El debate sobre las acciones por el cambio climático está estancado. A pesar de las copiosas palabras vertidas en numerosas conferencias internacionales, incluyendo una cumbre en Nueva York esta semana, las emisiones de gases de efecto invernadero continúan su marcha ascendente. ¿Puede esto cambiar? Uno podría al menos identificar las condiciones necesarias para que eso ocurriera. Una es el liderazgo. Pero la más importante es la evidencia de que abordar el cambio climático es compatible con la prosperidad. La posibilidad de combinar la eliminación del acelerado cambio climático con los crecientes estándares de vida podría ayudar a transformar el debate.
Todos, salvo por los escépticos más obstinados, deben reconocer que la probabilidad de cambios climáticos irreversibles es mucho mayor que cero. Pero el costo de comprar seguros contra este riesgo también importa. Afortunadamente, este costo podría ser bastante bajo y, en algunos aspectos, incluso negativo: eliminar la dependencia de la electricidad generada a partir de carbón, por ejemplo, produciría beneficios para la salud. Lo mismo en el caso de construir ciudades más compactas.
Estos dos ejemplos provienen de un relevante nuevo reporte de la influyente Comisión Global sobre la Economía y el Clima, que plantea cinco puntos fundamentales. Primero, la naturaleza de la infraestructura que construyamos en los próximos 15 años va a determinar las probabilidades de limitar el calentamiento global promedio por debajo de 2C, el nivel por encima del cual muchos científicos piensan que el cambio podría resultar catastrófico. En segundo lugar, para lograr este cambio, el mundo debe comenzar a cambiar su conducta ya. Tercero, durante este período, se realizarán enormes inversiones en infraestructura que van a dar forma al desarrollo urbano, el uso de la tierra y los sistemas de energía. Cuarto, al realizar las decisiones de inversión correctas, el mundo podría lograr al menos la mitad de las reducciones en las emisiones necesarias para 2030. Finalmente, cambiar el patrón de inversiones e innovación en la dirección deseada agregaría escaso costo económico y traería muchos beneficios.
Este es un mensaje alentador. Parte de él tiene mucho sentido. El reporte estima que los subsidios a los combustibles fósiles ascienden a
US$ 600 mil millones al año, comparado con subsidios por sólo
US$ 90 mil millones para las energías limpias. Esto no tiene ningún sentido. Nuevamente, consideremos los daños provocados por las emisiones. En China, la dependencia del carbón ha convertido al país en el mayor emisor de gases de efecto invernadero del mundo. Además del impacto sobre el clima, el resultado ha sido una terrible contaminación local. Esto podría llevar a un escenario donde todos se beneficien: reducir la dependencia del carbón disminuiría la contaminación tanto a nivel local como global.
Un estudio del Fondo Monetario Internacional sostiene que la determinación de los precios del carbón beneficiaría a muchos países incluso si se ignoraran todos los beneficios globales. En promedio, sugiere el reporte, el precio definido por las consideraciones locales sería de US$ 57 por tonelada en todos los 20 mayores emisores, mucho más alto que los precios recientes en el sistema de transacciones de emisiones de la Unión Europea. Tendría sentido cobrar un impuesto como este y usar los ingresos para reducir otros impuestos más perjudiciales. De manera similar, los subsidios al consumo en muchos exportadores de petróleo son un enorme desperdicio y deberían ser eliminados.
Más aún, las áreas urbanas son responsables de cerca de 70% del uso de energía. En las economías emergentes están creciendo de manera acelerada. El reporte de la comisión compara los casos de Atlanta con Barcelona, dos prósperas ciudades con poblaciones similares. La primera genera diez veces más emisiones de dióxido de carbono a partir del transporte. Las ciudades en el futuro deben escoger ser más como Barcelona.
El uso de la tierra también puede ser masivamente mejorado al tiempo que se mejoran los ingresos de los agricultores. La deforestación no gestionada, por ejemplo, no produce beneficios sino un gigantesco desperdicio económico y medioambiental.
Por último, en cuanto a la energía, hemos estado viendo masivos declives en los costos de las renovables, particularmente en la generación solar, junto con una mejora en la capacidad para gestionar los suministros eléctricos intermitentes. Las fuentes de energías renovables y otras bajas en carbono (incluyendo la nuclear) podrían, argumenta el informe, aportar más de la mitad de la nueva generación eléctrica durante los próximos quince años.
Estas transformaciones se deben lograr a través de la combinación de precio, inversión, promoción de innovación y planificación (sí, planificación, el desarrollo urbano requiere planificación). Todo esto también requiere una combinación de acciones públicas y privadas. Nada de esto es nuevo. El sector público siempre ha jugado un rol en la provisión de infraestructura y en apoyo de la innovación.
¿Cuánto costaría esto? El informe sugiere que los costos incrementales de inversión de un futuro bajo en carbono sobre el actual alto en carbono serían muy pequeños. Sugiere, por ejemplo, que los costos anuales de inversión para la infraestructura requerida en transporte, energía, sistemas de agua y ciudades serán cercanos a US$ 6 mil millones al año. Los costos incrementales de infraestructura baja en carbono serían cerca de US$ 270 mil millones anualmente. Modelos económicos viables sugieren que la pérdida agregada de la producción mundial a 2030, bajo la opción baja en carbono, sería equivalente a una interrupción de un año en el crecimiento económico. Los costos de la crisis financiera casi de seguro serán mucho mayores.
El reporte también hace una serie de propuestas razonables para asegurar la transición que busca. Entre estas están un precio de carbono adecuado, eliminar gradualmente los subsidios para los combustibles fósiles e incentivos para la dispersión urbana, promover mercados de capital para inversiones bajas en carbono, alentar la innovación en tecnologías de emisiones bajas, detener la deforestación y, en particular, acelerar el cambio desde la generación eléctrica contaminante del carbón.
Sin embargo, el punto crucial es que un futuro bajo en carbono no necesita ser uno de miseria. Con el apoyo correcto de los gobiernos, el mercado podría entregar mayor prosperidad y un mucho menor riesgo de un clima desestabilizado. Es necesario persistir en hacer masivas apuestas no cubiertas de hoy en el casino del clima. En vez de eso, es posible combinar el crecimiento con un futuro medioambientalmente menos riesgoso. Continuar con lo mismo de siempre es irracional. Pero los cambios que debemos hacer deben venir ahora. Más tarde será muy tarde.