Hace dos meses, las manecillas del reloj en el edificio del Congreso en Bolivia comenzaron a moverse en sentido contrario. Esto no fue un desperfecto. El reloj está diseñado como una protesta en contra de la dominación del norte (más frecuentemente conocido como occidente) en los asuntos mundiales.
El gobierno boliviano, que instaló el mecanismo en junio, señala que los relojes modernos evolucionaron de los relojes solares, y que el sol se mueve en una dirección diferente en el hemisferio sur. David Choquehuanca, el ministro de Relaciones Exteriores, preguntó: “¿Quién dice que el reloj siempre tiene que girar hacia un lado? ¿Por qué deberíamos siempre obedecer?”.
El extraño caso del reloj boliviano no debería ser desechado como una mera excentricidad. Una rebelión en contra de las reglas globales diseñadas en EEUU y Europa está avanzando. Y sus consecuencias se sentirán más allá de La Paz.
Las últimas dos semanas han visto la creación de un banco de los Brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). Este banco refleja la exasperación con el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, ambos radicados en Washington y siempre dirigidos por un europeo o un estadounidense. Aunque las naciones Brics ahora representan cerca de 20% de la producción mundial, sólo tienen 10,3% de los votos en el FMI. El nuevo banco estará ubicado en Shanghai.
El deseo de los Brics y de los bolivianos de reescribir el reglamento global es una reacción de doble intención hacia el continuo poder de las instituciones occidentales para darle forma al mundo, y de imponer un castigo a los que rompen sus reglas. La semana pasada, Argentina fue empujada hacia un default soberano, luego de un veredicto adverso de una corte de Estados Unidos. Mientras tanto, el futuro de los mayores bancos de Rusia parece sombrío, luego de la imposición de sanciones por parte de Estados Unidos y la Unión Europea, restringiendo su acceso a los mercados de capital occidentales.
También la semana pasada, India rechazó un nuevo acuerdo de facilitación de comercio en la Organización Mundial de Comercio, argumentando que las naciones occidentales más ricas habían fracasado en recoger los intereses indios. Hay una creciente debate acerca de desafiar el poder estadounidense en todo, desde Internet hasta el sistema financiero global.
Cambios en el poder económico global sugieren que las modificaciones en el poder institucional podrían ser lógicas o incluso inevitables. ¿Por qué debería Estados Unidos establecer las reglas para Internet, cuando la mayor parte del tráfico en línea ya no involucra a los estadounidenses? ¿Por qué debería ser el dólar la divisa de reserva global, cuando Estados Unidos ya no es el centro indiscutido de la economía global?
Finalmente, la única respuesta occidental convincente a estas preguntas es demostrar que, si bien muchas instituciones globales reflejan sus orígenes en Occidente, continúan operando a favor de los intereses de todo el mundo.
Afortunadamente, las duraderas ventajas de Occidente no descansan solamente sobre el poder económico. También dependen crucialmente de una reputación de instituciones robustas e independientes que son capaces de actuar independientemente del gobierno. Es significativo que incluso a medida que la Unión Europea, incluyendo Reino Unido, avanza hacia las sanciones contra Rusia, los millonarios rusos continúan pidiendo visas para Gran Bretaña y usando los tribunales británicos para arbitrar sus disputas.
Pero si las naciones no occidentales deciden que Occidente está abusando de su poder institucional -por ejemplo, al intervenir el tráfico de Internet, imponer sanciones económicas arbitrarias o abusar de los tribunales- se sentirán mucho más motivadas a crear instituciones alternativas, y a redirigir el cableado del sistema de gobernabilidad global para que ya no pase por Occidente.
Es a través de la protección de una reputación de un acuerdos justos, de instituciones robustas y del Estado de derecho que Occidente mantendrá su fortaleza. China, India o Brasil todavía no están cerca de desafiar la robustez del derecho y la gobernabilidad occidentales. Mientras Occidente proteja la integridad de sus instituciones, es probable que los relojes del mundo sigan haciendo tic tac de la manera tradicional.