Si bien tras el cónclave la Democracia Cristiana (DC) fue la primera en exteriorizar su insatisfacción, pasados los días esta sensación se ha ido multiplicando en las filas oficialistas, donde en privado interpretan que la apuesta de la presidenta Michelle Bachelet fue cuidar su legado y cumplir con lo comprometido en campaña, más que velar por la proyección de la Nueva Mayoría (NM).
Soterradamente se comenta que la mandataria no generó mística en la cita, que hizo check-in en una lista de supermercado y que "tiró el mantel con esto. No aspira a subir en las encuestas, sino que quiere fidelizar lo propio y, por lo mismo, está más preocupada de su legado y de no ser acusada por la izquierda de que traicionó su proyecto".
Aunque hasta los más críticos reconocen que hubo anuncios, especialmente en educación, salud y delincuencia, los consideran insuficientes, porque especulan que más bien se abrirán nuevos flancos. De ahí que lo que más se lamente, en algunos sectores de la NM, es que no se produjera el "cartillazo" que muchos parlamentarios y dirigentes de partidos esperaban ver de parte de la jefa de Estado, el lunes en el Estadio El Llano.
Es así como un diputado del PPD fue enfático en plantear que "la presidenta ha optado por un eje amplio, donde quepamos todos, pero faltan definiciones".
El ministro de Hacienda, Rodrigo Valdés, era parte esencial de ese diseño, porque debía ser el autor del "sinceramiento" que esperaba la mayoría de los asistentes al cada vez más polémico cónclave. Sin embargo, tampoco cumplió un rol protagónico en la cita, comenta un legislador socialista que describe la soledad en que se le vio durante el encuentro.
A 48 horas de la cita, un importante número de parlamentarios también coincide en la ausencia de un debate político de fondo, aparejado a un mea culpa a raíz de las erradas predicciones que en materia económica realizó el anterior equipo político y que sirvieron de base para el inicio de la implementación del programa; pero también a raíz de la crisis de desconfianza que los casos de corrupción provocaron en la ciudadanía y cuyas esquirlas también llegaron a La Moneda. Todo, en paralelo a la publicación de la última encuesta Adimark, que reflejaba la cifra más alta de desaprobación de un Presidente desde 2006.
A estas alturas el diagnóstico es casi unánime en la NM: "La Presidenta dejó tranquila a la izquierda", señala un parlamentario socialista, aludiendo al gesto de la mandataria que reafirmó que se cumplirá el compromiso asumido con las reformas. En contraste, otro socialista advierte que "siempre va a haber inconformistas, que van a criticar todo, pero mientras sean marginales no hay problema".
Réplica del gobierno
Este escenario ya había sido calibrado por el gobierno. De hecho, la propia mandataria, al final de la cita le pidió a los presentes que al menos sonrieran a la salida del encuentro, anécdota que estos días los aludidos utilizan profusamente para describir el ambiente que reinó en la reunión. Desde La Moneda se hacen cargo de las críticas y aunque reconocen que "no se puede dejar a todos contentos", una alta fuente de palacio asegura haber conversado con muchos parlamentarios y no le han expresado al Ejecutivo las críticas vistas en la prensa.
Y atribuye los duros cuestionamientos a un problema de "déficit atencional" de la clase política, porque entre el consejo de gabinete en el Estadio San Jorge y el cónclave, "la presidenta aterrizó las propuestas y les introdujo gradualidad, dado el escenario económico actual", al tiempo que ratificó que las diferencias en materia legislativa se deben resolver en el Congreso. Porque la apuesta del gobierno es "hacer más un trabajo de construcción que de imposición".
La "segunda lectura" de la DC
A pesar de que en todos los partidos de la NM hay quienes quedaron insatisfechos con el escaso resultado de la cita cumbre, la DC ha sido la que más ha explicitado su molestia, pensando en que no se abordó el futuro de la coalición.
Por lo mismo, el diputado Gabriel Silber advierte que tras el guiño de la Presidenta al ala izquierda del pacto se esconde "la abdicación de la proyección de la Nueva Mayoría" y, en este sentido, añade que "no se avizora que este proyecto político programático tenga vigencia más allá de 2016", lo que dejaría "a la Democracia Cristiana un poco más libre".
Tras este diagnóstico, la DC no descarta enfocarse en los desafíos electorales futuros, explica Silber.
En esa línea, anuncia que "tenemos que empezar a decir con quién nos vamos a quedar para una coalición que tiene que prepararse responsablemente para ser oposición, porque si tengo un 25% (de respaldo) no hay que ser Mandrake el mago para decir que en un año y medio más puedo estar de La Moneda para afuera; entonces, ahí tengo que privilegiar mi plantilla parlamentaria y una negociación importante de alcaldes".