Banco Mundial impulsa piloto de infraestructura resiliente al cambio climático en Chile
Informe del organismo señala que los beneficios son del orden de US$ 4 por cada dólar invertido, pero que en el contexto del fenómeno pueden llegar a duplicarse debido a los riesgos de desastres naturales.
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Sequías y aluviones, como el que acaba de azotar a Perú y que hasta la fecha ha provocado la muerte de cuatro personas y cientos de damnificados, son algunos de los desastres naturales que en los últimos años se han visto incrementados producto del cambio climático, en particular en los países más vulnerables al fenómeno. Chile está altamente expuesto, lo que se ha evidenciado en la profunda sequía que afecta a la zona central del país.
Con el objetivo de buscar soluciones al impacto que estos tendrán en la vida de la población de menos recursos, un grupo de investigadores del Banco Mundial llevó a cabo el estudio “Lifelines: Tomando acción hacia una infraestructura más resiliente”, que justamente propone soluciones para aumentar la resiliencia y reducir las pérdidas para empresas y personas.
El organismo internacional -que define a la infraestructura resiliente como aquella que es menos costosa de mantener y reparar, permitiendo que personas y empresas sean más capaces de responder y recuperarse después de una crisis-, seleccionó a Chile para trabajar soluciones, y junto al Instituto para la Resiliencia ante Desastres (Itrend), ya comenzaron a realizar encuentros y levantamientos para adecuar la infraestructura nacional al cambio climático.
“Es muy interesante para nosotros trabajar con países como Chile, porque es mucho más avanzado en este tema que otros. Vamos a innovar aquí y aplicar lo que hacemos en otros países después”, adelanta Julie Rozenberg, investigadora senior del Banco Mundial y miembro del equipo de Lifelines.
El director de Itrend, Felipe Machado, explica que los desastres naturales son fenómenos de baja recurrencia, pero de alto impacto, con importantes consecuencias en la sociedad. Por lo tanto, el propósito es buscar respuestas que permitan que las industrias sufran impactos más acotados y puedan recuperarse lo más rápido posible.
La continuidad operativa, afirma, es particularmente importante para Chile porque además de afectar la calidad de vida de las personas, absorbe en promedio el 1% del PIB anual, lo que lo sitúa como el país de la OCDE que más pérdidas tiene a causa de desastres. En años críticos como 2010 -que se espera sean más recurrentes-, la cifra puede subir hasta cerca del 18% del Producto.
Por lo mismo, ya están trabajando con los gremios vinculados a infraestructura crítica y líneas vitales -sanitarias, energía, forestales y aseguradoras, entre otros- para realizar diagnósticos y definir áreas prioritarias de trabajo. El objetivo es contar con una hoja de ruta basada en el trabajo colaborativo entre sector privado, público y academia.
Machado es enfático en que “las consecuencias del cambio climático tienen un impacto sobre todas las industrias que se consideran líneas vitales o infraestructura crítica”.
Inversión a largo plazo
El análisis del Banco Mundial tiene como objetivo desarrollar herramientas para calcular el impacto de los desastres naturales sobre el bienestar de las personas, para priorizar mejor las inversiones públicas.
El informe revela que el impacto directo de los desastres naturales sobre los activos de infraestructura es de aproximadamente US$ 30 mil millones cada año, algo que a juicio de Rozenberg es “un costo importante pero manejable”, ya que al considerar hogares, el valor puede ascender a hasta US$ 700 mil millones al año.
“Viene de muchas fuentes diferentes, empresas que tienen que reducir su producción porque no tienen acceso a agua o electricidad, por ejemplo. Para los hogares, son costos de salud y de bienestar”, explica la investigadora.
Así, el estudio propone tres caminos para aumentar la resiliencia y reducir estas pérdidas que se adaptarán a Chile: invertir en infraestructura más resiliente -como incorporar más tecnología antisísmica a las construcciones y más planificación urbana, por ejemplo-, identificar los activos críticos y enfocar las inversiones en ellos y aumentar la resiliencia de los usuarios directamente.
Pese a que la inversión es alta, la experta asegura que es una inversión a largo plazo. “Hay mucha incertidumbre sobre los costos y beneficios, proyectamos muchos escenarios y en el 96% los beneficios son más altos que los costos”, indica la investigadora, y agrega que “puede ser más caro de implementar, pero los beneficios también pueden ser más altos porque el riesgo es más alto”.
En promedio son US$ 4 de beneficios para cada dólar invertido. Pero al tomar en cuenta el cambio climático, los beneficios de las inversiones se duplican, “porque en el futuro las pérdidas van a aumentar y los beneficios de estas inversiones son pérdidas evitadas”, dice Rozenberg.
Sin embargo, advierte que la incertidumbre sobre el cambio climático es alta, ya que se sabe que los eventos extremos van a aumentar, pero se desconoce la frecuencia y el momento. Por lo tanto, la experta dice que es “urgente invertir en mejores infraestructuras”.
En particular, advierte la importancia de introducir más flexibilidad, especialmente en los sistemas de agua, ya que no es seguro qué territorios tendrán más agua y cuáles menos en el futuro, sólo es certero que los extremos serán más altos.