Cuentan que al Presidente Sebastián Piñera le molestan aquellas críticas, cada vez más recurrentes desde sus propias filas, de que la principal carencia del gobierno es que no tiene un rumbo definido, un sello claro, o eso que ahora llaman “relato”.
Pero no por desestimar que ésa sea una gran debilidad, desconoce que existen problemas, de los que dan cuenta tanto el bajo respaldo a su gestión, como, sobre todo, el aumento en los índices de rechazo a cifras que que aparecen inquietantes.
Cuáles sean las causas que el Presidente asuma como determinantes, lo que sí tiene claro es que lo primero que debe tratar de impedir es que continúen los cuestionamientos que surgen desde sus partidarios, porque está comprobado que es lo que más afecta su popularidad.
Es ese escenario el que lo impulsó a tomar conciencia de que había llegado el momento de hacer una pausa, donde el discurso del 21 de mayo, asoma como la gran oportunidad para marcar un quiebre, que dé pie a que se inicie una nueva etapa en que los méritos sean reconocidos.
Con ese fin, a diferencia de lo que ocurrió el año pasado -como de lo que ha sido el estilo que ha impuesto hasta ahora- Piñera no se ha limitado a pedirles a los ministerios los informes sobre el cumplimiento de las metas o de sus planes para 2011, sino está haciendo un esfuerzo para que ni su equipo, ni los dirigentes políticos ni los parlamentarios, queden excluidos de las ideas que se pretenden plasmar.
Teniendo como expectativa que todos asuman como propio el mensaje que entregará al país, él mismo convocó a una reunión para analizar su contenido a las directivas más los jefes de bancada tanto de RN, como de la UDI, encuentro que se realizará el martes y será seguido de otro al día siguiente con todos los parlamentarios de dichos partidos.
La preocupación para que su cuenta pública sea un factor aglutinante, también se ha traducido en que, en esta ocasión, los criterios para la elaboración del discurso no están entregados sólo a los asesores del Segundo Piso, porque el Presidente ha incorporado al análisis, aparte de sus ministros políticos, a otros con experiencia -como Allamand o Lavín- mientras el ministro de la Segpres, Cristián Larroulet, se ha abocado a hacer lo propio con los principales dirigentes de la Alianza, incluidos los más críticos, como el senador Pablo Longueira.
Como era de suponer, en estas reuniones -lo que probablemente se repetirá en las próximas- existen diferencias de opiniones en torno al tono o los énfasis que debe tener el mensaje para que, efectivamente, marque el hito que esperan.
Lo importante, en todo caso -de acuerdo a lo que destacan en el oficialismo- es que el solo hecho de que se estén dando estas instancias, es un síntoma de que Piñera, al menos, está abierto a atender los planteamientos que se le hagan, lo que significaría que asumió que no necesariamente su criterio es siempre el acertado, menos si admite que las críticas surgen de quienes buscan que mejore la percepción de un gobierno que consideran exitoso.
Logros versus anuncios
En estos debates preparatorios, uno de los temas que ha generado más disparidad de opiniones, es si el discurso del 21 de mayo debería centrarse en mostrar los logros de este primer año, o más bien focalizarse en las reformas estructurales que forman parte de la agenda para lo que resta del mandato.
Fiel a su estilo, la inclinación presidencial ha sido destacar las nuevas iniciativas, pero todo indica que, finalmente, se habría allanado a que en esta oportunidad, es preferible poner énfasis en los lo que se ha hecho.
Entre los argumentos que han esgrimido quienes comparten esta postura –entre ellos Larroulet y Lavín- destaca que una de las críticas recurrentes que afectan al gobierno, es que hace demasiados anuncios, e incluso que genera excesivas expectativas, sin detenerse a mostrar que las cumple.
Para reforzar ese criterio -compartido por los políticos que son a quienes les cobran la palabra de las promesas- algunos plantean como ejemplo, que no siempre es posible cumplir de inmediato con los compromisos, lo que quedó demostrado con la demora en anunciar sus promesas de campaña, refrendadas el 21 de mayo de 2010, en materias como el post natal de 6 meses o la reducción del 7% de cotización de salud a los jubilados, lo que terminó conminando al gobierno a presentar las reformas una tras otra durante marzo para detener las críticas, sin conseguir el impacto que se esperaba.
Con esos fundamentos, sumados a que podía exhibir que no sólo cumplió con dichas promesas sociales, sino que también en los 7 ejes que anunció el 21 de mayo pasado existen avances importantes, la idea es neutralizar las críticas, destacando que es un gobierno que cumple.
La constatación de que en aquellos 7 ejes (crecimiento, empleo, seguridad ciudadana, educación, salud, pobreza y calidad de la democracia) se han obtenido importantes logros, habría inclinando al Presidente a poner el acento en éstos, entendiendo que ello podría ser determinante para hacer frente a su principal debilidad como es la credibilidad.
La discusión del relato
Pero la decisión de focalizarse en el cumplimiento de las promesas de hace un año -confirmado por Larroulet- no acalla las críticas de quienes consideran que ello no es suficiente si es que tales éxitos no están insertos en un discurso o un relato que identifique el sello del gobierno.
Quienes insisten en ese reclamo apuntan a que no es fácil que la gente entienda cuál es la ruta, ni menos la meta, cuando se plantean casi con la misma prioridad temas tan dispares como el crecimiento, el post natal o las reformas políticas.
Pero la discusión en torno a este punto es especialmente compleja, porque no sólo Piñera no comparte dicha crítica, sino tampoco sus principales asesores, quienes apuntan a que las prioridades de la agenda del gobierno están elaboradas, básicamente, en la idea de construir una sociedad de oportunidades.
Para el Presidente, como para sus cercanos, tal concepto no resulta lo abstracto que parece, menos si se refuerza con la idea de que ello apunta a llegar a un país desarrollado.
Claro que al reafirmar tal idea, las autoridades admiten que corren el riesgo de ser acusados de falta de coherencia, porque una sociedad de oportunidades no se condice con las iniciativas más asistencialistas, como podrían ser el bono bodas de oro, o el fin del 7% a los jubilados, que cuestionó el gurú de la economía, Hernán Büchi, en sintonía con el ex ministro Andrés Velasco.
Desde palacio, la respuesta para ello es que quienes critican, no son los responsables ni de gobernar, ni de ganar las elecciones, por lo que la coherencia consiste en dar cumplimiento a las promesas de campaña, por mucho que éstas no respondan a la ortodoxia que algunos quisieran, pero que sin ellas, la derecha no habría llegado nunca a La Moneda, ni Bachelet se habría ido con la adhesión que tiene.
Con esa mirada, es un hecho que incluso los más técnicos del gobierno han tomado conciencia de que la etapa que esperan que se inicie debe estar marcada por un sello más político, donde -con o sin relato- lo determinante es que todo el oficialismo se haga partícipe de lo que hasta ahora ha sido el gobierno sólo de Piñera.
Ésa es la oportunidad que entrega este 21 de mayo, que el propio Presidente tiene claro que no puede ni debe desaprovechar.