Hace casi 20 años, en su club nocturno de Caminha, la ventosa ciudad costera del norte de Portugal, Jorge Mendes se convirtió en agente de fútbol.
Usando sus únicos activos -encanto y una modesta carrera como jugador semiprofesional- se hizo amigo del arquero local Nuno Espírito Santo. El encuentro resultó ser un cambio de vida. Mendes se convirtió en agente de Nuno y lo colocó en el Deportivo de La Coruña, un club del noroeste de España.
“Jorge nunca me cobró un centavo, a pesar de que habíamos acordado que recibiría un bono”, dijo Nuno. “Rompió el cheque delante de mis ojos, diciendo que nunca lo cobraría”.
Otros futbolistas portugueses y españoles comenzaron a visitar el club nocturno. Y Mendes empezó a negociar sus transferencias.
El sofisticado portugués, aunque desconocido para la mayoría de los aficionados, es probablemente el agente más poderoso del fútbol. Puede ganar millones en una tarde.
Una imagen que ilustraba al mercado de fichajes este verano (boreal) provino del estadio de Mónaco: Mendes, con su típico traje oscuro y lentes de sol, sentado junto a Radamel Falcão, usando uno de sus muchos celulares para organizar el traspaso del delantero colombiano del Mónaco al Manchester United.
También manejó dos de las tres mayores transferencias del verano: Ángel Di María del Real Madrid al United, y James Rodríguez del Mónaco al Real Madrid.
La historia de su ascenso revela el poder de los agentes en un mercado de fichajes ineficiente, basado en las relaciones, pero cada vez más lucrativo.
Al representar tanto a entrenadores como a jugadores, y tratar principalmente con determinados clubes de élite, puede ayudar a determinar dónde juegan los mejores futbolistas. Es una cantidad inusual de poder para un hombre muy discreto.
Es un largo camino desde el desprestigiado distrito industrial de Lisboa donde Mendes, de 48 años, se crió. Su padre trabajaba en una planta de gas y petróleo; su madre tejía sombreros y cestos de paja, que él vendía en la playa. También demostró ser un excelente vendedor en el mercado de pulgas de Lisboa. Sus amigos recuerdan sus álbumes impresionantemente llenos de laminitas de fútbol.
A los 20 años, se trasladó al norte de Portugal, ganando más con su videoclub que como futbolista. “No era un gran jugador”, admite. Dejó el juego a los 30. Para entonces ya había comprado su propia discoteca.
En 2003-04, su carrera como agente despegó -en parte gracias a que estaba en el lugar correcto en el momento preciso. Durante algún tiempo, había cortejado a talentos adolescentes, y en 2003 uno de los suyos, Cristiano Ronaldo, fichó por el Manchester United. Juntos volaron a conocer al gerente del equipo, Sir Alex Ferguson. Ronaldo, que entonces no hablaba inglés, recordó: “Mendes me explicó que Ferguson quería que me quedara en el Manchester. Me quedé muy sorprendido y nervioso”.
Al igual que muchos jugadores, Ronaldo llegó a considerar a su agente como casi de la familia. Todo el mundo quiere un pedazo del futbolista, y el agente, aunque él también quiere un pedazo, actúa como guardián. “Confío en él completamente. Me siento feliz de poner todo lo que tengo en sus manos”, dice Ronaldo.
Pocos tienen la reputación de Mendes de buen guardián. Desde las inversiones hasta la salud, él y el personal de su agencia, Gestifute, gestionan la vida de sus clientes.
Sir Alex lo llama “el mejor agente con el que traté, sin lugar a dudas. Él era responsable, cuidaba de sus jugadores en un grado increíble y era muy justo con los clubes”.
No sólo jugadores
Mendes no sólo maneja jugadores. En 2004, atrajo a José Mourinho, entonces entrenador del Porto, lejos de su agente y le ayudó a trasladarse al Chelsea. Hoy, Mendes es considerado el agente mejor pagado; Ronaldo, el jugador mejor pagado, Mourinho, el segundo entrenador mejor pagado.
Es una red poderosa. Mourinho, ahora de vuelta en el Chelsea, a menudo ha fichado jugadores de la propia cartera de su agente: el más reciente, Diego Costa del Atlético de Madrid. Y el primer cliente de Mendes, Nuno, este verano se convirtió en entrenador del Valencia. Los jugadores representados por Gestifute pronto se unieron al clan.
Los clubes suelen acusar a los agentes de la manipulación de los jugadores, pero en privado muchos buscan a Mendes. Tor-Kristian Karlsen, ex director deportivo del Mónaco, dice: “Él es carismático, buena compañía y puede conectar con la gente en todos los niveles”. También es “elegante, un gentleman”, -importante en un mundo donde los buenos trajes y la buena apariencia influye. Más importante, controla la materia prima del juego: el talento.
Trabaja sin cesar -a menudo viaja acompañado de su esposa, Sandra, quien trabaja para Gestifute y con quien tiene tres hijos, además de dos hijas de un matrimonio anterior. Dice que puede pasar 20 horas al día al teléfono. “Creo que tiene cuatro teléfonos, por lo menos los que pone sobre la mesa”, asegura Roberto Branco Martins de la Asociación Europea de Agentes de Fútbol.
El impacto del agente en la liga portuguesa es descomunal. Él usa Portugal como puerta de entrada a Europa para los jugadores sudamericanos: Falcão, Rodríguez, Di María y Costa. En parte gracias a Mendes, dos clubes del empobrecido país, Benfica y Porto, figuran en el Top 11 de Europa.
A veces sus manejos fallan. Este verano, Ronaldo y él parecían estar presionando al Real Madrid para que fichara a Falcão. El colombiano incluso tuiteó “#HalaMadrid”, un guiño al canto de los fanáticos del club. Sin embargo, el Madrid se resistió.
No importa: la expansión económica del fútbol sigue enriqueciendo a Mendes. Este verano, las cinco ligas europeas más grandes gastaron más de 1.800 millones de euros en transferencias, un récord. Mike Forde, fundador de la consultora de deportes con sede en Nueva York Ingenio Management dice: “Lo que Jorge Mendes ha hecho es conectar el mundo parroquial de fútbol con el mundo comercial. Él ha profesionalizado la gestión del talento”.
Uno podría llamarlo la mano invisible que mueve el mercado de los fichajes.