Por Jude Webber
Ciudad de México
Emilio Lozoya, el campeón de la reestructuración a cargo de transformar el monopolio del gigante petrolero Pemex en un competidor del siglo XXI en el recientemente liberalizado sector energético de México, parece casi incapaz de creerlo.
Tal era la ineficiencia de Pemex, que se cierne tan grande sobre el país como su torre de 48 pisos en Ciudad de México, que la compañía solía tener 100 oficinas separadas de compra. Lozoya, director ejecutivo de Pemex, gira sus ojos.
Él las ha eliminado, ahorrando hasta US$ 600 millones desde enero, y esta semana espera conseguir una nueva junta, permitiéndole acelerar su plan de modernización corporativa en preparación a las asociaciones que terminarán con la mejor parte de 100 años de soledad autoimpuesta para el sector energético mexicano.
Si bien ha sido aplaudido afuera, esta revolucionaria liberalización ha ganado sólo aceptación a regañadientes por parte de la mayoría de los mexicanos. Las encuestas sugieren que 40% sigue oponiéndose, lejos de un resonante apoyo, aunque mejor que la oposición de 60% de hace un año.
Sin embargo, la recepción tibia parece sólo haber redoblado el sentido de urgencia de Lozoya, un ex banquero de inversión de 39 años. La primera reunión de la nueva junta directiva de Pemex en octubre debería aprobar su plan de reestructurar la firma en dos divisiones, una upstream y otra downstream, reemplazando las actuales “cuatro culturas corporativas operando en lo que algunos podrían interpretar como silos”.
Con adquisiciones centralizadas y economías de escala, “podríamos estar hablando de miles de millones de dólares en eficiencias al ser más ágiles en la manera en que acortamos el tiempo que toma planear, desarrollar y extraer hidrocarburos”, afirmó Lozoya a FT.
Eso será crucial para la habilidad de Pemex de dirigirse “como cualquier corporación internacional de nuestro tamaño… tan parecido como sea posible a una empresa privada”, en la que su cultura acogedora estará relegada a los libros de historia a favor de una meritocracia enfocada en la ganancia capaz de competir, y asociarse, con pesos pesados.
El ejecutivo espera que Pemex pronto sea capaz de retomar su posición como el mayor productor de petróleo de América Latina, puesto actualmente ocupado por la brasileña Petrobras con
US$ 141 mil millones de ingresos el año pasado frente a los US$ 123 mil millones del grupo mexicano.
Es una transformación ambiciosa de una compañía más a menudo asociada en las mentes mexicanas con nepotismo y corrupción.
El entusiasmo de Lozoya es palpable, pero es cauteloso. “No queremos crear expectativas que no podemos cumplir”, remata.