Japón ya no se mueve por el consenso. Esto es cierto al menos respecto de su política monetaria. Haruhiko Kuroda, gobernador del Banco de Japón (BoJ, su sigla en inglés), lanzó una "flexibilización monetaria cuantitativa y cualitativa" incluso más grande la semana pasada, con el apoyo de sólo cinco de los nueve miembros del Comité de Política Monetaria.
El BoJ planea comprar bonos del gobierno japonés a un ritmo anual de 80 billones (millones de millones) de yenes (US$ 705 mil millones), o 16% del PIB. El balance del banco central saltará a 80% del PIB. Esto haría que el balance del BoJ fuera en términos relativos mucho mayor que los de la Reserva Federal de EEUU, el Banco Central Europeo y el Banco de Inglaterra. Además, el BoJ planea extender el vencimiento de sus compras de activos a entre siete y diez años.
El fondo gubernamental de inversión de pensiones (GPIF, su sigla en inglés) también ha anunciado que reducirá sus activos de bonos domésticos desde 60% de su portafolio a 35%, mientras que aumentará sus activos de capital (domésticos y extranjeros) desde 24% a 50%. Como resultado, elevará sus activos de acciones japonesas en US$ 90 mil millones y de títulos no nipones en US$ 110 mil millones. Indirectamente, el BoJ está financiando esto al comprar bonos gubernamentales que pertenecen al GPIF.
Para justificar su decisión, el BoJ declaró: "en el frente de los precios, acontecimientos algo débiles en la demanda luego del alza en el impuesto al consumo (en abril) y un declive considerable en los precios del petróleo han estado ejerciendo presión a la baja". Como resultado, argumenta, existe el riesgo de que "la conversión desde la mentalidad deflacionaria, que hasta ahora ha estado avanzando firmemente, pueda verse retrasada".
Entonces, ¿funcionará este intento reforzado de terminar con la arraigada deflación de Japón? Para responder, uno necesita distinguir los efectos directos de las señales.
Las compras de acciones del GPIF podrán ser significativas. Pero es difícil creer que reemplazar los bonos con dinero en portafolios privados vaya a hacer una gran diferencia. El dinero de los bancos centrales también puede ser considerado como deuda gubernamental libre de intereses e irreversible. Pero los bonos japoneses a diez años rinden menos de 0,5%. Por lo tanto, la diferencia entre las dos formas de "deuda" gubernamental es pequeña, particularmente porque el BoJ buscará revertir su expansión monetaria en algún momento.
Esto hace que la señal sea el principal canal. La decisión busca subrayar la seriedad del BoJ. Pero la división dentro del comité va a minar la efectividad de la señal que intenta dar y por lo tanto debilitará su impacto.
El BoJ está combatiendo las consecuencias de un error de política que apoyó. La decisión de aumentar el impuesto al consumo este año fue equivocada: llegó a destiempo, ya que fue introducida antes de que se arraigara el cambio deseado en las expectativas inflacionarias a una tasa anual de 2%; fue un gravamen al consumo privado, del que Japón tiene muy poco, en vez de a los ahorros privados, de los que tiene demasiados; y no abordó la causa estructural de esto último, que es superávit financieros crónicos del sector corporativo (el exceso de sus ganancias brutas sobre la inversión).
Desde que la burbuja económica de Japón colapsó a comienzos de los '90, el sector privado ha tenido enormes superávit financieros, que han sido la contraparte del déficit del gobierno y la exportación neta de capital. Hoy, casi todo ese excedente es generado dentro del sector corporativo. El gobierno será capaz de eliminar su propio déficit, mientras que evitará un retorno a la depresión económica, sólo si el gasto aumenta en otras partes en relación a los ingresos. Un salto en los envíos netos sería una posibilidad. Un incremento en la inversión sería otra. Un cambio de los ingresos desde las empresas hacia los hogares, y una expansión en el consumo por parte de los ciudadanos, sería una tercera.
¿Podría la política monetaria del BoJ entregar estos resultados? Sólo hasta cierto punto. Las tasas de interés reales negativas podrían elevar permanentemente la ineficiente inversión empresarial. Las tasas de interés reales negativas también deberían depreciar el tipo de cambio y así subir el superávit de cuenta corriente. El anuncio de la semana pasada del BoJ debilitó el yen en 4% contra el dólar entre el 30 de octubre y el 4 de noviembre. Sin embargo, ninguno de estos cambios abordaría directamente el problema estructural en el sector corporativo. La política monetaria no sería más que un paliativo. Se necesita una reforma tributaria, pero la reforma debería incluir una mayor carga a las ganancias retenidas en vez que de la reducción propuesta por el gobierno.
Una política monetaria alternativa sí existe: financiamiento directo de los déficit fiscales por parte del banco central (también conocido como "lanzar dinero desde un helicóptero"). Esto no eliminaría los desequilibrios económicos, pero financiaría sus consecuencias de la manera más directa. Sin embargo, dado el exceso de deuda pública del país, este financiamiento monetario directo del gobierno arriesga provocar un giro incontrolable en las expectativas hacia una alta inflación.
Entonces, ¿qué lecciones deberían aprender otros, particularmente el Banco Central Europeo, del dilema de Japón? La respuesta es: no se debe partir desde ahí.
Los japoneses están donde están por tres razones. La primera, el Banco de Japón siguió una política monetaria muy ajustada, especialmente a principios de la década de los '90, para castigar los pecados de la burbuja económica. En segundo lugar, el gobierno agregó demasiado rápido un endurecimiento de la política fiscal en 1997. Por último, los japoneses nunca enfrentaron el exceso de ahorro estructural en el sector empresarial. Estos errores afianzaron la presión desinflacionaria que el BoJ ahora busca eliminar con sus desesperados intentos.
Todo esto resuena con fuerza actualmente en la eurozona. No menos importante, las actitudes dominantes son innecesariamente punitivas. La eurozona tampoco ha estado dispuesta a abordar el exceso de ahorros estructurales de los países acreedores. Sin embargo, lo que la zona euro debe recordar es que, independientemente de los resultados económicos, Japón seguirá siendo un país que funciona con una ciudadanía totalmente leal. La eurozona no posee una ventaja tan poderosa. No puede por eso correr el riesgo de caer en algo siquiera parecido a la deflación japonesa. Pero eso es lo que está haciendo.