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“Brasil está furioso por el potencial desperdiciado”

ROBERTO MANGABEIRA UNGER, FILÓSOFO RADICAL, EX PROFESOR DE HARVARD Y POLÍTICO BRASILEÑO:

Por: POR JOHN PAUL RATHBONE | Publicado: Lunes 6 de octubre de 2014 a las 05:00 hrs.
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Es un día de fines de verano y nubes altas avanzan por el cielo cuando empujo la puerta de la casa de Roberto Mangabeira Unger, en Cambridge, Massachusetts.

Filósofo radical que ganó la cátedra en Harvard en 1976, cuando tenía 29 años, Unger ha desarrollado una reputación de intelectual público sin miedo a comenzar una pelea. Hace dos años, publicó un video en YouTube donde recriminaba a Barack Obama, uno de sus ex antiguos alumnos, por rescatar a Wall Street. Obama, dijo, no se merecía un segundo mandato.

Para sus partidarios de izquierda, Unger es un visionario incansable. Otros líderes del mundo inspirados por su fértil filosofía incluyen a Ed Miliband, el líder del Partido Laborista británico, y Vicente Fox y Ricardo Lagos, ex presidentes de México y Chile, respectivamente. Sus ideas son muy diversas pero esencialmente son un apasionado llamado a dejar de pensarlo todo en términos de economía y finanzas, lo que él llama "la dictadura de la falta de alternativas". En su lugar, Unger insiste en la necesidad de volver a centrarse en lo que realmente importa, el espíritu humano. Los críticos, no todos de derecha, lo califican como un romántico absurdo. Lo que hace a Unger particularmente interesante es que él también es un político ocasional. Nativo de Brasil, en 2007 fue invitado por Luiz Inácio Lula da Silva, entonces presidente, a servir como ministro de Asuntos Estratégicos, a pesar de que Unger había criticado al gobierno como "el más corrupto de la historia de Brasil". Unger ocupó el cargo durante dos años.

Toco el timbre de la puerta, sintiéndome aprensivo. Unger se había resistido inicialmente a la invitación a almorzar, describiéndose a sí mismo como "demasiado complejo y formal para tal evento". Pero accedió a recibirme en su casa, porque ello permitiría una conversación más profunda, algo difícil de creer ya que él mismo una vez afirmó que hasta su "conversación no es muy conversacional". Sus libros no son fáciles tampoco. Se hizo un nombre con una obra en tres volúmenes, "Polítics: A Work in Constructive Social Theory"(1987); "Free Trade Reimagined" (2007) y "The Left Alternative" (2009).

Pasos suenan dentro de la casa de madera y la puerta se abre. "Adelante", me dice. A pesar de su reticencia inicial, parece ansioso por empezar. Le pregunto: ¿Qué es lo siguiente para Brasil? Durante la pasada década, dice, Brasil ha disfrutado de grandes avances. Sueldos más altos, créditos de consumo y políticas sociales han introducido a 30 millones de personas a la clase media. Brasil también ha obtenido un "avance mental" perdiendo su sentido de inferioridad. "Se acepta a sí mismo", explica.

El problema está en el suministro. El auge de los commodities de la última década creó una ilusión de prosperidad que permitió a Brasil seguir la "estrategia de la evasión", cuyos límites son ahora evidentes. La economía está en recesión y en el último año han brotado protestas masivas. "El país está furioso por el potencial desperdiciado", indicó. Los brasileños, especialmente la nueva clase media, "necesitan ser dirigidos como agentes económicos y productores, no sólo beneficiarios de programas sociales", agrega. Tales críticas son inusuales en un intelectual aclamado por la izquierda, y le digo que parece plantear el tipo de políticas de centro-derecha a las que se ha opuesto durante mucho tiempo. "Aquí es donde hay que romper con el discurso neoliberal", insiste. "Se requiere una innovación radical de los arreglos institucionales del mercado". Esto es típico de Unger: provocador pero resbaladizo. En sus libros critica al neoliberalismo por ser "una ciencia social y económica estadounidense de segunda mano". Pero también le desespera la izquierda tradicional, tanto las "versiones calamitosas y autoritarias como la socialdemocracia del buen comportamiento de Europa". ¿Qué propone en su lugar? Unger responde con otra pregunta: ¿Qué es ser un progresista hoy?

Respondiéndose a sí mismo, continúa: "La imaginación hoy en día está dividida en dos. Están aquellos que se consideran a sí mismos radicales, creen en dogmas y programas, que son fantasiosos peligrosos y revolucionarios. Y luego está la mayoría, comprensiblemente desilusionada con estos pensamientos, que cree que lo único que queda es mantener el paso y lograr avances margina- "Piketty no propone nada para cambiar las instituciones que producen la desigualdad. Simplemente corrige el mercado a través de impuestos". les en igualdad y eficiencia. Estoy completamente en desacuerdo con esta división porque soy un radical pero tampoco creo en dogmas o programas". Cita a la tecnología como un ejemplo de la necesidad de repensar el mundo. Durante la revolución industrial, acota, la nueva tecnología se propagó rápidamente. Hoy, en contraste, "la vanguardia está en cuarentena". Menos personas trabajan en los segmentos mejor pagados y más productivos de la economía, mientras que el resto tiene problemas para encontrar empleos equivalentes en otras partes. El resultado es una creciente desigualdad social. Esto le lleva a Thomas Piketty, el célebre economista francés y autor de Capital en el Siglo XXI. Unger afirma que el libro "toca la herida de la desigualdad", aunque hasta ahí llega su respaldo. "Su defecto es que no propone nada sobre cómo cambiar las instituciones que producen esta desigualdad: simplemente corrige el mercado a través de una redistribución compensatoria retrospectiva (es decir, impuestos). Mi idea es cambiar el propio mercado".

Esto es algo radical: ¿pero qué cambios y cómo? Unger suelta un huracán de ideas abstractas. Cita a Hobbes, Marx y Mill. Enumera las redes de pequeños negocios del norte de Italia y el sur de Alemania como ejemplos exitosos de "la era industrial post-Ford". Destaca la importancia de la educación. Insiste en la necesidad de una experimentación constante y "política de alta energía", de usar la tecnología para mover el empleo hacia la "frontera de práctica avanzada", pero también "más allá de la automatización soporífera de la fábrica de alfileres de Adam Smith". La nube pasa, la pieza se ilumina y Unger adopta una postura más meditativa. "La cosa esencial, la meta final de la política y el pensamiento es una vida más grande para el individuo", concluye.

La política y el intelecto siempre fueron apreciados en la familia de Unger. Nació en Río de Janeiro en 1947, pero fue criado en Nueva York, donde su madre brasileña, una poeta, le leía la República de Platón cuando sólo tenía ocho años. Cuando su padre, un exitoso abogado alemán-estadounidense, murió en 1958, la familia volvió a Brasil. Ahí, Unger desarrolló su segundo amor, la política.

Esto es casi una tradición en Brasil, donde políticos senior a menudo provienen de experiencias inusuales. La propia inspiración de Unger fue su abuelo materno, Octávio Mangabeira, un profesor de astronomía quien lanzó su propia carrera política con un discurso sobre por qué el cometa Halley no era el fin del mundo. En el camino, le pregunto por quién votará en la elección de Brasil. Sorpresivamente, Rousseff es su elección, a pesar de sus duras críticas a su primer período.

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