Cuando hablamos de Cartagena de Indias, hablamos de calor, mucho calor. Hablamos de intensos colores, de una ciudad amurallada, de arquitectura colonial, callejones pequeños y, sobre todo, de esa Colombia que mira al Atlántico y que te remonta a otras épocas.
Esta ciudad, fundada por el español Don Pedro de Heredia, el 1 de junio de 1533 con el nombre de “Cartagena de Poniente”, es hoy uno de los principales atractivos de Colombia, especialmente por su ubicación a orillas del Mar Caribe y donde todo ocurre en cámara lenta.
Sin duda, el corazón de la ciudad es el casco antiguo -la ciudad amurallada- de estilo pintoresco, balcones floridos, iglesias, mansiones y decenas de fortalezas. Algo que se complementa con esa ciudad exterior, conocida como el sector de Getsemaní, más pequeño, de arquitectura modesta y menos orientado al turismo.
Porque aquí se vive del turismo. Y pese a ser una ciudad caribeña no cuenta con buenas playas, ni menos bonitas, sino que aquí el turismo es cultural, gastronómico y de diversión.
Para divertirse basta subirse a las tradicionales “chivas”, buses típicos pintados con llamativos colores que pasean por la ciudad con banda de músicos a bordo y bar abierto, que permite degustar los licores más típicos del país, el aguardiente y el ron, para finalmente terminar en uno de los tantos “boliches de rumba”.
Pero Cartagena ofrece aún más. Entrega una excelente gastronomía, de nivel mundial e influenciada por la cocina indígena, árabe y africana. Todo acompañado de platos típicos de la zona como las arepas de huevo, los buñuelos de frijoles o maíz, las empanadas, el sancocho, el patacón, la posta negra cartagenera (con dulce de coca cola), el arroz de coco y diversos pescados. Y si se trata de dulces la apuesta debe ser por cualquier producto que contenga arequipe, algo incluso mejor que el manjar, en el entretenido Portal de los Dulces.
Finalmente uno de los paseos imperdibles -en lancha o yate- es visitar las Islas del Rosario, archipiélago compuesto por 27 islas privadas a sólo hora y media de Cartagena, de aguas cristalinas y playas realmente deliciosas que invitan a sentir el caribe y a disfrutarlo. Pero como no todo puede ser perfecto, sí conviene armarse de mucha paciencia ante la tremenda insistencia de los vendedores, tanto en las calles de Cartagena como en las islas del Rosario, que rodean y agobian a los turistas el día entero, ofreciendo sus productos y servicios. Aunque claro, es un esfuerzo que bien vale la pena.