Las opciones que tiene Chile para lograr un sector agrícola más resiliente al cambio climático
El impacto del fenómeno climático en los sistemas agrícolas afectaría el crecimiento, la productividad y contenido nutricional de los alimentos.
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Los efectos negativos del cambio climático son cada día más evidentes y, lamentablemente, se espera que aumenten en los próximos años. La agricultura es un sector clave para la economía chilena: más o menos el 31% de las empresas nacionales están involucradas en esta industria, que se vería gravemente afectada por las transformaciones que está sufriendo el planeta.
Ante eventos complejos, como la crisis financiera global o la pandemia del Covid-19, la agroindustria ha mostrado mayor resiliencia que otras industrias nacionales. Dado que es una fuente importante de ingresos y empleo -sobre todo en áreas rurales-, el Banco Mundial decidió dedicarle al sector una de sus “Piezas para el Desarrollo”, trabajadas en alianza con DF.
El organismo sugiere que para mantener su liderazgo en los mercados internacionales, Chile necesita adoptar tecnologías que permitan aumentar la producción y resiliencia de la agroindustria, garantizando la sostenibilidad del suelo y el recurso hídrico.
Katie Kennedy Freeman, economista senior en Agricultura del BM, recuerda que el impacto del cambio climático en los sistemas agrícolas afectaría el crecimiento, la productividad y contenido nutricional de los alimentos.
“Dichos impactos se harán sentir en los sistemas agrícolas y en etapas posteriores del sistema alimentario”, explica, y detalla que estas son el procesamiento, transporte, distribución y eliminación de productos alimentarios. La experta, además, alerta que estos efectos tendrán “costos financieros y nutricionales importantes”.
El análisis clasifica en tres categorías los desafíos que enfrenta Chile en materia de adaptación a la vulnerabilidad climática: están los retos medioambientales, en gestión de riesgo y de mercado.
La ruta que se sugiere
Felipe Lizana, consultor en Agricultura del BM, explica que es fundamental que el sector reduzca su vulnerabilidad al cambio climático, fortalezca su capacidad de resiliencia y construya nuevas bases de competitividad para aprovechar las oportunidades del mercado para producir alimentos con bajas emisiones y cuidado del recurso agua y suelo. Todo esto, usando técnicas de Agricultura Climáticamente Inteligente (CSA, su sigla en inglés).
Al plantear el agua y riego como el desafío a corto plazo, las acciones que se recomienda tomar son promover la inversión y capacitación en riego tecnificado, de la mano de aumentar la conciencia sobre el contexto actual de déficit hídrico, y promover la información y transferencia de tecnología a los usuarios del agua.
También se propone mejorar la inversión en embalses pequeños, promover la infraestructura de los sistemas de captura de aguas lluvia y aumentar las inversiones en infraestructura energética asociada al riego.
De no adoptarse estas medidas, la entidad alerta que se podría reducir la cosecha y producción, lo que al mismo tiempo implicaría menores ingresos para los agricultores y un aumento de la cesantía.
Para construir resiliencia ante el cambio climático para los pequeños agricultores y agricultura familiar, el BM insta a reconocer la doble contribución de la asociatividad como estrategia comercial y productiva, así como un instrumento para mitigar los riesgos y superar la pobreza. También invita a reconocer múltiples formas de asociatividad -como con comunidades indígenas-; y propone mejorar la coordinación intersectorial para apoyar a las asociaciones de agricultores.
Si no se toman cartas en el asunto, se anticipa que podría subir el costo de transacción para agricultores individuales y que estos no tendrían acceso a cadenas de alto valor.
De cara a elevar la posición de Chile como líder en la producción agrícola de bajas emisiones, se invita a promover las tecnologías CSA y la Investigación y Desarrollo (I+D). También se sugiere incluir la agricultura “sin laboreo”, la restauración de praderas, la plantación de bosques comerciales, la fijación del nitrógeno biológico y el tratamiento de los desechos animales en la producción agrícola, así como promover la integración de los cultivos, la ganadería y la silvicultura.
No hacerlo podría llevar a la pérdida de acceso a mercados de alto valor y a que el sector agrícola no contribuya en las metas climáticas fijadas por Chile.