La primera ministra británica, Theresa May, inició ayer una cuenta atrás de dos años para el quiebre del Reino Unido con Europa, presentando una notificación a Bruselas con la que intenta terminar con 44 años de relaciones en busca de un nuevo lugar para el país dentro del orden global. “Es un momento histórico del cual no hay vuelta”, declaró.
La carta de seis páginas fue considerada en las capitales europeas como conciliadora y flexible, pero May también hizo una dura advertencia de que la seguridad de la UE se vería “debilitada” en caso de que el país abandone el bloque sin un nuevo acuerdo exhaustivo con Bruselas.
El deseo expresado por May de una “sociedad profunda y especial”, se mezcló con una velada amenaza de que un quiebre completo con la UE podría dañar la seguridad en el bloque, lo que fue reforzado luego por la secretaria de Asuntos Interiores, Amber Rudd, quien subrayó que el Reino Unido es el mayor contribuyente a Europol, el organismo europeo que lucha contra el crimen. “Si salimos, nos llevaremos nuestra información con nosotros”, afirmó Rudd.
Pero los funcionarios europeos prefirieron enfocarse en el tono conciliador de la mayor parte de la carta y del discurso de May ante el parlamento, realizado justo cuando el documento llegaba a las manos del presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk. La presentación de la carta, la primera notificación de salida en los 60 años de historia de la UE, fue recibida con muestras de humor negro de parte de Tusk: “Después de nueve meses, el Reino Unido por fin parió”. Más tarde, sin embargo, el líder europeo ofreció una evaluación más sobria: “Por ahora, nada ha cambiado. Las leyes de la UE continuarán aplicándose al Reino Unido y dentro de él. Ya los estamos extrañando. Gracias y adiós”.
Pero el enfoque de Downing Street causó críticas dentro de la nación. Nick Macpherson, ex secretario permanente del Tesoro, tuiteó: “El crimen y el terrorismo no respetan las fronteras. No es una amenaza creíble vincular la cooperación a un nuevo acuerdo comercial”. La mayoría de los diplomáticos de la UE fueron menos críticos, señalando que May estaba simplemente tratando de usar el llamado “superávit de seguridad” británico para reforzar una posición negociadora débil.
“Tienen dos formas de apalancamiento: seguridad y dinero”, señaló un funcionario europeo. “No pensaban ofrecer un gran monto de dinero en la carta, así que el tema de la seguridad era previsible”, agregó.
La primera ministra británica calificó la activación del artículo 50 como “el gran momento crucial en nuestra historia nacional”, pero su discurso ante la Cámara de los Comunes también marcó un giro hacia un tono más suave. May prometió partir las negociaciones con un espíritu de “respetuosa y sincera cooperación”.
May también llamó a tempranas conversaciones técnicas sobre “un acuerdo de libre comercio atrevido y ambicioso” que cubra servicios financieros, incluyendo nuevos mecanismos para crear un campo regulatorio entre el Reino Unido y la UE. Dijo que quiere terminar con el rol del Tribunal Europeo de Justicia (ECJ) en la legislación británica, pero dejó abierta la posibilidad de algún tipo de influencia del ECJ en asuntos políticos, como disputas comerciales y de divergencia regulatoria.
También insinuó que puede ser imposible concretar un nuevo acuerdo comercial en dos años, diciendo que es vital que las empresas no queden en tierra de nadie en 2019.
May además reconoció que el Reino Unido deberá pagar un precio. “Sabemos que perderemos influencia sobre las reglas que afectan a la economía europea”, escribió en la carta. Fue, de hecho, una súplica a los líderes europeos para que no “castiguen” al Reino Unido dos veces.
Mientras tanto, la canciller alemana, Angela Merkel, eligió asumir una línea dura respecto de la secuencia de las negociaciones, señalando que las relaciones entre el país y Bruselas solo podrán ser discutidas después de que se haya logrado un “acuerdo de divorcio”.