François Hollande, el presidente de Francia, lo denominó correctamente como "un acto de barbaridad excepcional... contra la libertad de expresión". Pero el asesinato ayer de doce personas en las oficinas en París de Charlie Hebdo, una revista satírica, no sorprenderá a nadie familiarizado con las crecientes tensiones entre los 5 millones o más de ciudadanos musulmanes de Francia y el venenoso legado del colonialismo francés en el norte de África.
Debemos mantener en mente que el peor ataque terrorista en Europa en los años recientes, la muerte de 77 personas en Noruega en 2011, no fue cometido por militantes islamistas, sino por un fanático de ultraderecha, Anders Behring Breivik.
Como otros ataques motivados políticamente, desde el 11/9 hasta el asesinato en mayo del año pasado de cuatro personas en el museo judío en Bruselas, la atrocidad de Charlie Hebdo fue despreciable e indefendible. Entre los primeros en condenarlo estuvo el Consejo Francés de la Fe Musulmana, que lo calificó de "un acto barbárico contra la democracia y la libertad de prensa".
Charlie Hebdo es un bastión de la tradición francesa de la sátira dura. Tiene un largo registro de burlarse y provocar a los musulmanes. Hace dos años la revista publicó un libro de caricaturas de 65 páginas que retrataba la vida del profeta. Y esta semana dio una cobertura especial a Soumission (Sumisión), una novela nueva de Michel Houellebecq, el autor idiosincrático, que representa a una Francia bajo un régimen islámico liderado por un presidente musulmán.
La Francia real es un país que es hogar de millones de inmigrantes del norte de África y sus descendientes, muchos de los cuales viven en las deprimentes afueras que rodean a los elegantes centros de las ciudades de Francia y se sienten excluidos de la civilización que alguna vez gobernó en sus tierras de origen. Y si Charlie Hebdo se queda sólo un poco corto de los insultos descarados, no es sin embargo el campeón más convincente del principio de libertad de expresión. Francia es la tierra de Voltaire, el famoso autor de la Ilustración famoso por burlarse de la Iglesia Católica además de defender a la libertad de expresión. Pero muy frecuentemente la insensatez editorial ha prevalecido en Charlie Hebdo.
Esto no justifica en lo más mínimo a los asesinos, quienes deben ser atrapados y castigados, ni sugiere que la libertad de expresión no debería extenderse a las representaciones satíricas de la religión. Es simplemente para decir que sería útil un poco de sentido común en publicaciones como Charlie Hebdo, y la danesa Jyllands-Posten, que pretende dar un golpe a la libertad cuando provoca a los musulmanes.
Las emociones están entendiblemente altas en Francia, donde la pregunta siguiente es qué impacto tendrán las muertes de ayer en el clima político, y en particular en las fortunas de Marine Le Pen y su Frente Nacional de ultraderecha. El anti islamismo es parte de la atracción electoral de un partido que obtuvo una alta votación en las elecciones de Francia para el Parlamento Europeo. Le Pen ha distanciado a su partido del anti semitismo y ha limitado el atractivo que tuvo bajo su padre, Jean-Marie Le Pen. Pero ha mantenido al anti islamismo e incluso lo ha reforzado.
En 2010 Le Pen comparó a los musulmanes orando en las calles con la ocupación Nazi de Francia en 1940-1944. Menos de 18 meses después obtuvo un 17,9% de los votos en la elección presidencial francesa. Tiene buenas opciones de aumentar su apoyo lo suficiente para ganar la primera vuelta -aunque no la segunda y decisiva- de las elecciones de 2017.
El anti islamismo y una línea dura en la inmigración apuntalará el voto duro de Le Pen, pero no le abrirá las puertas del Palacio del Elíseo. Las encuestas muestran que una mayoría de los franceses rechaza el racismo y no le gusta el extremismo.
El autor inglés Andrew Hussey, que vive en París, publicó un libro el año pasado llamado la Intifada Francesa, en el cual describe a Francia como "la capital mundial de la libertad, igualdad y fraternidad... bajo el ataque de los herederos enojados y despojados del proyecto colonial francés". Los asesinos en París lanzaron un desafío a los políticos y ciudadanos franceses para que se levanten por los valores centrales de la república y derroten la violencia política sin sucumbir a los cantos de sirena de la ultraderecha.