Sindicatos de trabajadores y organizaciones estudiantiles francesas unieron ayer sus fuerzas para protestar contra el plan de reforma laboral con la que el presidente Francois Hollande busca reducir la elevada tasa de desempleo a costa de uno de los grandes logros de la izquierda, la jornada de 35 horas semanales.
Decenas de miles de manifestantes, según agencias, en más de 200 ciudades en todo el país, reclamaron a los socialistas de Hollande que no aprueben la reforma. La protesta coincidió además con la huelga convocada por el sindicato ferroviario, que causó retrasos en los trayectos interurbanos y de larga distancia.
El rechazo hacia esta reforma da un nuevo golpe al presidente y a su primer ministro, Manuel Valls, acusados por sus compañeros de partido de haber girado a la derecha y ser demasiado favorables al sector privado.
La polémica reforma permitiría a las empresas organizar calendarios alternativos de forma unilateral y sin seguir los convenios sectoriales para ampliar los turnos a 48 horas semanales y doce horas al día. Según el proyecto, en “circunstancias excepcionales”, los empleados podrán trabajar hasta 60 horas a la semana. Esta iniciativa supone dar flexibilidad a uno de los mayores hitos en la lucha de la izquierda francesa, la semana laboral de 35 horas que lograron introducir los socialistas en 2000. La reforma abarata también el precio de las horas extras, amplía las causas de despido y rebaja las indemnizaciones que reciben en su caso los trabajadores.
Desde el gobierno afirman que mantendrán conversaciones con los representantes de los diferentes sindicatos y sectores sociales pero la ley no se retirará. El proyecto llegará al Consejo de Ministros el 24 de marzo y, en estas dos semanas, el Ejecutivo aspira a enriquecer el texto para lograr un mayor consenso. Según los sondeos, más de un 70% de los franceses se oponen a la ley y un 65% desean cambios sustanciales.
El desempleo alcanza al 10,2% de la población, sobre todo jóvenes, en un momento en que la economía no logra despegar. El último en alertar al respecto ha sido el banco central, que recortó ayer su proyección de crecimiento para este trimestre en una décima, a 0,3%, a causa de la caída en la confianza en el sector manufacturero, que en febrero llegó a un mínimo de tres años.