Las mujeres locales viven, en promedio, con 13 años de discapacidad, mientras que en el caso de los hombres son nueve años.
Las mujeres chilenas sufren un 28% más de tiempo de mala salud que los hombres, lo que repercute directamente en el crecimiento del país, según evidenció un estudio elaborado por McKinsey Health Institute (MHI) y el Foro Económico Mundial.
La medición mostró que las mujeres locales viven, en promedio, con 13 años de discapacidad, mientras que ellos lo hacen nueve años. Y, además, el 65% de esa brecha ocurre durante la edad laboral, afectando su productividad.
Así, el cerrar dicha diferencia podría generar US$ 4.500 millones anuales de Producto Interno Bruto (PIB) en Chile para 2040.
“Reducir la discapacidad de las mujeres se traduciría en una disminución del absentismo o un aumento de las horas de trabajo, impactando positivamente la economía del país”, asegura la investigación.
Las causas
El estudio identificó nueve enfermedades que explican más de un tercio de la brecha. Entre ellas, destacan los trastornos depresivos, migraña, endometriosis, enfermedades cardiovasculares, síndrome premenstrual y cáncer cervical.
Sobre este tema, el estudio pone sobre la mesa la problemática de que muchas de estas condiciones están subdiagnosticadas y poco investigadas.
“El síndrome premenstrual y menopausia reciben menos financiamiento en investigación, incluso aquellas que afectan a una de cada 10 mujeres”, se expone.
También se menciona que condiciones de salud que afectan a las mujeres como endometriosis, menopausia, migraña, síndrome premenstrual y trastornos hipertensivos maternos no figuran o tienen un muy bajo porcentaje de presencia en las Listas Modelo de Medicamentos Esenciales de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
El rol de las empresas
Para el socio y líder de McKinsey Health Institute para América Latina, Javier Valenzuela, contar con políticas y beneficios de salud en las organizaciones -como por ejemplo cobertura médica completa, licencias de maternidad y paternidad, apoyo de salud mental- son herramientas que mejoran significativamente el bienestar de los empleados y aumenta la productividad laboral.
Desde su perspectiva, cuando se trata de la salud de las mujeres, las empresas también pueden jugar un rol fundamental “al establecer políticas empresariales informadas en las necesidades de las mujeres que reduzcan las disparidades en la salud, como políticas de trabajo flexibles y programas de salud mental”, dijo.
A su juicio, la creación de estas políticas que favorezcan la salud de las mujeres, además de contribuir a mejorar la productividad y salud laboral general, pueden contribuir a cerrar la brecha laboral.
En una misma línea, la gerenta de Asuntos Corporativos y Sostenibilidad de la Achs, Paulina Calfucoy, reforzó que las empresas y organizaciones juegan un rol clave en reducir la brecha de género en salud, especialmente en seguridad laboral y bienestar de las trabajadoras.
“Promover entornos laborales seguros y saludables, entendiendo las diferencias entre géneros y los riesgos que impactan mayormente a las mujeres, son acciones que pueden reducir accidentes y enfermedades de salud mental y cuidar de mejor forma a los y las trabajadoras. Invertir en capacitación y monitorear de manera continua los riesgoso y prevenir, crean ambientes laborales sanos y, por lo tanto, más productivos”, opinó Calfucoy.
La investigación concluye que es relevante avanzar en varios ejes para reducir las distancias entre géneros, entre ellos aumentar el estudio sobre las condiciones específicas, garantizar que la atención en salud se ajuste a las necesidades basadas en el sexo y el género, incrementar el financiamiento para mejorar la salud de las mujeres y potenciar la voz femenina en la toma de decisiones, entre otras.