El presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, dio ayer una clara señal de que podría incrementar su programa de compra de bonos (alivio cuantitativo, QE su sigla en inglés) de 1,1 billón (millón de millones) de euros en diciembre. La autoridad también podría romper su promesa de mantener las tasas, empujando uno de sus principales tipos aún más profundo dentro del territorio negativo.
“Estamos listos para actuar si es necesario y estamos abiertos al menú completo de políticas monetarias” dijo Draghi. “El consejo ha encargado un estudio sobre los pro y contra de varias medidas... La actitud no es de esperar y ver sino trabajar y evaluar”.
La próxima reunión del BCE será el 3 de diciembre, poco antes de la crucial votación de la Reserva Federal sobre una eventual alza de tasas.
Las amenazas que afronta ahora la entidad son de una naturleza distinta que las de hace un año. El QE ha sido la base de la respuesta del emisor a la incertidumbre financiera. Desde marzo, ha comprado todos los meses 60 mil millones de euros en bonos de la mayoría de los emisores soberanos. Y pretenden seguir hasta al menos septiembre. Draghi insistió en que estas compras han devuelto la salud económica a la región, descongelando los mercados de crédito y apoyando el gasto de los hogares y empresas. Pero los riesgos provienen ahora en su mayoría de más allá de las fronteras de la eurozona. Draghi reconoció que una probable desaceleración en los países emergentes, especialmente en China, hacía que el panorama ya preocupante fuera “menos optimista”.
La inflación volvió a terreno negativo en septiembre y, aunque las autoridades siguen confiando en que remontará hacia fines de año, los economistas piensan que no llegará a la meta de poco menos de 2% en un período más largo de lo esperado.
Cuando el emisor publicó sus últimas previsiones en septiembre, Draghi explicó las cuatro amenazas en el horizonte. La primera es la débil demanda, que ha dejado una “brecha de producción” abierta de par en par y que amenaza con alimentar la deflación a medida que las empresas responden recortando sus precios. La caída del precio del petróleo, que el BCE piensa ahora que es representativa de la débil demanda y no sólo del exceso de oferta, fue otro motivo de preocupación, como lo fue la apreciación del euro frente al dólar.
También le preocupa que la caída de la inflación esté afectando negativamente la expectativas inflacionarias de la eurozona a dos o tres años. La interconexión entre la tasa general, ahora en -0,1%, y esas expectativas sugiere que los mercados dudan que el BCE logre su objetivo en el corto plazo. “Dada la fragilidad de la economía y la expectativa de la inflación, esperar y ver sería una estrategia más arriesgada que equivocarse por hacer demasiado”, dijo Richard Barwell, economista de BNP Paribas.
Mientras que los expertos consideran que la extensión del QE es la opción más probable, Draghi y otros funcionarios sostienen que cambiar el tamaño, composición o diseño siguen siendo opciones posibles. Reducir la tasa de depósito que grava las reservas de los bancos por debajo del -0,2% que se consideraba era su piso no amenaza la reputación del BCE, dijo Draghi. “La credibilidad de un banco central se mide por su capacidad para cumplir con su mandato (sobre la inflación),” afirmó. La ventaja de un recorte de tasas es que con seguridad debilitaría al euro, encareciendo las importaciones y ayudando a los exportadores de la región.