigo y acoger de brazos abiertos al retoño descarriado: si la cosa se mueve a la izquierda, ahí está Marco Enríquez-Ominami. Si la cosa se mueve hacia la derecha, ahí está el propio Andrés Velasco.
-¿Cree posible una candidatura de Ricardo Lagos Escobar?
-No mucho. No sólo por la edad, sino porque –usando la terminología Villegas- ya pasó la vieja con ese estilo de liderazgos de vozarrón autoritario. Esta NM es un zoológico político y Lagos no está dispuesto a oficiar de parvulario. Me parece que la flexibilidad y horizontalidad de ME-O está más conectada con ese registro caótico. Recurrir a Lagos –o a Piñera en la derecha- es volver a la casa de los papás y reconocer un fracaso generacional. No, prefiero que la nueva generación se haga adulta de una buena vez y apechugue con sus responsabilidades.
-Dada la mala situación de la coalición oficialista, ¿cómo ve los primeros aprontes del nuevo referente de la derecha?
-¿Es realmente un nuevo referente? El PRI prácticamente no existe. Evópoli ya estaba en la mesa grande del comando de Evelyn Matthei. Sus mejores nombres fueron funcionarios de Piñera. Por el contrario, veo que se achica la derecha. La diáspora de los liberales hacia Amplitud los deja convertidos en un polo casi exclusivamente conservador. Antes por lo menos había una tensión y se hablaba de la derecha liberal. El proyecto de aborto del gobierno fue un test interesante: ninguno de los cuatro integrantes de la novel derecha se pronunció a favor.
-¿Le parece que haya ideas y no sólo una necesidad electoral de volver al gobierno?
-Me parece positivo que una nueva generación de intelectuales esté desafiando a la vieja guardia a reflexionar sobre los presupuestos intelectuales de la propuesta política de su sector. Soy escéptico de que vayan a ser escuchados, pero ya es un avance que exista ese debate en un mundo que suele mirar la teoría política como una inútil ensoñación esotérica. Los políticos profesionales –los Piñera, los Espina, los Coloma, los Melero- creen en cambio que las ideas están y sólo hace falta pulir los canales de comunicación. Es comprensible: tanto tiempo en la escaramuza electoral y en la labor parlamentaria les ha impedido llevar adelante una reflexión sofisticada y actualizada de sus principios. La derecha sigue siendo un festival de lugares comunes. Mi impresión es que aún no han entendido, por ejemplo, el eje normativo que inspiró las demandas de 2011.
-¿Qué es lo que tiene que salvar la derecha para ser viable como alternativa?
-No es la alternativa ideológica que a mí me convence, pero entiendo que la tendencia apunta a articular un discurso socialcristiano que se acerque más al comunitarismo que al neoliberalismo tipo Chicago. Es decir, una especie de mea culpa por haber construido una sociedad que premió el individualismo exacerbado e igualó calidad de vida con posesión de bienes materiales. Es una cancha ideal para aspirantes como Ossandón, por ejemplo.
-¿Es muy pronto para decir que el aspirante a La Moneda más viable del sector es Piñera?
-Si le creemos a las encuestas, Piñera es la carta más viable desde el punto de vista electoral. Si el escenario económico se complejiza, el piñerismo apostará sus fichas a la nostalgia de su administración y cualquier intento de reconstrucción discursiva quedará supeditado a la tarea de recuperar el crecimiento. Volveremos a los lugares comunes, pero con una posibilidad cierta de recuperar el poder.
-¿Cree posible que se levante un candidato del mundo liberal o de la centro derecha?
-Creo que la derecha llevará un candidato y el llamado centro liberal llevará otro. Por supuesto, este es un juego donde importa cómo se mueven los demás. Si la NM lleva a Lagos Escobar bajo la premisa de que hay que moderar el discurso, hay poco espacio para que corra Andrés Velasco por la libre. Si la derecha lleva a Piñera, pasa lo mismo con Lily Pérez. En cambio, si los candidatos de izquierda y derecha son ME-O y Ossandón, respectivamente, sería un despropósito que los liberales no compitieran con colores propios. En ese último escenario, la lógica sugiere una primaria entre el líder de Fuerza Pública y la senadora de Amplitud. Es innegable que el proyecto Velasco ha sufrido magulladuras este año. Está en fase control de daños. Lo bueno es que recuperó cierta libertad para decir lo que realmente piensa de la marcha del país y eso se valora. Usualmente los candidatos no dicen lo que piensan porque están obligados a pensar estratégicamente.