Crecer una décima más o menos no tiene particularmente preocupado a Ignacio Briones. Al exministro de Hacienda, entre 2019 y 2021, le preocupa la tendencia de más largo plazo, ya que Chile lleva más de una década creciendo en promedio en torno al 2%.
Por lo tanto, el cierre del PIB de 2024, con una expansión anual por sobre lo esperado de 2,6%, no lo sorprende. Más bien, cree que refuerza que el país ha caído en una mediocridad en materia económica que se debe resolver con reformas ambiciosas y, en algunos casos, radicales.
“Acá la firme es que el número de crecimiento de este Gobierno en promedio, que va a estar en torno al 2%, no va a ser distinto del promedio que llevamos dese hace más de una década. Y ese es el tema de fondo. Eso es lo que debería preocuparnos. Eso es absolutamente mediocre y absolutamente insuficiente, y podemos cambiarlo y debemos cambiarlo”, recalca el académico de la Universidad Adolfo Ibáñez (UAI), presidente de Horizontal e integrante del equipo de campaña de la candidatura de Evelyn Matthei.
“Es una buena noticia que el país tenga un cierto consenso de que el crecimiento importa y que importa harto y que no cae del cielo”.
- ¿Qué le pasó a Chile? Porque la discusión sobre el bajo crecimiento no es de hoy precisamente.
- Hay sectores que no se han tomado en serio el tema del crecimiento.
- ¿Como cuáles?
- El propio Gobierno reconoció que no estaba en sus prioridades y es una buena noticia que el país tenga un cierto consenso de que el crecimiento importa y que importa harto y que no cae del cielo. Que tampoco depende del voluntarismo. Depende de tener políticas estructurales con miradas a largo plazo, con mirada estratégica, muy ambiciosa, muy agresiva y alineada con el norte. Crecer requiere pasar de la boca a la acción.
Entonces, por el lado de la izquierda, yo siento que daban el crecimiento por sentado. Y, por eso, subimos impuestos a las empresas y le ponemos todo tipo de problemas a la inversión. Algunos incluso hablaban de decrecer.
“La propuesta (de Matthei) tiene el valor de señalizar que lo que hagamos en materia de impuesto corporativo tiene que ser grande. Obviamente tiene que ser fiscalmente compensado. Hoy las arcas fiscales no dan, pero ojo que no es tan prohibitivo”.
- ¿Y por el lado de la derecha, hay una autocrítica?
- Por el lado de la derecha, me parece también que tendemos a echarle la culpa a factores, a causas específicas. Por ejemplo, decir que todo nuestro problema del crecimiento es la mala reforma tributaria de (Michelle) Bachelet, que fue muy mala, pero que en el fondo uno busca una excusa para no hacerse cargo del problema. Creo que la primera cuestión es entender que este es un problema estructural de larga data.
Entre 2013 y 2023 crecimos al 1,9% promedio, y en términos per cápita 0,6%. Eso frustra expectativas y genera malestar. Es un deber revertir eso y se puede. La productividad viene cayendo desde fines de los 2000. Esa es la verdad.
Entonces, me alegro que el crecimiento esté como prioridad de todos, pero no basta con decirlo, hay que pasar de la boca a la acción. Hay que acordar reformas.
Entonces, la autocrítica a nivel país es no tener esa mirada larga y ambiciosa que Chile tiene que tener. La tuvo y la podemos volver a tener. Yo creo que ese es el mensaje que debiera unirnos.
Es más, me atrevo a decir que lo que se haga de aquí en adelante requiere un set de medidas muy ambiciosas, muy jugadas, que respondan a ciertos acuerdos básicos que pongan el crecimiento como primerísima prioridad.
“El voluntarismo es nefasto en política y en materia económica. Lo aprendimos con este Gobierno, quedó claro que la buena voluntad no cambia las cosas. Basta de voluntarismo y comprarse cantos de sirena de quién grita más fuerte o es ‘más refundacional’”.
- Parece difícil lograr algo así, dada la fragmentación actual.
- Cuando digo que hay que pasar de la boca a la acción, lo primero es entender que las reformas estructurales pasan por el Congreso. Y eso requiere lograr ciertos consensos básicos. De cara al crecimiento, hay ciertas bases que hoy están arriba de la mesa que son positivas.
Pero la idea del voluntarismo, de decir simplemente porque yo soy más choro, soy mejor, tengo mejor voluntad, espero que hayamos aprendido que no sirve.
Lo aprendimos con este Gobierno, quedó clarísimo que la buena voluntad no cambia las cosas. El voluntarismo es nefasto en política y en materia económica. Basta de voluntarismo y comprarse cantos de sirena de quién grita más fuerte o es “más refundacional”. Aquí debemos hacer la pega en serio.
Impuesto en 18% y megarecorte de gasto
- ¿Cuáles son esas bases que considera positivas?
- Número uno: existe bastante consenso que el impuesto corporativo en Chile es alto. El propio Gobierno ha propuesto una reforma que lo baja, que tiene otros problemas, que la baja probablemente sea muy insuficiente, pero ese diagnóstico está y eso no estaba hacia la izquierda.
Número dos, hay espacio para pensar en términos muy prácticos en esquemas de invariabilidad tributaria. Nos hemos transformado en un país más incierto en materia tributaria, cada Gobierno hace una reforma que cambia las reglas del juego. Y cuando uno se pone más incierto, toman valor los seguros.
Entonces, hay que ofrecer un seguro tributario voluntario con un único norte, que es atraer más inversión. Necesitamos la inversión y eso no es ideología, eso es pragmatismo. Ya eso es algo que le interesa a la derecha, porque es crecimiento, es emprendimiento; y a la izquierda también le debería importar porque hemos aprendido que si no crecemos, los ingresos fiscales no dan. Ese es otro consenso: no hay plata y hay que decirlo tal cual.
El otro consenso importante es el de los permisos, un tema completamente instalado y transversal.
- El Gobierno ha ido avanzando en esa materia en el Senado.
- Tiene mucho valor que el Gobierno tenga un proyecto de ley que es parcial, que es insuficiente, pero que pone una primera piedra sobre la cual hay que construir el muro completo, la casa completa.
Creo que si la permisología es un impuesto indirecto a la inversión y un impuesto grande, uno no saca mucho si baja los impuestos corporativos; y este otro impuesto indirecto a la inversión, se mantiene tan alto.
Hicimos una propuesta con Óscar Landerretche, Raphael Bergoeing y Andrea Butelmann de movernos a una lógica de permisos en base cero. ¿Qué significa esto? Esencialmente, que usted defina el estándar del permiso todo lo elevado que quiera para proteger el bien público ambiental que queremos defender. Pero definido eso, las regulaciones y los permisos funcionales a dicho objetivo, todo ello que pulula alrededor y que es enredado, que complica, que alarga los tiempos y genera incertidumbre, borrémoslo.
- Volviendo al tema del impuesto corporativo, ¿qué le parece que la oposición haya rechazado que se compensara la rebaja con alzas de otros impuestos? No parece muy coherente con la preocupación que hay sobre las finanzas públicas.
- La objeción principal es que esto tiene una letra chica que es un peaje muy alto a pagar, que es rebajar un par de puntos la tasa corporativa pero desintegrar el sistema. Yo encuentro que eso es un retroceso.
Si a algo Chile tiene que volver, es a integrar para simplificar y la desintegración es un impuesto infinito al crecimiento de las Pymes.
- Ahora, la propuesta tributaria de Evelyn Matthei contempla una rebaja importante del impuesto corporativo, de 27% a 18%. ¿Cómo se logra?
- La propuesta tiene el valor de señalizar que lo que hagamos en materia de impuesto corporativo tiene que ser grande. Obviamente, tiene que ser fiscalmente compensado. Hoy las arcas fiscales no dan, pero ojo que no es tan prohibitivo.
Nosotros calculamos en la Comisión Marfán que el costo de cada punto de rebaja son 0,15% del PIB. Voy a hacer el ejemplo llevándolo de 27% a 20%. Estamos hablando de un punto del PIB, pero con el efecto de segunda vuelta, dado que el impacto en inversión y crecimiento también allega recursos. Por lo tanto, estamos hablando de un costo de 0,6% del PIB de bajar de 27% a 20%.
Es un orden de magnitud que no es una cosa inabordable. Ahora, hay que abordarlo compensadamente.
- ¿De qué forma se puede compensar?
- Número uno: seguir eliminando exenciones. Ahí tú puedes encontrar la mitad de esa recaudación sin ningún problema.
- ¿Y ampliar la base de personas que pagan impuesto a la renta?
- La discusión no es algo que esté zanjado.
También está la discusión de eficientar el gasto, que cuando fui ministro lo empujé con mucha fuerza. Es un imperativo moral, porque al final el Estado trabaja con plata que viene de las personas. Entonces uno está obligado a mostrarle a la gente que gasta bien.
- Pero recortar US$ 6.000 millones no parece algo fácil.
- Son 0,4% del PIB por año. US$ 1.500 millones por año.
- ¿Se puede? Lo pregunto desde su experiencia como ministro también.
- De todas maneras. Ahora, no es fácil. Nosotros hicimos eso en pandemia, lo que ayudó bastante. Recortamos gastos administrativos, congelamos contrataciones, aumentos de grado, remuneraciones. Y en ese entonces hicimos 0,7%-0,8% del PIB.
Entonces, se puede y es fundamental hacerlo ahora. No perdamos las proporciones. O sea, hay gente que cree que acá se pueden cortar cinco puntos del PIB como en Argentina. Eso no es así. La candidata lo ha dicho bien, ha hablado de US$ 6.000 millones en cuatro años, eso es posible.
Pero ojo, como ha dicho el Consejo Fiscal Autónomo, estas cosas son difíciles y tienen que estar en el marco de estos acuerdos básicos, porque cuando uno va al Parlamento con el Presupuesto, la verdad es que las presiones son altas. Hagamos un acuerdo marco de cómo va a ser el Presupuesto en los próximos cuatro años, no en un año. Acordemos objetivos, pero no va a poder ser lo de antes. Hay que ir a cuestiones que son menos prioritarias. No todo puede ser igualmente prioritario. Al final, gobernar es priorizar. De eso se trata.
El ajuste fiscal tiene que ocurrir y hay que explicárselo a los chilenos con mucha claridad.
- ¿Cómo ha visto la gestión del ministro Marcel en materia fiscal? Ya prepara un importante recorte del gasto público a anunciarse en abril.
- Primero, en el 2023 no se cumplió la meta. La propuesta de meta de balance estructural que había en el Presupuesto era 2,1% y terminó siendo 2,7% del PIB. Es una desviación de 0,6 del PIB, eso es grande. Si uno suma esa desviación a la del 2024, hablamos de casi dos puntos del PIB de desviación sin mediar crisis. Son US$ 7.000 millones de mayor gasto. Por lo tanto, yo no minimizaría eso, tal cual lo dijo el propio ministro. El ministro partió muy bien, cumplió la meta el 2022 con el ajuste que venía del último Presupuesto del Presidente Piñera.
Para este año veo muy difícil que pueda cumplir la meta de déficit estructural de 1,1% del PIB, pero todo lo que se haga para acercarse a ese número, bienvenido. Ojo, ojalá que ese ajuste de gasto no se haga en inversión, porque es como hacerse trampas al solitario.
“La primera reforma procrecimiento, si se toma en serio, es la del sistema político”
Briones lamenta que la modificación al régimen político esté entrampada en el Congreso.
- Con Óscar Landerretche, Andrea Butelmann y Raphael Bergoeing presentaron a inicios de enero una propuesta de “pacto de desarrollo”, abordando 13 verdades incómodas. ¿Espera que sea una propuesta que acojan las candidaturas presidenciales?
- Creo que si Chile, en la discusión que viene política y presidencial es capaz de acordar ciertas cuestiones mínimas, uno puede ser optimista de cara al futuro.
Chile hoy es un bono al 2%, un país que crece al 2% casi pase lo que pase. Tuvimos estallido, tuvimos pandemia, tuvimos inestabilidad política, dos procesos constituyentes y ahí está el 2% parejito, que sabemos que es mediocre, insuficiente, pero no nos estamos cayendo por la cornisa. La pregunta entonces es cómo salimos de ese 2%, cómo tomamos la opción de irnos al 4%-5%. Y eso requiere volver a acuerdos potentes en reformas estructurales como los que hubo luego del retorno a la democracia, que tuvo sectores de centroizquierda y sectores que dijeron este es el camino. Para allá vamos. Y es lo que tiene que volver a hacer Chile. No es repetir lo mismo, pero ese énfasis, ese norte, esa mirada estratégica con optimismo, que salga del pesimismo simplón, ramplón que nos tiene aletargados, pero sin ofrecer una cuestión que sea voluntarista. Estoy convencido que se puede. Y esa es la invitación de este trabajo.
- ¿Y cómo lograr acuerdos si la reforma al sistema político está entrampada?
- Yo creo que con mayor razón, dado que nos farreamos la posibilidad de reformar el sistema político y los incentivos hoy día son la fragmentación, se redobla la necesidad de, en paralelo, buscar ciertos acuerdos básicos, de forma tal de que en el Congreso, con toda esa fragmentación que haya, haya un cierto piso mínimo de acuerdos que nos permitan decir vamos para allá.
Yo soy de los que creo, y lo dijimos en mayúscula en la Comisión Marfán, que la primera reforma procrecimiento, si uno quiere tomarse en serio el crecimiento, es la del sistema político. Y eso ilustra, creo, hasta qué punto nos quedamos en las palabras y no en la acción.
Si el Gobierno de verdad le interesa el crecimiento, bueno, en lugar de haber puesto una indicación para eliminar el umbral, haber hecho todo lo posible por mantenerla. Entonces empieza a ser poco creíble, porque esa cuestión es una condición necesaria. Y todos deberíamos estar atrás de una reforma que empiece a avanzar en generar incentivos a la mejor toma de decisiones, porque de nuevo, el crecimiento no cae de los árboles, depende de la inversión, el emprendimiento, la innovación y eso responde a incentivos. Y esos incentivos se llaman políticas públicas. Así de simple.
- ¿Lo que ocurrió en el acuerdo en pensiones fue un espejismo?
- Creo que hay sectores que son capaces de ofrecer gobernabilidad en esta línea a Chile. Si uno mira lo que pasó en pensiones, por ejemplo, con todos los años que nos demoramos como país en sacarlo, es una reforma que era estrictamente necesaria. Se logró lo que yo creo es un muy buen acuerdo de pensiones, que refuerza la capitalización individual como columna vertebral del sistema, que vamos a tener más inversores privados con más competencia y es una buena reforma, como lo han dicho muchos actores del mercado en estos días. Pero también entrega una señal de gobernabilidad, que todavía es posible encontrar ciertos acuerdos, incluso en cuestiones complejas y grandes como es la reforma previsional.