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Guido Girardi: “No soy políticamente correcto”

En lo que denomina como su mirada “anticipatoria”, el parlamentario PPD aspira a que el Senado se abra a la “escucha ciudadana”, promoviendo la creación de un “Consejo del Futuro”.

Por: Por Patricia Arancibia Clavel

 | Publicado: Sábado 16 de abril de 2011 a las 05:00 hrs.
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La vida política del médico Guido Girardi (50), no ha pasado desapercibida. Polémico y duro para dar y recibir golpes, después de 17 años, este parlamentario que estuvo entre los fundadores del PPD, preside, desde hace un mes, una de las instituciones republicanas más tradicionales: el Senado. Sin embargo, él está muy lejos de considerarse un político convencional. Sin perjuicio de su frecuente participación en las causas ciudadanas, hoy su preocupación se centra en que la política, si no se moderniza abriéndose a los desafíos que plantean la ciencia y la tecnología, perderá toda relevancia, lo que impedirá que la gente se involucre en la discusión de las grandes decisiones que afectarán sus vidas.

En plena discusión del proyecto sobre “comida chatarra”, hace un alto y nos recibe en el Congreso para conversar de los temas que considera fundamentales para encarar de mejor forma el siglo XXI.

- ¿Acostumbrado a tu nuevo cargo de presidente del Senado?

- No. Me gusta sorprenderme y sorprender, vivir esto como una terapia de vida. Nunca vi este cargo como un regalo, sino como una nueva experiencia que ayuda a comprender y reflexionar sobre los desafíos que tiene la sociedad chilena.

- Este año el Congreso cumple 200 años. ¿Hay que darle un nuevo sello?

- Es el tiempo que viene el que nos tiene que dar un sello nuevo. El mundo va a cambiar radicalmente y con ello, la expectativa de la sociedad y de la ciudadanía respecto al Congreso y la política. Eso se ve venir. Hay vientos de libertad profundos que recorren el planeta. Lo vemos en Africa y el mundo árabe donde se iniciaron movimientos libertarios al margen de los partidos, de los Congresos, de las instituciones tradicionales. Fue un joven de 26 años, cesante, el que se inmoló para llamar la atención sobre el derecho a vivir en una sociedad mejor. Ello generó un efecto mariposa y una escalada de cambios que nadie se habría imaginado. El mundo está viviendo una mutación maravillosa de demandas de nuevas libertades, de nuevos sueños. En Chile, lo vemos con Punta de Choros, movimiento que no es institucionalista sino ciudadano y con la movilización de Punta Arenas, que no se organiza a través de los partidos ni de las instituciones.

- ¿Cuáles son, a tu juicio, los motivos de este cambio?

- Creo que es una reacción a un mundo que ya llegó al extremo de su visión neoliberal y promoción del individualismo, que ha generado una señal cada vez más persistente y profunda de que todo lo que es responsabilidad pública debe ser privatizada; que la economía no debe tener ningún tipo de control, regulación y freno y que las personas sólo valen por lo que tienen. Esos son los valores que se promueven y que destruyen las solidaridades tradicionales y multiplican las soledades individuales. Yo leo estos movimientos libertarios como una contramanifestación, como una reacción a ese hiper individualismo. El siglo XXI estará marcado por la tensión entre esa visión y el despertar de una sociedad más compleja, empática, que se rebela contra el individualismo, la competencia y la jerarquía, para dar paso a un mundo que desarrolle valores que ponen a la comunidad por delante, el diálogo, la convivencia y el vínculo solidario. De ahí la importancia de cómo uno entiende la participación, la voluntad de la gente para ser parte de; de ser querida, valorada, de poder participar en las decisiones.

- Pero, son las instituciones y los partidos los que han dado estabilidad política al sistema… ¿Cómo se concilia tu mirada con la actual manera de hacer política?

- El Senado debe responder a estas nuevas demandas. Estamos viviendo el fin de la política si no cambiamos. Los partidos y nuestras instituciones están muy marcados por una visión del siglo pasado, cartesiana, ideológica, donde el instrumento de la construcción del mundo era la certeza. Tú salías a la calle y sabías quién era de izquierda, de centro o de derecha con sólo mirarlo. Hoy surge una sociedad compleja, un mundo nuevo, donde esas lógicas cartesianas no se hacen cargo ni entienden dicha complejidad. Ya no es el tiempo de las certezas, es el tiempo de la incertidumbre y uno tiene que pensar cuál será el centro de control de la sociedad que emerge. No tengo ninguna duda que dicho centro estará en el dominio de la ciencia y tecnología, particularmente, la biotecnología.

- ¿Cómo pretendes incorporar estas inquietudes en la agenda?

- Generando una política de mayor participación; que las comisiones vayan a regiones; que todo proyecto se debata abiertamente. Queremos que el Senado se abra a la escucha ciudadana, incorporando al mundo académico, al mundo científico, a la sociedad civil que ha estado fuera. Si no somos capaces de hacer del Congreso un ente vigía prospectivo del mundo que viene, nos vamos a dar cuenta del futuro cuando ya sea pasado. Estamos promoviendo la creación de un “Consejo del Futuro” para conocer y entender los desarrollos científicos que ya han cambiado a la humanidad. La patentación de los genes, por ejemplo, uno de los hechos más relevantes de la historia, no fue discutida por ningún Congreso porque la política estaba 30 años atrasada en Chile y el mundo.

- Estos son temas muy ajenos a la contingencia…

- Yo siempre he tratado de tener una mirada anticipatoria. Formé el Pehuén que fue el primer movimiento político ambientalista cuando nadie hablaba de medio ambiente en Chile, en los años 80. Creo que fui uno de los principales impulsores de una cultura ecológica en la década de los 90, cuando fui director del Sesma; fui el primero que habló del derecho de los pueblos originarios, creo que fui también el primero que planteó el matrimonio homosexual el año 94 y es de conocimiento, creo que fui el primero que habló de los derechos de los consumidores, de que los jugos tenían sustancias tóxicas…


- ¿Te molestó la fuerte oposición que provocó tu nombramiento?

- No. Son parte de las circunstancias y tienen que ver con que he sido una persona que ha puesto temas que han tocado muchos intereses, que ha dejado heridos en el camino. Tanto en la política, como fuera de ella, soy abierto y crítico. Cuando era concertacionista yo decía que la Concertación parecía más bien un proyecto de derecha con rostro de centro izquierda y decir eso, tal vez, agredió a muchas personas. Pero era un sentimiento de frustración muy grande que gente de la Concertación renunciara a sus banderas y que termináramos estando casi a la derecha de la derecha, cuando tienes un Piñera que hace cosas como levantar los impuestos a las utilidades de las empresas, el royalty a la minería, el 7%, el post-natal, que debiéramos haber hecho nosotros.

- ¿Te has visto obligado a moderar tu discurso?

- Uno no renuncia a sus ideas, pero, evidentemente, ser presidente del Senado tiene otra responsabilidad que ser un senador que representa solo a Santiago Poniente. Yo me debo a la gente que me eligió para que fuera senador que defendiera el medio ambiente, la salud, la educación pública, etc., pero hoy es distinto, porque además de esa tarea, tengo otra que es representar a una institución. Hay muchos estereotipos y cuando uno plantea ideas y proyectos, se genera un diálogo distinto con la propia elite que te rodea.

- En un cargo como éste, la búsqueda de acuerdos es importante. ¿Estás abierto a ellos?

- Soy un firme defensor de mis ideas desde la aceptación de la diversidad. No soy políticamente correcto, digo lo que pienso y eso tiene costos. He impulsado leyes como la del donante universal, la que prohíbe los fuegos artificiales, la que terminó con los cheques de garantía y ahora estoy tratando de sacar adelante el proyecto de la comida chatarra, que es tremendamente conflictivo y te hace muchos enemigos. Es brutal el lobby que ha hecho un sector de la empresa para intentar mutilar, socavar y liquidar este proyecto. La sociedad tiene que tomar una decisión y decir qué es más importante: la salud económica de esas empresas –que podrían hacerlo bien, bajando sus niveles de sal y azúcar para resolver sus problemas- o condenar a los niños y a los adultos a ser parte de un país con la mayor obesidad del mundo. Esa es la decisión que debe tomar este Senado.

- Con el tiempo y según las encuestas, tu apoyo ciudadano ha mermado. ¿Harás algo para remontar esa baja?

- No es mi preocupación. Una cosa es la encuesta, en que te ponen en una evaluación, en dónde es la derecha la que te evalúa y otra es mi electorado de Santiago Poniente que si decide que siga siendo senador, lo voy a seguir siendo. Pero, no voy a cambiar mis ideas ni mis convicciones por ninguna encuesta ni por ningún cargo.

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