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El ajuste de Milei: lecciones de la historia y primeros meses en acción

Por: Arturo Claro Economista Econsult | Publicado: Sábado 11 de mayo de 2024 a las 04:00 hrs.
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Argentina terminó el 2023 dirigiéndose a un descalabro económico. El año cerró con la inflación anual en 211% pero con los precios moviéndose en el margen a una velocidad anualizada de 1.427%, mientras el dólar blue acumulaba en un solo semestre una subida de un 102%. Todo esto acompañado por un déficit público que no paraba de crecer financiado por el Banco Central y una deuda del sector público que alcanzó el 154% del PIB. Asimismo, el 2023, el ingreso per cápita se volvió a contraer, cumpliendo así doce años de tendencia a la baja y cerrando el 2023 un 11% más bajo que el 2011, mientras que en ese mismo periodo el ingreso por persona de los países emergentes se expandió un 39%.

Oscuro panorama pero que no es único en la historia. Thomas Sargent, premio nobel de Economía, estudió el control de las cuatro grandes inflaciones post primera guerra mundial siendo una de ellas la austriaca, que guarda varias similitudes con el caso argentino. Después de perder la guerra el imperio austrohúngaro se disolvió, había que pagar las enormes deudas del Tratado de Versalles y había escasez y desempleo generalizado en todo el país. Ante esa presión, el Gobierno austriaco en vez de limitar el gasto público decidió financiarlo con la emisión de su Banco Central.

"Argentina esta dando sus primeros pasos para volver a integrarse a mercados internaciones para que así las familias y empresas puedan volver acceder a financiamiento para el consumo, hipotecario e inversiones".

¿Qué pasó entonces? Lo obvio y lo mismo que en Argentina. Precios comenzaron a crecer a un ritmo del 1.000% anual por mes y en menos de dos años la moneda austriaca perdió todo su valor, depreciándose un 11.700%. El país comenzó a colapsar, hasta que en agosto de 1922 se firmó un compromiso que consistía básicamente en terminar con el déficit fiscal. El Gobierno austríaco se comprometió a despedir gradualmente a más de 100.000 empleados públicos, a disminuir el déficit de empresas públicas y a crear impuestos más eficientes y menos disruptivos. Así, redujo radicalmente el gasto y logró conseguir un superávit fiscal. ¿Resultados? Rápidamente la moneda se estabilizó y la inflación pasó de moverse a un ritmo de 1.005% anual a un 20% promedio en un año. Sin embargo, el ajuste no fue gratis: se observó fuerte caída en la actividad y un aumento importante en el desempleo. Hoy es estudiado como un caso de éxito.

La misma historia se está repitiendo en Argentina. La única forma de detener el espiral inflacionario era terminar con el financiamiento monetario del gasto, y para eso había que terminar con el déficit. Así, por un lado y de la mano de una enorme contracción del gasto público (-27% real anual) el Gobierno logró obtener su primer superávit financiero desde el 2010 y así el primer trimestre ya no fue necesario imprimir para financiar.

Pero en el caso argentino se necesitaba ir más allá del ancla fiscal y era necesario también abordar la enorme deuda del Banco Central Argentino (BCRA). Esta deuda en conjunto con una tasa de interés de 133% lo había obligado, en solo dos años, a triplicar en términos reales el monto que pagaba mensualmente en intereses, lo que inundaba la economía en pesos. Eso es lo que se llama el déficit cuasi fiscal y en magnitud ya era 4 veces superior al déficit del Gobierno. Para abordarlo, primero, se dejó de financiar al Ejecutivo, lo que permitió terminar con mayores emisiones deuda. Luego, se hizo algo que puede resultar contraintuitivo en la lucha contra la inflación pero que hace sentido en el caso argentino: se bajó la tasa de interés de 133% a 50%. Esto porque la actividad ya estaba lo suficientemente contraída y porque así se disminuye la cantidad de intereses que paga el Banco y, por lo tanto, la cantidad de pesos en circulación. De esta forma, tanto la deuda como los intereses mensuales que pagaba el BCRA han disminuido cerca de un 40% en términos reales desde su peak.

Los primeros resultados ya están a la vista, en solo tres meses la velocidad de la inflación paso de 1.427% en diciembre a 257% en abril y a medida que se consolidan las esperanzas de superávit siguen cayendo las expectativas de inflación: los argentinos pasaron de esperar una inflación de 227% anual a finales de 2024 a una de 161% también en solo tres meses. Por otro lado, desde enero el dólar blue dejó de subir y ya acumula una apreciación del 10%, mientras que el riesgo país, que venía subiendo desde 2017, cayó un 36%. Argentina esta dando sus primeros pasos para volver a integrarse a mercados internaciones para que así las familias y empresas puedan volver acceder a financiamiento para el consumo, hipotecario e inversiones.

Sin embargo, el ajuste tiene su costo en el corto plazo. En marzo se vieron caídas en la actividad que no se veían desde la pandemia con la construcción, la producción industria y el consumo desplomándose, acompañados también por una fuerte caída de los salarios reales.

Ahora en el margen se observan algunos brotes verdes luego de haber tocado fondo, con los salarios y la actividad expandiéndose en el margen, y además por el momento la popularidad del Gobierno se mantiene, pero aún queda un gran camino por delante y varias reformas por implementar. El tiempo dirá si Argentina pasa a la historia como otro ejemplo a seguir o si se queda a mitad de camino, por ahora me inclino por lo primero.

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