Economistas intentan salvar al mundo de la próxima epidemia
Comisión encabezada por Jim O’Neill, ex presidente de Goldman Sachs, impulsará la próxima generación de antibióticos.
- T+
- T-
David Cameron agregó su voz a las advertencias cada vez más urgentes por parte de los líderes mundiales de salud pública sobre el crecimiento de la resistencia a los antibióticos. Además de hablar de un regreso a “las eras oscuras de la medicina” si perdemos nuestro poder de matar a los microbios, el primer ministro británico anunció una comisión enfocada internacionalmente para encontrar soluciones a la crisis.
Aunque distintas entidades médicas y científicas alrededor del mundo han buscado recientemente maneras de abordar las infecciones resistentes a las drogas, la iniciativa de Cameron destaca porque los economistas y los expertos en política liderarán sus deliberaciones con Jim O’Neill, ex presidente de Goldman Sachs, a la cabeza. Esta es la prioridad correcta: si bien hay obstáculos científicos tremendos para descubrir nuevos antibióticos seguros, la investigación necesaria sólo ocurrirá si los gobiernos pueden entregar suficientes incentivos para que las industrias farmacéutica y de biotecnología hagan el trabajo.
La principal razón para la escasez de remedios –ninguna nueva clase de antibiótico ha llegado al mercado desde 1987– es el retiro de la industria de la investigación a favor de campos farmacéuticos más lucrativos. Como gran parte del mundo médico, las compañías fueron cautivadas hacia un sentido falso de seguridad a fines del siglo XX respecto de los antibióticos como el desafío de ayer: ellas no podían ver mucho potencial de ganancia en nuevas drogas para enfrentar las infecciones bacterianas.
Ahora que la resistencia a los antibióticos ha surgido como un inminente apocalipsis para el siglo XXI, la industria debe ser atraída de vuelta rápidamente hacia el campo. Hasta cierto punto, algunas firmas sí responden a las crisis de una manera que va más allá de su responsabilidad directa para maximizar los retornos de los accionistas, como lo demuestran las enormes sumas gastadas en desarrollar tratamientos para el SIDA en los ’80 y ’90, pero no podemos depender solamente de su sentido de responsabilidad social empresarial. Se necesitan más incentivos.
El apoyo público directo para la investigación y el desarrollo es una ruta. Las asociaciones público-privadas ya están comenzando a estimular la I+D para antibióticos, con la Iniciativa de Medicinas Innovadoras de la UE liderando el camino.
Otra contribución debería venir de medidas para facilitar el camino para la aprobación regulatoria de los nuevos antibióticos, con mejor colaboración entre las autoridades mundiales, para que las compañías no tengan que hacer más ensayos con animales y pruebas clínicas que el mínimo necesario para demostrar seguridad y eficacia. Extensiones de patentes enfocadas cuidadosamente para drogas innovadoras podrían entregar un incentivo también.
Pero la tarea más difícil de la comisión O’Neill será diseñar un incentivo de mercado para premiar a las empresas por desarrollar medicinas que serían usadas lo más poco posible para prevenir que los microbios desarrollen resistencia. Ellas serían retenidas para la administración a corto plazo en pacientes cuyas infecciones resisten a todos los antibióticos existentes. A diferencia de otras categorías de drogas, donde las firmas intentan vender lo más posible, los antibióticos necesitan un sistema que separe el pago de las recetas. Un esquema avanzado de compra o de compromiso con el mercado, en el que los gobiernos y los prestadores de servicios médicos prometen comprar y distribuir nuevos antibióticos que cumplen con los criterios acordados, podría entregar el incentivo financiero necesario.
Algunos ven un rol para los premios. El premio Longitude de 10 millones de libras esterlinas del Reino Unido se ofrece para el desarrollo de una prueba de diagnóstico barata, simple y precisa para las infecciones bacterianas, que podría ser una herramienta invaluable para un mejor enfoque de los antibióticos. Pero cualquier premio para el desarrollo de drogas tendría que ser enorme para dar un incentivo serio.
Lo que sea que recomiende la comisión O’Neill, la acción es urgente. El próximo año debería marcar el comienzo de una campaña global concertada para prevenir que la medicina vuelva a las eras oscuras.