Tres emprendimientos que convirtieron los desechos de plástico en su materia prima
A través de diferentes procesos, como el derretimiento de plástico triturado y la transformación, Solubag, LUP y Ecofuels entregan nueva vida a estos residuos.
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El plástico podría considerarse como uno de los productos más nocivos para el medio ambiente. Según Greenpeace, el 79% de estos residuos a nivel mundial terminan actualmente en vertederos y océanos, poniendo en riesgo la vida de las especies y sus ecosistemas.
Sin embargo, hay quienes ya se están haciendo cargo de este problema a través de la reutilización y la inclusión de este material en la economía circular. Solubag, LUP y Ecofuels crean bolsas solubles en agua, cestería hecha a mano y eco-combustible, respectivamente, pero todos tienen en común el uso del plástico como materia prima.
A través de diferentes procesos, como el derretimiento de plástico triturado y la reformulación de maquinaria tradicional para bolsas, los creadores de estas empresas entregan nueva vida a lo que para otros pueden ser desechos.
Solubag: bolsas que se disuelven en agua
Cuatro cofundadores, todos de Concepción y muchas ordenanzas municipales para eliminar las bolsas plásticas. Así surgió la idea de crear Solubag, que creó bolsas solubles en agua, a partir de azúcares y el mismo componente del recubrimiento de los medicamentos tipo cápsula: el Polivinil Alcohol (polímero sintético soluble en el agua).
Patricio Cabezas, uno de los fundadores, cuenta que partieron desarrollando -en las mismas máquinas usadas para generar bolsas plásticas regulares-, una pequeña bolsa simulando una cápsula de detergente, y que "al entrar en contacto con el agua, botaba ese detergente y lavaba", dando por exitosa la receta entre el compuesto químico y los azúcares. Con esta luz verde, entre 2014 y 2018, "se realizó el proceso de certificaciones, además de mucha prueba y error", dice, con una inversión inicial de $ 110 millones, entre ahorros de los socios y el aporte de un inversionista.
Hoy cuentan con tres productos: una bolsa reutilizable -como las de tela-, que "si se le echa agua caliente sobre 85°, desaparece sin dejar ningún contaminante"; detergente en láminas elaboradas de la misma materia prima y que al disolverse, libera el limpiador, y también, bolsas para recoger desechos de mascotas, solubles al contacto con el agua del inodoro. En tanto, las bolsas tipo camiseta -de supermercado- comenzarán a desarrollarse a mediados de este año.
Actualmente, tienen distribuciones en China, México, Perú y Argentina, además de varios países de Centroamérica y una oficina en República Checa que comercializa para todo Europa. Próximamente, llegarán al mercado de Estados Unidos, India y Australia.
LUP: fibra plástica para diseño
Lo que comenzó como su proyecto de tesis, pasó a ser su empresa, cuenta Javiera Badilla, socia fundadora de LUP, un emprendimiento que genera fibra flexible a partir del derretimiento de plástico triturado.
A fines de 2016, LUP -que "es la chilenización" de la palabra loop en inglés-, ganó un fondo de Corfo por $ 10 millones, lo que permitió que el proyecto se materializara como empresa en 2017, dice. "Ahí vino todo el armado de cómo queríamos trabajar con artesanos, nuestro propósito, y recién en 2018 empezamos con nuestras primeras ventas", explica Badilla.
Artesanos de Chimbarongo y de San José de la Mariquina, en la regiones de O'Higgins y de Los Ríos respectivamente, se encargan de dar vida a cestas tejidas a mano, combinando la fibra generada por la empresa con mimbre y boqui pil pil, los materiales vegetales de cada zona. El mismo equipo de LUP, en tanto, fabrica otro tipo de productos de diseño y decoración, como lámparas y pisos, además de impartir talleres y venta de kits con el que se puede tejer un canasto en casa.
"Estos productos son únicos y son una propuesta representativa de nuestro país, y que mezcla la artesanía con el reciclaje", comenta Badilla.
Ecofuels: transformó el plástico en combustible líquido
Ariel Crespo y José Duguet se conocieron en la universidad en 2013. Ahí se dieron cuenta que tenían una pregunta en común: "¿por qué el plástico realmente se queda igual y tarda tantos millones de años en desintegrarse si es materia?", apelando a la primera ley de la termodinámica que dice que la materia y la energía no se crean ni se destruyen, sólo se transforman, comenta Crespo.
"Empezamos a trabajar en ello para transformar esta materia en algo más y así -en 2018, con financiamiento de Corfo y la municipalidad de Las Condes cercano a los $ 20 millones-, llegamos a convertir el plástico en energía, en un combustible líquido -una eco-parafina-, transformando una problemática ambiental en una solución energética", agrega.
Duguet explica que esto se hace "con ayuda de una máquina donde se carga el plástico ya triturado y lo que hace el equipo es tratar el material con ciertas temperaturas especiales, que van rompiendo el plástico y generando este combustible líquido que rescatamos después de 45 minutos de reacción", y con ello, se crea la energía equivalente a diez lavadoras.
Actualmente, cuentan con un prototipo y están pensando en crear un segundo. Ya están trabajando con dos clientes, "y estamos con el desarrollo del primer Punto Verde con la municipalidad de Las Condes y evaluando hacer lo mismo en San Pedro de La Paz, en la región del Biobío", dice Crespo.
El combustible ecológico producido puede ser utilizado para estufas Toyotomi a nivel doméstico, mientras que industrialmente, es compatible con motores electrógenos y generación eléctrica a partir de combustión.