Datos no opiniones

Mujeres directoras: avanzando lento pero seguro

"Es importante reconocer que hemos avanzado en esta materia, pero aún falta mucho por hacer".

Por: Jorge Fantuzzi, Economista especializado en Organización Industrial y Microeconometría | Publicado: Viernes 17 de mayo de 2024 a las 10:50 hrs.
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¿Sabía usted que en 2010 sólo siete empresas del IPSA tenían una mujer en su directorio, mientras que el 2019 ese número ya alcanzaba a 22 empresas? En ese mismo periodo, sólo 3 empresas nunca tuvieron a una mujer entre sus directoras, y ninguna empresa tuvo más de 3 directoras al mismo tiempo.

Es importante reconocer que hemos avanzado en esta materia, pero aún falta mucho por hacer. De hecho, hace ya tiempo se discute en Chile un proyecto para aumentar el número de mujeres en los directorios, y al parecer, este año sí podría avanzar en el Congreso.

Hace poco tuve la inquietud de preguntar a empresarios y directores de empresas qué opinaban respecto de esta propuesta considerando estas cifras. En su mayoría, la respuesta fue negativa. A continuación resumo algunas de las respuestas que más se repitieron y presento un breve contrapunto a cada una.

La primera crítica -y tal vez la que más se repite-, es que no hay suficiente oferta de mujeres capacitadas para integrar directorios. Mi primera respuesta a ese argumento se basa en la casuística, ya que estoy rodeado de mujeres extremadamente capaces. Sin embargo, mi contrapunto más importante es económico: si fuera verdad que hay pocas mujeres capacitadas, una explicación plausible sería que se debe a que se les nombra mucho menos en directorios (en estadística se diría que es endógeno, pero más coloquialmente podemos decir que es como el problema del huevo o la gallina). Si existiera la obligación -o sugerencia- de nombrar más mujeres, entonces más mujeres se capacitarían y podrían orientar su carrera a desempeñarse en ese rol.

La segunda crítica más repetida es que esta medida tendría como resultado que se nombren a personas menos capacitadas en los directorios sólo para cumplir con la cuota. Acá el contrapunto tiene algo de sustento empírico. Cuando en 2003 se estableció una medida similar en Noruega, se encontró que estadísticamente las mujeres que entraron a directorios estaban más capacitadas que los hombres que los integraban antes. Aunque no es necesariamente extrapolable la experiencia a la realidad chilena, este artículo académico es la mejor evidencia que tenemos disponible respecto de este punto específico.

Otra crítica es que no es trivial cómo se implementa. Si la empresa tiene accionistas mayoritarios y minoritarios, en quién debería recaer la responsabilidad de nombrar alguna mujer para alcanzar la cuota obligada (o sugerida). Aunque es un buen punto, me parece que es salvable ya que no es difícil pensar en fórmulas que puedan regular la forma de hacerlo.

Las últimas críticas tienen un fundamento más ideológico. Caricaturescamente la crítica se trata de preguntarse por qué el Estado debería obligarme a “administrar” mi empresa de una manera que no es la que yo elegiría. Si no elegí mujeres, es porque no quería hacerlo.

Acá el contrapunto creo que debe ser uno que le haga sentido a quienes ven el problema desde una óptica liberal (porque los que no son liberales no deberían adherir a la crítica). Creo que en ese sentido al menos para una rama del liberalismo es clave pensar si con la medida se corrige alguna falla de mercado. Acá la respuesta es más difícil, pero creo que es así. Si estamos perdiendo talento profesional de mujeres que no acceden a directorios por sesgos culturales o asimetrías de información, entonces no sólo pierden las empresas que no las integran, perdemos todos (porque las empresas podrían ser más productivas, lo que favorece tanto a productores como a consumidores).

Podemos pensar en el talento femenino en directorios como bienes públicos o que una medida como esta generaría externalidades positivas. En cualquier caso, creo que hay argumentos suficientes para reflexionar en ese sentido.

En definitiva, creo que los detalles del diseño son claves -que se incentive más que se obligue, que sea gradual más que abrupto, que no se trate de metas demasiado altas u onerosas-, pero también creo que hay que avanzar pese a los prejuicios.

Es cierto que este tema no debería ser prioridad en estos momentos. Hay muchos otros temas -como el empleo femenino post pandemia- que son mucho más urgentes. Sin embargo, creo que si hay espacio para caminar y mascar chicle, entonces no se debería evitar que este tipo de medidas avance.

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