Con su estilo poco grandilocuente aunque claro en sus ideas, el ministro Rodrigo Valdés, junto con asumir se autoimpuso la tarea de adecuar las expectativas creadas por los compromisos políticos del gobierno a lo que indica la realidad económica del país.
Es lo que ha intentado hacer durante los casi cinco meses que está al mando del poderoso ministerio de Hacienda, guiado por la premisa de que no sólo no se debe gastar lo que no se tiene, sino que tampoco el impulso a las reformas puede desestimar su impacto en la economía.
Pero aun cuando se ha encargado de enfatizar esa línea, no siempre ésta ha primado por sobre la de aquellos sectores más reformistas del oficialismo, en gran medida porque ésta encuentra más eco en la propia presidenta Michelle Bachelet, lo que muestra que a Valdés no le ha sido fácil empoderarse en su cargo.
En ese cuadro, se esperaba con expectación conocer el Presupuesto 2016 para saber si el ministro había logrado imponer su tesis de realismo, lo que al menos a juzgar por el hecho de que el aumento del gasto se redujo a la mitad en relación al año anterior, como asimismo por el tono ponderado de la mandataria al anunciarlo, hace concluir que en esta oportunidad sus criterios fueron acogidos.
Con ello, teniendo en cuenta además que Bachelet aludió directamente a la responsabilidad dado el contexto económico, el ministro se anotó un punto en lo que es considerada la gran prueba que debe rendir para demostrar si es capaz de cumplir con el papel rectificador que él mismo se propuso al constatar el estado de la economía.
Pero como indican quienes conocen las complejidades del debate presupuestario en el Congreso, es a partir de ahora que comienza el trámite cuando se conocerá la real fuerza del ministro Valdés como conductor responsable de las finanzas públicas.
Al debe
Hasta ahora, para no pocos representantes tanto del mundo político, empresarial como entre los economistas, el titular de Hacienda ha estado al debe con las expectativas que él mismo generó en cuanto a que tendría una conducción firme en la línea de contener las propuestas que pudieran tener incidencia en el desarrollo económico.
Eso no quiere decir que se desconozca que su tarea no ha sido fácil, en un escenario de compromiso del gobierno con profundas reformas. Porque aun cuando a 10 días de iniciar su gestión se abocó a evitar que en el Mensaje del 21 de mayo la Presidenta realizara anuncios que pudieran implicar más gastos, desde entonces no ha logrado que su postura realista se imponga como hubiera querido frente a quienes no aceptan renuncias.
Como admiten en el propio oficialismo, un factor importante en la gestión de Valdés ha sido no contar con el respaldo irrestricto de Bachelet, como lo confirma su primer traspié cuando se le impidió hablar en el cónclave de comienzos de agosto, pese a haber tenido preparado un planteamiento en que sinceraba la realidad económica con el propósito de persuadir en la necesidad de priorizar las reformas.
Pero a pesar de que incluso la Presidenta apareció posteriormente quitándole el piso al declarar que ni él ni el ministro del Interior, Jorge Burgos, habían llegado a enmendar el rumbo, no claudicó en tratar de marcar su impronta, como lo hizo al tomar el mando de los cambios a la reforma laboral cuando ésta debía iniciar su trámite en el Senado.
Pero como es sabido, la postura de Valdés no logró imponerse, porque a pesar de que en su intento por moderarla se jugó, entre otros temas, para que se aceptara el reemplazo interno en la huelga, finalmente no fue propuesto así en las indicaciones. Pese a que se acordó una fórmula que sus cercanos indican que lo dejó conforme, como no era la que él impulsaba, se estimó que había sufrido una derrota.
Como sea, de acuerdo a lo que indican conocedores del proceso de negociación, lo que ocurrió fue que Bachelet no se inclinó por su tesis, sino más bien por la de la ministra del Trabajo, Ximena Rincón. Una actitud que no pocos destacan como un contraste con lo sucedido en el anterior mandato bacheletista, cuando en el mismo tema, su entonces ministro de Hacienda, Andrés Velasco, se impuso para impedir darle curso a la reforma laboral que impulsaba desde el ministerio del Trabajo, el actual diputado Osvaldo Andrade.
Sea por falta de destreza o por debilidad de carácter, lo concreto es que en su gestión, para muchos al menos hasta ahora, Valdés no había mostrado la fuerza que se esperaba, teniendo que enfrentar problemas que lo complican, como fue el episodio del bono del Banco del Estado, que a pesar de que culminó con la salida de su presidente, Guillermo Larraín, apareció como un indicio de falta de manejo de una situación que él mismo había monitoreado porque no estaba dispuesto a que se dieran señales contrarias a la austeridad.
Primer triunfo
Con un historial en su desempeño que no siempre da cuenta de que sus intenciones se consiguen materializar como él pretende, es que el Presupuesto se planteó como la gran prueba para demostrar su fuerza o su poder en el ejercicio de su poderoso cargo.
Lo primero que se propuso en esa línea fue elaborar un proyecto austero, acorde con la realidad económica, de manera de ir reduciendo el déficit fiscal que es uno de sus principales objetivos.
En ese contexto, aun cuando algunos expertos apuntan a que el 4,4% de gasto es más si se hacen los cálculos con otros parámetros, no se desconoce que de todas maneras Valdés logró una rebaja importante en relación al año pasado, cuando el criterio de su antecesor, Alberto Arenas, era gastar lo que se requiriera para cumplir los compromisos programáticos, endeudándose si era necesario.
Por eso la decisión asumida por la Presidenta de priorizar las áreas a las que se les entregarán más recursos, focalizándolas en aquellas que tienen compromisos ineludibles como educación o salud, a lo que agregó seguridad ciudadana - además de dar cuenta de los gastos en catástrofes- es considerado un triunfo inicial de la postura del ministro de Hacienda.
En otras palabras, como apuntan en distintos sectores, Bachelet en esta oportunidad se inclinó por la línea del realismo al asumir –tal como lo planteó- la necesidad de actuar con responsabilidad frente al actual escenario económico, lo que implica el primer respaldo más categórico a los criterios que ha tratado de imponer Valdés.
Lo que viene
Pero la propuesta de un gasto más acotado no quiere decir que todo esté dicho. Porque aun cuando hubo una acogida general a la propuesta presupuestaria, el debate recién comienza ahora, el que como muestra la experiencia, siempre es complejo, no sólo por las connotaciones técnicas, sino porque es la oportunidad de los políticos para intentar hacer que pesen sus propios puntos de vista.
Es allí donde la destreza de Valdés enfrentará un importante desafío, desde el momento en que pese a contar con la anuencia presidencial para no incurrir en gastos desmedidos, los parlamentarios no desperdiciarán la ocasión de al menos mostrarse abogando por más recursos, tanto aquellos que consideran que no se puede renunciar a los compromisos programáticos, como quienes buscan aparecer jugándose por conseguir más dinero para sus regiones, especialmente en un año electoral como será el 2016.
Consciente de esa realidad, el propio ministro de Hacienda ha buscado la complicidad de aquellos parlamentarios que supone que podrían colaborar con él para que la tramitación no se desbande, donde se espera que cumplan un papel importante tanto el presidente de la comisión de Hacienda del Senado, el DC Andrés Zaldívar, como su par de la Cámara de Diputados, el PPD, Pepe Auth, ambos de la línea más moderada del oficialismo.
De acuerdo a lo que apuntan algunos congresistas, la discusión no debería ser tan complicada desde el momento en que se están asignando los principales recursos para cumplir con el compromiso que todos comparten, como es el de la educación, aun cuando se presume un arduo debate en torno a la fórmula para la gratuidad.
Como sea, en la medida en que se conozcan los detalles de la propuesta, es probable que se agudice la discusión, en la que se presume que Valdés, no sólo contará con la colaboración de algunos parlamentarios, sino que en esta oportunidad será secundado por su par de la Segpres Nicolás Eyzaguirre, quien como ex ministro de Hacienda conoce lo que implica este trámite, a lo que se suma su compromiso con la línea de moderar el gasto para recuperar el balanca estructural del que él es autor.
Pero finalmente es el actual jefe de las finanzas públicas el que luego de esta discusión deberá demostrar si es que tiene el manejo suficiente, o el poder que se requiere para conducir la economía de acuerdo a sus propósitos, en momentos en que él mismo augura un cuadro no precisamente alentador.