Golpeados por los fuertes vientos en las traicioneras aguas del Cabo de Hornos, el mes pasado una tripulación de militantes del gobierno argentino se vio obligada a abandonar el velero en que se trasladaban. Intentaban inspirar un sentimiento nacionalista pero tras un fallido intento de rescate, tuvieron que abandar la embarcación llamada Sanmartiniana en honor del padre de la patria, José de San Martín, que continuó navegando a la deriva hasta las islas Falklands (Malvinas).
La ironía no se le escapó a nadie en Buenos Aires. Quienes critican a la presidenta Cristina Fernández vieron el naufragio como una metáfora de su gobierno.
Durante la última década, Argentina se benefició del auge de los precios de las materias primas, que impulsó el crecimiento anual promedio a cerca de 4%. La mandataria rápidamente se atribuyó ese éxito. Pero mientras se prepara para terminar su administración, está dejando un país en serios aprietos económicos, cargado de un enorme déficit fiscal, inflación de dos dígitos y reservas internacionales en niveles gravemente bajos.
“Argentina se quedó sin camino”, aseguró Patrick Esteruelas, analista de EMSO Partners, una administradora de activos del mercado emergente. “La duda no es si habrá o no ajuste (económico). La verdadera pregunta es si el próximo gobierno se moverá con rapidez, o si el mercado terminará haciendo el ajuste por ellos”.
Impedida por la Constitución a postularse como candidata para un tercer mandato, muchos creen que la salida de Cristina Fernández ofrece un punto de inflexión para la tercera economía latinoamericana. Pondrá fin a doce años de gobierno izquierdista que la presidenta compartió con su predecesor y difunto marido Néstor Kirchner, que asumió en 2003 con Argentina tambaleándose tras el default de su deuda por US$ 100.000 millones.
En aquel entonces, otros líderes populistas o de centroizquierda, como el venezolano Hugo Chávez y el brasileño Luis Inácio Lula da Silva, también arrasaban haciéndose con el poder en toda América del Sur. En un golpe de suerte, su ascenso coincidió con un período de auge en los precios de los commodities.
Sin embargo, ahora el boom llegó a su fin con tumultuosas consecuencias para algunos de los que estaban más expuestos. En Brasil y Venezuela, los sucesores de Chávez y Lula da Silva están enfrentando crisis políticas y económicas sin precedentes.
Argentina no está en un estado de peligro comparable. Pero hay consenso entre los candidatos presidenciales en que el ganador de las elecciones tendrá que moverse con rapidez para desatar un complicado nudo de problemas económicos y evitar una crisis similar en el país.
Lo que distingue a los candidatos es la velocidad con la que prometen resolver esos problemas. Por ahora la carrera viene demasiado pareja, gracias a un sistema de votación que contempla la segunda vuelta si el ganador obtiene menos de 45% de los votos o 40% pero menos de 10 puntos porcentuales de diferencia con el siguiente candidato.
Encabezando las encuestas, con cerca de 37%, está Daniel Scioli, que tiene el respaldo de Fernández. El llamado candidato de la continuidad prometió sólo un cambio “gradual”.
Su principal rival es Mauricio Macri, que se comprometió a recuperar la credibilidad de las instituciones, como el Poder Judicial, el banco central y los medios de comunicación que reciben fuertes presiones del gobierno y a abrir la puerta a la inversión extranjera.
Clave para el resultado final es Sergio Massa, el ex jefe de gabinete de Cristina Fernández que se separó del gobierno. Si bien se ubica en un distante tercer lugar, con 20% de los votos, la manera en que se divida su apoyo en un ballottage entre Scioli y Macri podría determinar al eventual ganador.
“La elección sigue muy abierta, con un desempate... altamente probable”, aseguró Laurence Allan de IHS, la consultora de riesgo.
Sin bien esos desafíos son abrumadores, no son una misión imposible. Incluyen bajar un déficit fiscal equivalente a 7% del PIB que hoy se financia con impresión de dinero; inflación que los analistas privados estiman cercana a 20%; la moneda sobrevaluada con un mercado negro en alza; un superávit comercial que está desapareciendo con rapidez; controles de capitales; y reservas extranjeras que se contraen.
Sin embargo, para los mercados financieros lo más importante es si el nuevo gobierno podrá resolver la batalla de US$ 1.300 millones con los holdouts (los tenedores de bonos que no concurrieron a los dos canjes de deuda convocados por Argentina) que hace una década mantiene al país fuera de los mercados de capitales.
Argentina se convirtió en un paria financiero y muchos esperan que con un arreglo aumente el ingreso de capitales.
Otros confían menos en la escala del atractivo financiero. Aun habiendo acuerdo, los inversionistas ya no están tan interesados en los mercados emergentes como cuando estaban altos los precios de las materias primas y cuando las tasas de interés occidentales ultrabajas impulsaban la búsqueda de un rendimiento adicional.
Pese a que Cristina Fernández encabeza un gobierno que la oposición describe como orgulloso, caprichoso, heterodoxo, vengativo y hasta corrupto, sus índices de popularidad son cercanos al 50%, lo que podría restringir el espacio de maniobra para su sucesor.
Para explicar esa constante popularidad, sus defensores mencionan el fuerte crecimiento económico que alcanzó el 9,5% en 2010, pero que cayó a 0,5% en 2014 y los generosos programas sociales.
Los economistas que trabajan para los principales candidatos a presidente advierten que el país ya no puede pagar el actual nivel de subsidios. Pero su sucesor podría encontrarse limitado por lo que Agustín D’Attellis -otro economista cercano al gobierno- identifica como un perdurable giro hacia la izquierda en la doctrina económica prevaleciente. En realidad, hasta Macri -que es pro mercado- abiertamente aprueba la polémica nacionalización de la petrolera YPF.
Pero quizás el mayor legado de Cristina Fernández sea ella misma. Si bien no es candidata a ningún cargo en estas elecciones, pocos la imaginan desapareciendo totalmente de la vida pública. “La gran incógnita es si Cristina va a tener un rol importante y si se mantendrá como una figura poderosa”, señaló Juan Cruz Díaz, de la consultora política Cefeidas. Según él, eso es particularmente importante para Scioli, que para conseguir el apoyo de Cristina Fernández debió aceptar a uno de sus asesores más cercanos como compañero de fórmula y a su vez se distancia de ella para atraer votantes indecisos. Eso requirió de un delicado equilibrio, “pero yo no subestimaría la (independencia) de Scioli”, agrego Díaz.