Existen pocas dudas sobre las ventajas del teletrabajo. El empleado concilia su vida laboral y profesional, reduce las pérdidas de tiempo y gana flexibilidad. La compañía obtiene una plantilla más motivada y productiva y ahorra costos en instalaciones fijas o en ayudas de comida.
Pero permitir al empleado desempeñar su labor fuera de la oficina tiene una serie de inconvenientes que se deben tener en cuenta para obtener el éxito esperado. "Los riesgos más frecuentes son los derivados del aislamiento del trabajador a distancia, de la difícil distinción entre la vida laboral y la familiar o el estrés", expone Ester Maza, abogada del área laboral de Baker & Mckenzie.
La actividad remota reduce el contacto con los compañeros a conversaciones telefónicas o al envío de correos electrónicos. Esto hace que el trabajador pueda tener la sensación de estar separado del resto de la plantilla y que caiga en el aislamiento.
Para prevenir esta exclusión, "la empresa debe convocar reuniones presenciales temporales pactadas según el proyecto", aconseja Natalia Sánchez, consultora de recursos humanos de Randstad. Con este tipo de encuentros, además, "se refuerza la función social que cumple el trabajo", explica José Ángel Romero, técnico de contingencias profesionales de Ibermutuamur.
Más allá de la misión social de las reuniones es recomendable que el teletrabajador visite su compañía regularmente, e incluso que combine jornadas en la oficina con la actividad en casa.
"Se tiene la sensación de que si no estás en la oficina, desapareces, pierdes oportunidades", comenta Cristina Simón, decana de Psicología de IE University.
La solución radica en modificar las herramientas que miden el empleo remoto. Hoy se valora del mismo modo que el presencial, por horas de trabajo, pero este es un parámetro que no se puede aplicar a esta modalidad laboral.