Un intento por comprender a Michelle Bachelet, en medio de un confuso escenario en que pocos parecen entender la dirección que la mandataria quiere darle a su gestión, es lo que hace el ex ministro de Educación de Sebastián Piñera, Harald Beyer. Pese a las críticas que mantiene respecto del programa de la Nueva Mayoría, su mirada no resulta fatalista sobre la actual situación del gobierno.
-Hace tres meses señaló a DF que el proyecto de la Nueva Mayoría había fracasado y que la coalición debía reorientar su programa. ¿Cree que eso es lo que está pasando con la entrada en acción del nuevo gabinete?
-El cambio de gabinete fue un giro que era inevitable, sobre todo cuando nos vamos acercando a la fecha de las elecciones. Hoy todos los datos indican que la Nueva Mayoría no es mayoría. Incluso en la última Adimark la oposición, que no sabemos bien qué es, tiene más apoyo que el oficialismo.
-¿Por qué ocurrió eso?
-Porque la NM perdió a los grupos medios y luego a los grupos de nivel socioeconómico bajo. Perdió a los votantes que no se identifican con ninguna coalición y perdió al centro. Analizando el mero interés electoral de la coalición, el giro es inevitable, porque aunque la NM sigue siendo fuerte en la izquierda, eso no le permite ganar elecciones.
-¿Qué rol cumplen los ministros Jorge Burgos (Interior) y Rodrigo Valdés (Hacienda) en recuperar el centro?
-Los ministros tendrán que tomar riesgos porque, a la larga, lo que está en la discusión es la supervivencia de la NM. Y aunque la Presidenta no quiera renunciar al ideario de su programa, la supervivencia de la Nueva Mayoría pasa por un giro al centro.
-¿Burgos y Valdés llegaron a cambiar el rumbo del gobierno?
-Ya hay evidencias de que lo están cambiando. El anuncio de modificar vía legal la reforma tributaria es una primera señal. Y aunque el ministro diga que no quiere cambiar las tasas, hay que ver cómo evoluciona esa discusión. También hay pausa y gradualidad en el tema constitucional. En la práctica, ha habido una priorización. Ahora, si los ministros serán capaces de gestionar políticamente esa priorización, todavía es una gran interrogante.
-Si el cambio de rumbo parece tan evidente, ¿por qué la Presidenta no lo admite, al menos comunicacionalmente?
-Es que es difícil. Tiene un poco que ver con el problema del presidencialismo. Las desventajas de este régimen ocurren justamente en momentos de crisis política, porque la Presidenta no puede hacer un giro tan evidente. No es como en Francia, donde Hollande está por un lado y su primer ministro está con otra agenda y tiene libertad, porque es jefe de gobierno. Aquí los presidentes son jefes de Estado y de gobierno. La Presidenta entiende que su proyecto no resultó como esperaba, entiende que ha caído su popularidad, se da cuenta que tiene que dar un giro, pero sigue pensando en lo que pudo haber sido.
-¿Y por eso su discurso en el cónclave tuvo más de "sin renuncia" que de "realismo"?
-Lo que la Presidenta quiere evitar es que sus propios partidos se desentiendan de su gobierno y empiecen a pensar en sus estrategias electorales futuras. Y, en ese sentido, ella necesita recalcar su autoridad. El cónclave, al final del día, fue un intento de eso, de cohesión, de fortalecer la coalición en sus mínimos comunes. Algo de eso se logró, aunque muy imperfectamente.
-En este régimen presidencialista, ¿Bachelet no puede ser tan tajante en adoptar un discurso como el que han asumido Valdés y Burgos?
-Ella tiene que administrar a la coalición. Supongo que los padres hacemos lo mismo con los niños. Hay momentos en que tienes que apoyar a un determinado hijo y momentos en que a otro. Eso es como lo que hace la Presidenta, sobre todo no teniendo complicidad natural con los partidos.
-¿Defiende, entonces, la estrategia de Bachelet?
-No es que haga una defensa, trato de entender lo que pasó. Es una Presidenta que perdió 30 puntos de apoyo en menos de un año. Cuando a uno le pegan un mazazo así de fuerte, anda mareado un buen tiempo. El gobierno está todavía tratando de entender qué le pasó. La Presidenta, por sus declaraciones, tiene un poco el diagnóstico que esto es producto únicamente de Caval y SQM. Eso es una mala lectura de las encuestas. Esta tendencia a la baja venía de mucho antes y esos casos no hicieron más que acelerarla.
-¿Hay contradicción entre las declaraciones de la Presidenta y la línea que intentan instalar Burgos y Valdés?
-Hay una tensión indudable, pero no una contradicción. Finalmente, esas tensiones se resolverán en la práctica, con la firma de los proyectos e indicaciones, más que con discursos. Valdés anunció un cambio a la reforma tributaria porque la Presidenta supongo que está dispuesta a firmar ese proyecto.
-¿Son compatibles las promesas que hizo la NM en su programa con la gradualidad?
-La gradualidad puede acomodarse al ideario del programa. No son incompatibles y lo que tiene que hacer el gabinete es ponderar ambas cosas. Al final, también es lo que querrá la NM, porque el político se levanta pensando en cómo se reelegirá y como la coalición no conservará el poder si no recupera al centro, de a poco valorará el trabajo de los ministros Burgos y Valdés.
El PC no se va
-En el intento por recuperar al centro, ¿se sacrifica al PC y a la izquierda más dura?
-No creo, porque acá empiezan a primar los intereses electorales y el PC gana estando en la coalición. Con el nuevo sistema electoral, no creo que el PC, corriendo una aventura solitaria, tenga la representación que tiene hoy.
-¿La DC está en la misma situación?
-El cambio al sistema electoral potencia al centro, entonces los partidos que ganan son los con mayor vocación de centro, y ahí está la DC y grupos pequeños como Amplitud y Fuerza Pública, que tratan de apuntar al centro porque saben que el centro crece exponencialmente en un sistema proporcional. Por eso, el PC tiene más incentivo a permanecer que la DC.
-¿Qué rol cumple la DC en el intento de la NM por recuperar a los grupos medios que quedaron en el camino?
-La capacidad de la DC de recuperar a los grupos medios, hará que la NM valore cada vez más a la DC como aliado. En el margen, eso también hace que la DC perciba la tentación de correr por su cuenta en la próxima elección y que negocie ex pos. Ese es un escenario que no se puede descartar, menos con las tensiones que estamos viendo hoy.
El voto duro de Bachelet
-¿Qué anticipa que pasará en las próximas encuestas y el respaldo al gobierno?
-No subirá mucho en su aprobación, pero tampoco seguirá cayendo. Tiene un piso. Un cálculo –un tanto imperfecto-: en la segunda vuelta la Presidenta tuvo el 62% de los votos y votó el 42% de la gente. O sea como un 26% de la población estuvo con ella. Ese es su voto duro y se refleja en las encuestas. Ese grupo no la abandonará tan fácilmente. Si logra políticas más equilibradas que las que ha tenido hasta ahora, podría ir reconquistando a los grupos que perdió.
-Así como podría recuperar apoyo a su gestión, ¿podría también recobrar respaldo en sus atributos personales?
-Eso es muy difícil. Los atributos personales se cayeron definitivamente, pero además hay que reconocer que estaban extraordinariamente altos. Pensar que volveremos al 70% que tenía es imposible. Una vez que se debilitan ya no se recuperan.
Gratuidad universal: "No logro imaginármelo técnicamente"
-¿Por qué cree que el gobierno decidió adelantar la gratuidad en educación superior usando criterios tan polémicos para seleccionar a los planteles que entrarían en 2016?
-Hay un elemento político interesante en esto. La gratuidad en educación superior tiene un beneficio inmediato. De toda la batería de políticas que tiene el gobierno, esta es probablemente la más atractiva desde el punto de vista de recuperar aprecio popular.
-Pero pareciera ser que la medida ha logrado todo lo contrario de recuperar aprecio popular.
-Como la medida ha tenido muchas idas y vueltas, dejando muchas interrogantes, políticamente le está rindiendo poco al gobierno. Hay una bolsa de plata y los criterios para definir quiénes tendrán o no gratuidad son en función de eso. Eso le resta credibilidad a esta política y genera rechazo, la gente percibe cierta arbitrariedad. Y el gobierno no anticipó nada de eso.
-Ha señalado en varias ocasiones no estar de acuerdo con la gratuidad. Más allá de ese juicio, ¿cree posible tener gratuidad universal en 2020 -como originalmente promete el programa- o, en algún momento, dentro de la próxima década?
-Ese 2020 definitivamente es imposible. No están los recursos, pero aunque estuviesen, el cambio es tan grande que se necesita mucho espacio para que las instituciones puedan rediseñar sus programas. Y más allá de que se alarguen los plazos, sigo teniendo dudas técnicas respecto de la posibilidad de hacer esto. Técnicamente, no logro imaginármelo. No conozco ningún país que haya pasado de un sistema tan heterogéneo, como el nuestro, a un sistema gratuito. Más bien, el fenómeno es el contrario, países dejando la gratuidad. En materia de educación superior, al gobierno le esperan puros problemas.
-¿Qué costo político tiene no cumplir con esa promesa?
-La ciudadanía ya lo tiene un poco asumido. Para usar las palabras de la Presidenta, esto fue un wishful thinking.