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Un clásico colombiano moderno está finalmente disponible traducido al inglés

Es como una coup de grâce literaria: corta y veloz, con un imaginario agudo, la amenaza y la sensualidad se anidan juntas en un lujoso escenario caribeño.

Por: Julius Purcell
 | Publicado: Viernes 29 de agosto de 2014 a las 05:00 hrs.
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Cuando cae el disparo final, al término de la largamente esperada traducción de Frank Wayne de este clásico moderno colombiano, la víctima todavía consciente aprende por qué: “Esto te enseñará”, dice el asesino, “a no humillar a la gente pobre”.

No es necesario creer que estamos contando el final. En la tradición literaria sudamericana, la novela de Tomás González de 1983 advierte al lector en la página 34 que la muerte está en las cartas. De manera bastante apropiada, la historia en sí misma es presentada como una coup de grâce literaria: corta y veloz, con un imaginario agudo, la amenaza y la sensualidad se anidan juntas en un lujoso escenario caribeño.

En las tres décadas entre la publicación de Primero estaba el mar y su primera traducción al inglés, ha crecido una generación nueva completa de escritores colombianos en medio de los disparos y golpes de machete de los ’80 y ’90. La entrega del premio Impac Dublin de este año a Juan Gabriel Vásquez, por su novela The Sound of Things Falling, es otro acicate cultural para una boyante Colombia.

Hoy con 60 años, exactamente entre Gabriel García Márquez y la nueva generación de Vásquez, Tomás González pasó muchos años viviendo en Estados Unidos. Un estilo lacónico estadounidense se ha colado en la historia de “J” y Elena, una pareja de treinta y tantos saturada de la vida bohemia en el Medellín de los ’70. Tras cambiarse a su casa de campo que acaban de comprar en la costa Atlántica de Colombia, a veces parecen una versión más amarga de la pareja condenada en la novela The Sheltering Sky (1949) de Paul Bowles.

Elena, con su juventud y belleza opacadas ante su mal genio, pronto revela una dependencia, y desprecio, por los sirvientes del campo. Más conciliador, y querido, es “J”.

Su nueva vida va tomando forma, y el consumo de alcohol aumenta en directa proporción con las deudas que se juntan, los inútiles trabajadores, las lluvias sin fin, las peleas por el alcohol con Elena, y al siempre cercano encuentro con el desagradable administrador de la propiedad, Octavio, quien parece haber salido “de la tierra como un cangrejo”.

Beginning was the Sea es una historia sobre la muerte y los objetos prácticos. Redes, herramientas y ataúdes son descritos con precisión. González deleita con los detalles precisos del momento presente.

La profundidad y solemnidad del personaje de “J” quizás no es ajena al hecho que la historia está basada en los propios hermanos de González. El retrato de un hombre bajo tantas deudas que tiene que contratar cortadores de madera para deforestar el paraíso, y quién con sus pretensiones contra-culturales no se excluye de usar el látigo entre sus subordinados, parece tan increíble ahora como lo debe haber sido en 1983.

Por todo su exotismo, una novela que pone en evidencia el hippismo generalmente construido bajo el trabajo de los pobres, bien podría causar también en sus nuevos lectores europeos más de algunos destellos de conciencia.

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