Columna del ministro de Hacienda, Mario Marcel: Sebastián Piñera en tres dimensiones
"En momentos en que la voluntad de cambio es vista como radicalismo, la adaptación como “volteretas” y los acuerdos como utopías, se echará de menos la figura de Sebastián Piñera".
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La trágica muerte del exPresidente Sebastián Piñera ha dado lugar a un ancho caudal de reacciones en las que se han resaltado sus valores personales, su compromiso con la democracia, sus logros como Presidente de Chile. Compartiendo muchas de esas opiniones, y sin desconocer las diferencias políticas que indudablemente existen, quisiera aprovechar este espacio para resaltar tres dimensiones en que los rasgos personales del exPresidente se cruzan con su gestión como líder político y primer mandatario.
La primera de estas dimensiones, sin duda, es la audacia. Como político y jefe de Estado siempre lo animó la ambición de llegar más lejos, de no quedarse en los espacios de confort, plantearse nuevos desafíos. Desde luego, eso lo llevó a impulsar y a tener éxito en emprendimientos políticos que parecían imposibles, pero es como Presidente que su audacia se manifestó especialmente. Por un lado, se reflejó en su decisión de acometer tareas difíciles, como el rescate de los mineros atrapados o la compra de vacunas contra el Covid-19 cuando aún no estaban desarrolladas. Por otro, al desafiar a su propio sector político, en sus juicios sobre la dictadura o en el desarrollo de una política de reducción de emisiones de carbono y protección de la naturaleza.
“En momentos en que la voluntad de cambio es vista como radicalismo, la adaptación como “volteretas” y los acuerdos como utopías, se echará de menos la figura de Sebastián Piñera, quien siempre trató con respeto e incluso deferencia a sus adversarios políticos”.
La segunda dimensión que quisiera destacar es el pragmatismo que tuvo Sebastián Piñera, especialmente durante su gestión presidencial. Es un hecho evidente y reconocido que sus dos Gobiernos terminaron siendo muy distintos de lo pensado. Desastres naturales, movimientos sociales y la crisis sanitaria se cruzaron en su camino, obligando a implementar medidas de emergencia o a adoptar políticas muy distintas a las contenidas en sus programas de Gobierno.
El exPresidente Piñera fue capaz de reconocer la relevancia de estos cambios y la necesidad de ajustar radicalmente sus prioridades, pero por sobre todo lo hizo sin rencor, decepción o recriminaciones, volcándose a la implementación de nuevas medidas con la misma energía que lo habría hecho con su agenda original.
En tercer lugar, Sebastián Piñera buscó incansablemente acuerdos políticos que le permitieran avanzar al país. Como Senador fue protagonista de numerosas negociaciones, empezando por el acuerdo para la Reforma Tributaria de 1990, que permitió entregar beneficios sociales de manera fiscalmente sostenible.
Él introdujo también el concepto de “democracia de los acuerdos” para aludir al clima político de la transición y, como Presidente convocó en numerosas oportunidades a los diversos sectores políticos a buscar consensos en torno a temas claves de política pública, como la niñez, la salud o la educación. Ello se expresó dramáticamente en noviembre de 2019, cuando optó por el camino de los acuerdos constitucionales, en lugar del uso de la fuerza para cambiar el curso de la crisis política y social en que se encontraba el país.
Estas tres dimensiones -audacia, pragmatismo y voluntad de acuerdo- escasean en el entorno político de hoy, dificultando la solución a problemas acuciantes de la ciudadanía. En momentos en que la voluntad de cambio es vista como radicalismo, la adaptación como “volteretas” y los acuerdos como utopías, se echará de menos la figura de Sebastián Piñera, quien siempre trató con respeto e incluso deferencia a sus adversarios políticos. Pero no nos podemos quedar ahí; el mejor homenaje que podría rendirle el mundo político y gremial al exPresidente Piñera sería revalidar estos tres elementos de modo de poder alcanzar -como muchas veces él lo propuso- el umbral del desarrollo para Chile, dejando de lado los prejuicios, temores, rencores, intereses e ideologías que se interponen en el camino.