Con una historia que se remonta a 150 años, Heineken se describe como “un orgulloso, independiente cervecera mundial”. SABMiller, su mayor rival británico, quedó sin ninguna duda respecto de este sentimiento después de un noble rechazo por parte de la compañía holandesa, ahora controlada por la cuarta generación de la familia fundadora.
La divulgación de que el fabricante de Peroni, Miller Lite y Pilsner Urquell había hecho una primera aproximación a Heineken para combinar la segunda y tercera mayores cerveceras del mundo, provocó un aumento de los precios de las acciones a la espera de una nueva ronda de consolidación.
El precio de las acciones de SABMiller saltó hasta 13%, impulsado por una reactivación de los rumores de que Anheuser-Busch InBev, el mayor fabricante de cerveza, estaba recaudando dinero para hacer una oferta por el grupo con base en Londres.
En tanto, Heineken y AB InBev aumentaron 3%, mientras que Carlsberg, que ha tenido un año difícil debido a su gran exposición a Rusia, subió 2%.
A pesar de la conocida postura de la familia Heineken -en un comunicado enviado el domingo reiteró que quería “preservar el patrimonio y la identidad de Heineken como una empresa independiente”- la firma podría estar bajo la presión de algunos accionistas que no quieren que rechace un movimiento futuro con tanta rapidez.
Heineken es controlada por Heineken Holdings, a través de una participación 50,005%. La familia posee un 51,7% de Heineken Holdings, lo que le da el control de la cervecera, pero deja un 77% del capital social en manos de los miembros no familiares.
Trevor Stirling, analista de Bernstein Research, señala que una fusión SABMiller-Heineken no estaría exenta de problemas, con problemas regulatorios en algunos mercados y acuerdos de joint venture difíciles. “Vemos esto como una combinación extremadamente compleja que requeriría cesiones sustanciales”, dijo.