El presidente brasileño, Luiz Inácio Lula
da Silva, afirmó hoy que "reza" para que su homólogo estadounidense,
Barack Obama, "encuentre una salida a la crisis", porque así podría
"ayudar a resolver los problemas en otros países".
Según Lula, "todo el mundo, cualquier trabajador común, sabe que
esta crisis es mundial pero nació en Estados Unidos", país que tiene
"la responsabilidad" de hallar una alternativa que permita contener
el derrumbe del sistema financiero global, indicó.
"Rezo más por Obama de lo que rezo por mí", declaró el presidente
brasileño durante la inauguración de una central hidroeléctrica en
la ciudad de Salvador, en el estado central de Tocantins.
"Desde el día de su elección, manifesté esperanza en Obama, pues
no fue por casualidad que Estados Unidos eligió un presidente negro
y, si él se equivoca, pasarán cien años hasta que ese país vuelva a
ser presidido por un negro", declaró.
También reiteró sus críticas contra los organismos multilaterales
y bancos internacionales, que "se creían los grandes especialistas
del planeta" y ahora "han llevado un palo en la cabeza", dijo.
Según el mandatario, esos organismos "estaban ganando dinero
fuera de la economía real, con la especulación, y aumentaron los
precios del petróleo a US$ 150 el barril sin explicación, así
como ahora lo bajaron a US$ 50, también sin explicación".
Lula insistió en que el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el
Banco Mundial (BM) tenían antes "soluciones" para los países más
pobres y "ahora no tienen soluciones ni para ellos", y apuntó el
dedo acusador contra los bancos que "miden el riesgo de Brasil, pero
no el de Estados Unidos o Alemania".
En el plano interno, Lula reiteró su "seria convicción" de que
"la crisis es una oportunidad para levantar la moral de la tropa" y
volvió a instar a los brasileños a que consuman y a que "cambien sus
zapatos, sus medias, sus corbatas y sus coches", porque "en tiempos
de guerra la gente trabaja más" y para eso "es preciso la demanda".
El mandatario garantizó que "no habrá gestos de irresponsabilidad
por parte del Gobierno", que "no tomará ninguna actitud que acabe
con lo que se ha construido" en los últimos años, en los que Brasil
ha crecido y mantenido una estabilidad económica, que ahora está en
riesgo por la crisis mundial.