José Luis Daza: “Hay en Chile una proliferación de ideas de los 60 y 70 que generaron pobreza en la región”
Desde EEUU, el economista chileno plantea que los inversionistas extranjeros están “a la espera” del resultado del debate constitucional.
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José Luis Daza mira con inquietud la situación social, política y económica de Chile, ad portas del inicio de la discusión constitucional con la convocatoria de la primera sesión de la Convención el 4 de julio.
El economista chileno y CEO de QFR Capital Management tiene la preocupación de que la nueva carta magna sea más parecida a la de Brasil. O sea -dice-, con muchos derechos sociales garantizados, pero sin una contraparte de financiamiento estatal.
Desde Wall Street, el doctor en Economía de Georgetown percibe que los inversionistas extranjeros aún mantienen cierta confianza en la economía chilena, distinguiéndola del resto de la región.
Pero, advierte que están en compás de espera y expectantes ante la nueva etapa institucional que vive el país.
- Ya ha pasado un mes desde la elección de convencionales constituyentes. El mercado anotó una fuerte caída inicialmente, pero se ha moderado en lo más reciente. ¿Qué reflexión hace del resultado?
- El resultado es claramente peor para la derecha y el centro de lo que esperaban, pero estaba dentro de los escenarios factibles. Fue un riesgo que parte de la derecha y el centro estuvieron dispuestos a tomar al apoyar una asamblea constituyente.
- Días después del resultado, las clasificadoras enviaron comentarios poniendo paños fríos a la inquietud del mercado, mientras que las encuestas económicas mantienen un alto crecimiento para este año. ¿Ya se diluyó el impacto en expectativas?
- No soy admirador del análisis de las calificadoras de riesgo en estas materias. No son particularmente visionarias. Las normas de la nueva Constitución regirán en los 30 o 50 años después de su adopción, pero son irrelevantes para el ciclo económico del 2021.
- Desde el 18 de octubre se ha instalado una crítica a los últimos 30 años y a la denominada “tecnocracia”. ¿Como país nos mareamos con el éxito económico de los últimos 30 años y nos olvidamos de subir a todos al carro del progreso?
- Los números muestran exactamente lo contrario. Ningún país de Occidente obtuvo mejoras en su estándar de vida de los más pobres como las que tuvo Chile. Solamente comparable a algunos países de Asia. Pero la narrativa, la historia que los seres humanos construyen y repiten, es más poderosa en la imaginación de la gente que la realidad demostrada por los números.
- Como alto ejecutivo chileno en Wall Street, ¿hace alguna autocrítica respecto a lo que han sido estos últimos 30 años de progreso, pero que a su vez no lograron incorporar a todos al crecimiento económico?
- La premisa de la pregunta es ampliamente aceptada en Chile aunque es demostrablemente falsa. Usando cifras del Banco Mundial, entre 1987 y el 2015, entre más de 150 países, Chile es el número 1 en el mundo en bajar la pobreza. ¿Me puede decir en qué otra cosa Chile es número 1 en el mundo? En los últimos 30 años en todos los países desarrollados y prácticamente todo en el mundo la distribución del ingreso empeoró, Chile se desancló de esa tendencia mundial y bajó los índices de inequidad (Gini).
Hay un estudio de Rodrigo Valdés que muestra que entre 1990 y 2015 el ingreso per cápita del decil más pobre aumento 440%, mientras que el ingreso del decil más rico lo hizo en 208% en el mismo periodo.
La idea de que el crecimiento en Chile no incorporó a todos es completamente falsa. De tanto repetirse, la gente la acepta como realidad.
- Entonces, ¿a qué atribuye el descontento en el país? Muchos analistas interpretan el resultado de la Convención Constitucional como una manifestación de ese malestar.
- Son muchos los factores que llevaron a la situación actual. Pero creo que hay dos causas centrales: el colapso del crecimiento económico y la percepción de que la inequidad económica se extendía a la inequidad en la aplicación de las reglas del juego.
El estancamiento destruye la movilidad social, destruye las expectativas de mejores ingresos, de mejores empleos, destruye los sueños de alcanzar una calidad de vida mejor. Cuando baja el crecimiento, se frena el progreso. Baja la marea y quedan al desnudo las características menos atractivas, más injustas de la sociedad. Estancamiento y percepción de injusticia potencian la frustración.
- ¿Quién tiene la responsabilidad de este descontento: la clase política, la clase empresarial?
- Fallaron muchas instituciones y personas asociadas a ellas. La colusión de empresas y las mínimas penas que enfrentaron los responsables hicieron un daño devastador a la legitimidad del sistema económico.
Políticos de izquierda y derecha financiados ilegalmente sin consecuencias mostraron la impunidad que otorga el poder político.
Instituciones históricamente admiradas como Carabineros vieron su alto mando en vulgares actos de corrupción. La iglesia Católica y todo el desastre en abusos sexuales de menores y la impunidad de los abusadores. Se generó una percepción de que hay reglas del juego para la población general y otras reglas para quienes están cerca del poder. Pero todas esas fallas son corregibles manteniendo las virtudes del sistema económico.
- Hasta el momento, los empresarios y los presidentes de las cámaras binacionales de comercio han señalado que esperan que el proceso constitucional se desarrolle con tranquilidad, respetando la institucionalidad y han ratificado su compromiso de largo plazo con el país. ¿Da aquello para pensar que tendremos un proceso ordenado?
- Yo veo enorme incertidumbre. En el momento en que vamos a definir las reglas del juego de la sociedad para las próximas décadas, hay en Chile una proliferación de ideas de los 60 y 70 que en Latinoamérica generaron pobreza, retraso económico y deterioro dramático de los principales índices de bienestar social. No sé en qué basan sus opiniones los líderes a que usted alude.
- ¿Cuánto ruido en el exterior produce lo que han dicho algunos constituyentes respecto a las restricciones a la inversión extranjera y expropiaciones sin compensaciones, por ejemplo?
- Hay enorme sorpresa y confusión por lo que viene pasando en Chile desde 2019. Se veía a Chile como un país moderno, razonable, donde imperaba el Estado de Derecho, donde primaba el conocimiento especializado. Hay mucha gente en estado de shock al oír en Chile algunas ideas normalmente asociadas a regímenes extremos como el de Venezuela. Pero hay inercia en las evaluaciones de países. Hay gente que todavía piensa que Chile es diferente al resto de América Latina. Creo que los extranjeros están mayoritariamente a la espera.
- ¿Y usted qué piensa? ¿Chile hoy se parece al resto de América Latina?
- Mucho. Pero más importante de lo que pueda decir yo es lo que dicen indicadores de riesgo de Chile. La prima de riesgo de activos financieros chilenos hoy se comporta igual que los del resto de la región. Su correlación, covarianza con indicadores de riesgo globales son similar a la de países de la región. Antes del 2019 no era el caso: la prima de riesgo de activos chilenos se comportaba como la de países desarrollados.
- ¿Qué rol cree que tendrá el Estado en la economía post discusión constitucional?
- Espero sinceramente equivocarme, pero todo apunta a que el Estado será el repositorio de aspiraciones y sueños de muchos quienes están en la asamblea.
Hay un riesgo de que terminemos con una Constitución con similitudes a la de Brasil, en la que “garantizó” todos los derechos imaginables, mató el crecimiento y creó un Estado sobredimensionado, hipertrofiado, incapaz de resolver problemas. Terminó generando pobreza masiva y corrompió a todos los estamentos de la sociedad: sector público, privado, políticos. Obligó a la población a ser cómplice de actos de corrupción para poder sobrevivir. Ojala que no sea el caso.
"Me sorprendería si el crecimiento de la
próxima década fuera más alto que 2,1%"
- El Banco Central actualizó sus proyecciones en el Informe de Política Monetaria (IPoM), anticipando un crecimiento de hasta 9,5%. ¿Es una cifra sostenible para este año?
- Chile va a crecer a tasas anormalmente altas en el 2021. Es factible y extremadamente positivo, aunque el número no tenga mayores consecuencias para el largo plazo. Parte es producto de la política fiscal, de la política monetaria, de la demencia de los retiros de las AFP, y la extraordinaria génesis de esta recesión.
Antes de la pandemia, la economía chilena no crecía, pero tenía bases sólidas sin grandes desequilibrios.
- Para los próximos años, sin embargo, el banco recortó sus proyecciones de crecimiento a cifras cercanas o por debajo del 3%. ¿Qué cree que incorporan esas proyecciones menos optimistas hacia adelante?
- Me sorprendieron por su optimismo las proyecciones de crecimiento de largo plazo. Si se dan, debemos celebrar.
En la última década, Chile creció a una tasa anual de 2,1%. Todo indica que habrá un clima antimercado, antisector privado, antigeneración de riqueza incluso mayor al que introdujo Bachelet en su segundo gobierno. Me sorprendería si el crecimiento de la próxima década fuera más alto que el de la recién pasada.
- ¿Qué debe hacer el país para retomar tasas de crecimiento más allá del 2,5% que se visualiza hoy? ¿O ya tenemos que olvidarnos de los niveles de crecimiento que vimos en el pasado?
- La lista es larga para enumerar en una entrevista. Pero empezaría por cambiar el foco de las políticas públicas de uno asistencialista a uno que se concentra en aumentar la productividad de toda la economía, en especial de la población más pobre. Es un cambio filosófico. Más crecimiento y menos asistencialismo. Necesitamos flexibilizar, simplificar el marco regulatorio, y sobre todo terminar con las políticas anti inversión que han predominado en los últimos diez años.
Parte importante del gasto estatal es un pozo negro de productividad que captura recursos, pero parece que el Estado crecerá. No soy optimista.
"Si la derecha sigue así, perderá en
el campo de las ideas y en el político"
- ¿Cómo ha visto la reacción del Gobierno ante la pandemia en materia económica?
- En términos generales, la respuesta ha sido buena tanto en tamaño como en contenido. Es el segundo programa más grande en las Américas, después de Estados Unidos. Está entre los paquetes de ayuda más grandes del mundo. Pero queda la impresión que el Gobierno fue reactivo, respondiendo a presiones, no por iniciativa propia.
- ¿Cree que el Gobierno abandonó su ideario al, por ejemplo, apoyar retiros de fondos de AFP y ahora analizar una pensión básica universal?
- El Gobierno comenzó a ceder en su ideario económico muy temprano. Lo termina de abandonar completamente cediendo a la violencia del 2019. Grupos que no pudieron ganar en las urnas, mediante violencia callejera muy extrema, consiguieron derribar el programa de un gobierno que poco tiempo antes ganó democráticamente con el apoyo del 55% de la población.
- ¿Cuán responsable cree que es el Gobierno de la debacle electoral que ha sufrido la derecha en el último mes?
- Es difícil cuantificar. A nivel mundial la dinámica política está afectada por la pandemia. Se ve en todos los países. La frustración de la gente frente a las cuarentenas y la brutal caída económica castiga el apoyo a un gran número de gobiernos. En Estados Unidos, sin Covid, probablemente Trump habría sido reelecto.
- ¿Cómo ve la carrera presidencial hasta el minuto? ¿Alguna preferencia?
- Ninguna preferencia definida, pero el marco ideológico en que se desarrolla no es auspicioso. Gran parte de la derecha aceptó la narrativa falsa que se impuso en Chile y están haciendo propuestas dentro de ese marco intelectual. Si siguen así, perderán en el campo de las ideas y en el político.
- Todo apunta a que la reforma previsional quedará para un próximo gobierno. ¿Es el principal fracaso del país de los últimos 15 años?
- El mayor fracaso de Chile es haber abandonado la forma de hacer políticas públicas más exitosa de su historia. El respeto por el conocimiento especializado fue reemplazado por el cliché y la ideología. Poco a poco mataron la capacidad de crecer. Eso impidió resolver problemas como el de las pensiones, bajos salarios, salud.
El mayor fracaso fue no profundizar y perfeccionar un sistema económico que realistamente conducía a Chile a ser el primer país desarrollado en A. Latina. Sin crecimiento, desaparecieron oportunidades para las clases medias y bajas y surgieron las oportunidades para el populismo.