Ejecutivos de Wall Street
defendieron hoy el uso del salvavidas de US$ 165.000 millones que extendió el Gobierno en 2008 ante el escepticismo de los
legisladores y la ira de la opinión pública que no ve resultados.
Asediados por los legisladores durante una audiencia del Comité
de Servicios Financieros de la Cámara de Representantes, ocho de los
principales ejecutivos de Wall Street insistieron en que la
situación sería peor sin el plan de rescate que el Congreso aprobó
en octubre pasado.
Es la primera vez que estos ejecutivos rinden cuentas ante el
Congreso desde que la crisis financiera arrancó con fuerza en
septiembre pasado.
Los legisladores instaron a los ejecutivos a reconocer la "ira"
de los contribuyentes ante la escasa transparencia sobre el manejo
de los fondos y la percepción de que las instituciones no usaron el
dinero para cumplir con la meta del plan: flexibilizar el crédito a
los consumidores y negocios.
Conscientes del enorme problema de imagen que sufre el sector,
los ejecutivos, uno a uno, replicaron que, precisamente gracias al
plan de rescate, conocido por las siglas en inglés "TARP", es que
los bancos continúan emitiendo líneas de crédito.
El monto dado a los bancos es parte del plan de rescate
financiero de US$ 700.000 millones que, a través del
Departamento del Tesoro, busca atajar la crisis de liquidez del
sector.
Casi todos llegaron al Congreso con un "mea culpa" y el
compromiso de trabajar con los legisladores para corregir las fallas
del sistema.
El presidente del Comité, Barney Frank, les instó a que
cooperaran "de buena gana" y den señales de que no sólo entienden la
"ira" sino que "están dispuestos a hacer sacrificios para que esto
funcione".
Así, el principal ejecutivo de Goldman Sachs, Lloyd Blankfein,
afirmó que jamás había visto "un abismo más grande entre la
industria de servicios financieros y el público".
Blankfein reconoció la "enorme ira del público" y la percepción
de la opinión pública, a veces "con justa razón", de que "Wall
Street perdió de vista su amplias obligaciones públicas".
También se comprometió a corregir "ciertas prácticas" y el
restablecimiento de la "estabilidad y vitalidad" del sector
financiero.
Por su parte, el ejecutivo de Bank of America, Kenneth Lewis
reconoció que los contribuyentes "quieren que manejemos nuestros
gastos cuidadosamente y proveamos transparencia sobre cómo estamos
utilizando su dinero para reactivar la economía". "Estas expectativas son adecuadas y estamos trabajando para
responder a ellas", aseguró Lewis.
Citó como ejemplo que en 2008 él y otros ejecutivos de alto nivel
pasaron de recibir bonificaciones y otros obtuvieron pagos reducidos
en un promedio del 80%.
Agregó que Bank of America, que recibió US$ 45.000 millones del programa "TARP", procesó durante el cuatro trimestre
préstamos por más de US$ 115.000 millones para individuos y
negocios.
Mientras, el ejecutivo de Morgan Stanley John Mack dijo que la
crisis de liquidez subraya la urgencia de "un cambio profundo" en el
sistema.
Su empresa ha incrementado la transparencia, modificado la
estructura de cómo distribuye las compensaciones y en general, ha
disminuido el riesgo, aseguró.
Mack reconoció que aún queda mucho camino por andar para
reconquistar la confianza del público, de los inversionistas y de
las autoridades.
La meta sigue siendo "pagarle por completo a los contribuyentes
en cuanto sea posible", enfatizó.
Jamie Dimon, de JPMorgan Chase, dijo que apoya la creación de un
agente que supervise a los mercados financieros estadounidenses para
responder a algunas de las "debilidades" del sistema y "cerrar las
brechas" en el sistema regulatorio.
El republicano de mayor rango en el Comité, Spencer Bachus, dijo
a los banqueros que todos tienen que poner de su parte para
"recuperar la confianza" de la opinión pública.
En paralelo, el secretario del Tesoro, Tim Geithner, sostuvo en
una audiencia del Comité de Presupuesto del Senado que, ante la
pérdida de tres millones de empleos en 2008 y otros 600.000 el mes
pasado, el Gobierno de Obama tomará mayores medidas para eliminar
los bienes tóxicos del sector financiero y aumentar el flujo de
créditos.
La meta, después de todo, es atajar la peor crisis financiera en
EE.UU. en 70 años.