El ministro del Interior Jorge Burgos estaba informado de que la Presidenta Michelle Bachelet daría una entrevista el fin de semana. Pero de su contenido no sabía nada.
La esperaba con cierta expectación, considerando que en el cónclave del lunes 3, la mandataria había desestimado la tesis de la gradualidad en las reformas que él ha impulsado en conjunto con el titular de Hacienda, Rodrigo Valdés, la que ambos optaron por reiterar solo dos días después.
En ese cuadro, parecía incierto lo que podía decir la Presidenta, aunque la expectativa era que intentaría aplacar la polémica que se suscitó tras el encuentro del oficialismo, cuando se interpretó que ellos habían sido derrotados. Por eso, lo que no imaginó el ministro Burgos fue que apareciera reafirmando la misma posición, pero además, dejándolo mal parado tanto a él como a Valdés, al afirmar que se habían equivocado quienes pensaron que la llegada de los dos al gobierno significaba un cambio de rumbo.
Tanto esa afirmación, como el contexto de toda la entrevista -en la que además indicó que aquellos que leyeron la palabra realismo, no escucharon "sin renuncia"- incomodaron e incluso molestaron al jefe de gabinete, al punto que con el correr de las horas comenzó a instalarse con fuerza la interrogante acerca de su continuidad en el cargo.
Como es sabido que Burgos no pertenece al círculo cercano a la mandataria, este episodio atizó las dudas de si podría seguir resistiendo en un escenario en que ella aparece tomando distancia de la línea que éste ha intentado imponer. Porque si bien en la misma entrevista expresó que él tiene su confianza, lo mismo que Valdés, los indicios que ha dado no necesariamente dan cuenta de ello.
Pero a pesar de su desazón, el ministro de Interior no parece dispuesto a claudicar, ni abandonando el cargo, ni tampoco desistiéndose de continuar con la línea que estima es la adecuada para las actuales circunstancias.
Sus soportes
Tema obligado en el mundo político en estos días, ha sido precisamente la capacidad de resistir de Burgos, lo que ha hecho recordar lo ocurrido en el primer mandato bacheletista, en el cual mientras a Andrés Zaldívar se le pidió la renuncia a los tres meses de asumir, Belisario Velasco optó por presentarla él ante la falta de respaldo presidencial.
De acuerdo a lo que indican los cercanos a Burgos, aun cuando ha reconocido su incomodidad, también ha confidenciado que al menos en sus planes inmediatos no está dejar el gobierno, lo que muchos se explican por su forma de ser, de la cual destacan una gran fortaleza emocional, acompañada de un sentido de responsabilidad que lo inhibe a tomar decisiones que pudieran tener efectos que él preferiría evitar.
Pero simultáneamente, quienes conocen bien al ministro del Interior, apuntan a que a pesar de ello, no es una persona dispuesta a que lo pasen a llevar o a que no le resulten los desafíos que asume.
De allí que su disposición sería continuar adelante, pero marcando su impronta, para lo cual tiene a su favor, entre otras cosas, que él cuenta con más de 50% de respaldo en las encuestas, dato digno de considerar para una presidenta que apenas se empina sobre el 20%, con un 70% de rechazo.
Pese a que Burgos sabe –como lo ha reconocido- que Bachelet no comparte enteramente la línea que él ha intentado imponer -lo que medio en serio medio en broma se lo explicita cuando lo trata de "realista"- entiende que cuenta con margen de maniobra, por las implicancias que tendría generar una crisis de gabinete como la que significaría su partida.
Por eso, sea débil o no el respaldo presidencial, su decisión es continuar resistiendo, para lo que uno de los factores que le colabora es la dupla que conformó con el ministro de Hacienda, que aun cuando éste la calificó como un "mito", le ha dado una especial fuerza, desde el momento en que ambos aparecen en conjunto como los grandes impulsores de la tesis de la gradualidad.
Tanto o más importante para Burgos es el fuerte apoyo que ha encontrado en la DC, incluido su presidente, el senador Jorge Pizarro, quien pese a ser un reconocido bachelestista, se cuadró con él en estos días en que su figura pareció debilitada. Ese respaldo de la mesa, sumado al de otras figuras como el ex presidente Eduardo Frei o el senador Andrés Zaldívar, no son hechos insignificantes para la estabilidad del ministro, teniendo en cuenta que en La Moneda entienden los riesgos que puede tener la desafección de ese partido.
En su misma línea
Con esas fortalezas, el jefe de gabinete está decidido a seguir adelante, aunque sin renunciar a su línea, como lo confirmó el martes cuando en el encuentro de Asimet no titubeó en reiterar el concepto de la necesaria gradualidad para cumplir con el plan reformista, afirmando que es impensable que éste se agote en un mandato.
La embestida de Burgos apunta a que se asuma el diagnóstico compartido con su par de Hacienda de que lo importante es hacerse cargo, no sólo de que la situación económica impone jerarquizar las reformas, sino que también se trata de un problema político, especialmente de gestión, que impide hacerlo todo de manera simultánea.
Una de las inquietudes que ha transmitido el jefe de gabinete, es que entre algunos asesores del segundo piso no se asuma que actualmente no están dadas las condiciones para continuar impulsando todas las reformas, desestimando que parte del descrédito del gobierno se debe, justamente, a los errores cometidos por la celeridad impuesta al querer avanzar con todas las promesas programáticas al mismo tiempo.
Pese a estar consciente de que la inclinación de Bachelet –como lo ha confirmado con sus últimas intervenciones- es la misma de la de sus asesores más cercanos en cuanto a no renunciar a nada, el titular de Interior no está dispuesto a desistirse de lo que estima que se debe hacer de acuerdo a su diagnóstico, para lo que se afirma en el poder que le da el solo hecho de que la Presidenta lo mantenga en el cargo.
En ese contexto, parte de su gestión en lo más inmediato, será abocarse a darle sustento a Valdés en sus actuales desafíos, donde asoma como el principal, socializar los cambios que éste espera poder introducirle a la reforma laboral durante su trámite en el Senado, comenzando por el reemplazo interno en las huelgas.
Una tarea que Burgos sabe que no es fácil, dado que deberá enfrentarse a la postura no sólo de la ministra del Trabajo, Ximena Rincón, sino de la CUT, del PC, del PS, como también a sectores del PPD e incluso de la misma DC. Pero aun así, en su calidad de jefe de gabinete, está decidido a usar toda su capacidad política con el fin de encontrar apoyo para las modificaciones que impulsa el ministro de Hacienda, en la línea de tratar de impedir que dicha reforma termine siendo un serio obstáculo para la inversión o el empleo.
Influir en lo constitucional
Pero como el ministro del Interior sabe que sacar adelante las modificaciones a la reforma laboral será difícil, si no imposible, su mirada está puesta en mantener su espacio para tratar de influir todo lo que pueda en el tema constitucional.
Como entiende que la ambigüedad que ha existido en torno a esta materia es uno de los problemas que genera más incertidumbre, sobre todo cuando se ha planteado que se pondría en duda hasta el derecho de propiedad, Burgos ha tomado como un desafío propio tratar de entregar el máximo de certezas posibles respecto al cauce que tomará la promesa presidencial de cambiar la actual Constitución.
En esa línea, el ministro ha puesto el foco en que todo se hará por vías institucionales, desestimando cualquier otra forma que él mismo ha llamado "atajos raros", lo que se ha traducido en el entierro de la asamblea constituyente, al menos en los términos que estaba concebida en un comienzo.
Con la autoridad que le da el cargo, ha sido categórico en reiterar que no existe un camino que no pase por el Congreso, como lo reafirmó el martes frente a los empresarios de la Industria, donde para tratar de dar el máximo de certezas, afirmó que en ningún caso se acudiría a fórmulas como la boliviana o la venezolana.
Como el inicio del llamado proceso constituyente está previsto para el próximo mes, gran parte de las energías de Burgos están concentradas en recoger los planteamientos de todos los sectores, tras lo cual se espera que él mismo haga una propuesta que aúne el máximo de criterios, pero dentro de la línea que ha estado marcando.
Con la esperanza de contar con la anuencia presidencial, la posibilidad de lograr encauzar la promesa de cambiar la Constitución sobre bases realistas que impidan que sea un factor de incertidumbre, es una de las razones principales que lo mantienen en la posición de resistir, hasta donde le sea posible.