La otra cara de la inflación
Carmen Cifuentes, Investigadora Clapes UC y Sofía Schuster, Investigadora Clapes UC
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Desde la pandemia, la inflación se ha convertido en una de las principales preocupaciones de los chilenos. Políticas económicas expansivas para mitigar los efectos socioeconómicos de la crisis sanitaria, junto con masivos retiros de los fondos previsionales, que sumaron US$53 mil millones, y otros factores, dispararon la inflación en el país, alcanzando su valor más alto desde 1990 (14,1% anual en agosto de 2022).
El aumento en el costo de los bienes y servicios, la disminución del poder adquisitivo, el impacto en los ahorros y los efectos sobre los deudores han consolidado este fenómeno como una preocupación primordial para la sociedad chilena.
Sin embargo, ¿toda la población se ve igualmente afectada por una mayor inflación general? Para responder a esta pregunta, es crucial considerar que el indicador utilizado para medir la inflación en Chile es el Índice de Precios al Consumidor (IPC), que mide mensualmente la variación de precios de una canasta representativa de bienes y servicios. No obstante, el IPC general no refleja el consumo de ciertos grupos específicos de la población, lo que puede ocultar las realidades económicas que enfrentan los segmentos más vulnerables, como los hogares del primer quintil de ingresos y aquellos compuestos por adultos mayores.
De hecho, las canastas de consumo de estos grupos difieren significativamente de la del consumidor chileno promedio. Por ejemplo, los hogares de menores ingresos destinan una mayor proporción de su presupuesto a bienes y servicios básicos, como alimentos y vivienda, que pueden experimentar fluctuaciones de precios más pronunciadas. Por su parte, los adultos mayores gastan una mayor proporción de sus ingresos en bienes y servicios relacionados con la salud, pero una menor cantidad en aquellos asociados a la educación.
Para capturar estas diferencias, Clapec UC calcula dos índices de precios específicos: el IPC del Consumidor de Escasos Ingresos (IPC-EI) y el Índice de Precios al Consumidor del Adulto Mayor (IPC-AM). El primero mide el costo de una canasta representativa del consumo de los hogares situados en el primer quintil de ingresos. El segundo, en tanto, permite seguir el costo de vida de los hogares donde todos sus miembros tienen 60 o más años.
¿Hay una diferencia en la evolución de estos índices con la del IPC general? Tanto los hogares de menores ingresos como los compuestos por adultos mayores destinan una mayor proporción de su presupuesto a bienes y servicios de primera necesidad, como alimentos, vivienda y servicios básicos. Esto significa que cualquier aumento en los precios de éstos tiene un impacto más significativo en el IPC-EI y en el IPC-AM.
Carmen Cifuentes, Investigadora Clapes UC y Sofía Schuster, Investigadora Clapes UC.
Durante el período en que la inflación general alcanzó sus niveles más altos, destacaron las alzas de precios en las categorías de “Alimentos y bebidas no alcohólicas”, y en “Vivienda y servicios básicos”. En 2022, la primera registró un incremento anual promedio del 17,7%, mientras que la segunda aumentó un 12,5%.
Como resultado, la inflación que experimentaron los adultos mayores fue superior a la que experimentó el consumidor promedio. En el peak inflacionario (agosto del 2022) fue de 1,3 puntos porcentuales superior a la general, alcanzando el 15,4%.
Desde ese año, y durante siete meses consecutivos, la inflación para los adultos mayores se mantuvo por encima de la inflación general. Esto significa que durante estos meses las personas mayores sufrieron con más intensidad los costos de la inflación. No fue sino hasta el segundo trimestre de 2023 que esta situación comenzó a revertirse, gracias a una reducción gradual de los precios de los productos de primera necesidad. También influyó que los adultos mayores gastan menos de sus ingresos en las categorías que lideraron los aumentos de precios durante 2023, por ejemplo, en “Transporte”.
La inflación anual para los hogares de escasos ingresos, por su parte, se mantuvo sobre la inflación general durante 15 meses, desde octubre de 2022 hasta diciembre de 2023 (gráfico 1). Esto significa que por más de un año ésta perjudicó en mayor medida el bolsillo de las personas con menos recursos.
Del mismo modo, que para los adultos mayores, esta brecha fue consecuencia del incremento en los precios de productos pertenecientes a las categorías “Alimentos y Bebidas no Alcohólicas” y “Vivienda y Servicios Básicos”.
Para este análisis se debe considerar que el cambio metodológico llevado a cabo en 2023 por el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) impide una comparación directa de la inflación anual de grupos específicos con la inflación general.
Sin embargo, se observa que, para los adultos mayores y para el consumidor de escasos ingresos, la inflación acumulada hasta mayo de este año es 0,3 y 0,2 puntos porcentuales, respectivamente, inferior a la variación del IPC general (gráfico 2). Esto indica que, actualmente, la inflación está afectando en menor medida a los adultos mayores y a los hogares más pobres.
Esta tendencia obedece a que los precios de los bienes que más consumen, principalmente los alimentos, han registrado aumentos menores durante 2024. Además, los bienes y servicios que han experimentado los mayores incrementos de precio, como “Educación” o “Restaurantes y Alojamiento”, son aquellos que los adultos mayores y los hogares de escasos ingresos demandan menos.
Las perspectivas para la inflación tanto del mercado como del Banco Central se proyectan al alza, especialmente para 2024. De hecho, se ha pospuesto el logro de la meta del 3% hasta 2025. En este contexto, es probable que, pese a las recientes disminuciones en la inflación, esta siga impactando la vida cotidiana de los chilenos. Y, especialmente, podría afectar a los segmentos más vulnerables de la población si vuelve a ser impulsada por incrementos en los precios de bienes y servicios destinados a necesidades básicas.