El 28 de enero, Karoline Leavitt se subió por primera vez al podio de la Sala de Prensa de la Casa Blanca como vocera del Gobierno de Estados Unidos. Lo hizo con más juventud que nadie antes en esa posición: a la edad de 27 años, con una Licenciatura en Comunicaciones y Política, del Saint Anselm College, que obtuvo en 2019; el mismo año en que inició su carrera profesional en los pasillos de uno de los centros neurálgico de poder global, como asistente del cargo que hoy detenta.
A poco más de una semana del inicio del segundo mandato de Donald Trump, se presentó ante más de un centenar de periodistas para informarles, en primer lugar, que haría una reestructuración de las reglas del salón que comparten y ella dirige. "Invitamos a cualquier persona en este país, ya sea creador de contenido en TikTok, bloguero o podcaster, si producen contenido de noticias legítimo, sin importar el formato, a postular a una acreditación de prensa de la Casa Blanca", indicó, en un movimiento acorde al escepticismo -que comparte con el mandatario- respecto a los medios de comunicación tradicionales, que en el pasado ha calificado de “propaganda para las elites” demócratas.
Sin más preámbulos, Leavitt se dispuso a detallar las primeras medidas del Jefe de Estado y a responder las interrogantes de su contraparte con el tono contundente y claro que ha caracterizado sus vocerías. “El Presidente ordenó a todas las agencias federales que terminen con programas ilegales de diversidad, equidad e inclusión para ayudar a devolver a EEUU a una sociedad basada en el mérito”, dijo, sin rehuir a la controversia.
Ganando un lugar junto a Trump
Actualmente, Leavitt tiene presencia prácticamente diaria en medios de comunicación y redes sociales, donde no fallan sus outfits conservadores que hacen juego con la gargantilla en la que luce una cruz católica romana.
En dicha religión fue crida, en el seno de una familia de clase media emprendedora de New Hampshire, un Estado del noreste del país que no la eligió como su congresista cuando en 2022 se presentó como candidata al primer distrito y fue vencida por su contrincante demócrata.
Aunque le tocó probar el sabor de la derrota, pudo contar algunos puntos a su favor. Logró ascender en las filas del Partido Republicano al ganar la primaria interna por ese cupo electoral y aprovechó la campaña para poner de manifiesto su lealtad al ideario político trumpista.
La recompensa llegó en enero de 2024, cuando Trump la reclutó como jefa de prensa nacional de su campaña presidencial. En noviembre de ese mismo año, tras un triunfo categórico, el entonces Presidente electo la nombró como la futura jefa de prensa de la Casa Blanca, describiéndola a ella como una “comunicadora muy eficaz” y a su trabajo como “fantástico”.
Control de la Casa Blanca
En su rol como portavoz, Leavitt no solo ha cumplido sin titubeos con las vocerías de Gobierno, sino que también ha ejercido un fuerte control de las comunicaciones de la Casa Blanca.
Así, recientemente impidió que periodistas de The Associated Press tuvieran acceso a la oficina presidencial, como sanción por negarse a alinear sus estándares editoriales con la Orden Ejecutiva que renombró el Golfo de México como Golfo de América. “Nos reservamos el derecho de decidir quién va a la Oficina Oval (...) Si creemos que los medios de comunicación en esta sala están difundiendo mentiras, vamos a exigir cuentas”, afirmó.
Donald Trump tuvo cuatro jefes de prensa distintos durante su primera administración. Está por verse si, en este segundo mandato, Leavitt marcará un punto de inflexión y logrará consolidarse, haciendo valer las credenciales que ha acumulado en su corta y meteórica carrera.