Bernand
Madoff se dejó ver hoy a la salida del Tribunal Federal del Distrito
de Nueva York, sonriente y con apariencia tranquila, aunque sin
hacer una sola declaración a la prensa sobre la multimillonaria
estafa de la que se le acusa.
Madoff, ahora en libertad bajo fianza y hasta hace unos días un
reputado y confiable inversionista, puso en marcha hace un par de décadas
un gigantesco esquema Ponzi o sistema piramidal, por el que prometía
a sus inversionistas altas rentabilidades (cercanas al 10% anual), sin
tener un negocio real que lo respaldase.
Hace una semana fue detenido en su departamento de Manhattan por
agentes del FBI, después de que lo denunciaran sus propios hijos,
con los que no ha vuelto a hablar.
Él mismo cifró en US$50.000 millones la cuantía de la
estafa, lo que la podría convertir en la mayor de la historia de
Wall Street.
Cuando ya quedaban hoy pocos periodistas ante las puertas de la
corte neoyorquina pendientes de que pudiera aparecer Madoff -ya que
horas antes el juez le había anunciado el aplazamiento de su vista-,
el inversor salió tan tranquilo del edificio, situado en el distrito
financiero.
Con un andar relativamente tranquilo a tenor de las
circunstancias, esta leyenda de Wall Street, que iba con una gorra
negra con el logotipo de la NBA y un abrigo cerrado de ese mismo
color, no quiso hacer declaraciones a la prensa.
El inversionista, nacido en Queens, se limitó a sonreír ligeramente
y con aire de naturalidad se metió en el asiento del copiloto de un
todoterreno negro, sin contestar a preguntas de los periodistas que
estaban haciendo guardia ante la corte, según se vio por diversas
cadenas de televisión.
Previamente, y según detallaron reporteros que se encontraban en
el interior, el financiero había estado en el despacho de un
administrativo, por lo que se cree que pudo haber acudido para
firmar el acuerdo de modificación de las condiciones de su fianza.
Esa fianza, que inicialmente incluía la retirada del pasaporte y
el pago de US$10 millones con el respaldo de su dúplex de
Manhattan, ha sido modificada por el juez para que incluya además
otras dos propiedades que Madoff y su esposa, Ruth, tienen en los
exclusivos Hamptons, en Long Island (Nueva York), y al borde del mar
en Palm Beach (Florida).
El despacho donde estuvo este supuesto estafador de guante blanco
se encontraba en una zona de los juzgados relativamente accesible
incluso para los periodistas, aunque estaba rodeado de cerca de
media docena de agentes de seguridad, según relató un reportero de
la cadena de televisión financiera CNBC.
Cerca de media hora más tarde, el veterano inversor, ex
presidente del Nasdaq, también entró en el señorial edificio en
donde vive, en pleno centro de Manhattan, en el cotizado barrio del
Upper East Side, donde el juez ha establecido que permanezca bajo
arresto domiciliario de siete de la tarde a nueve de la mañana.
Como era de esperar, la entrada a pie en ese edificio permitió
tomar imágenes del financiero a las decenas de fotógrafos y cámaras
que desde hace días se arremolinan ante la puerta del inmueble.
Sin perder la media sonrisa de la cara, se pudo ver cómo Madoff
empujó con contundencia a varios fotógrafos que se interponían en su
camino par tomar imágenes de uno de los hombres más perseguidos por
la prensa estadounidense durante la última semana.
Y no sólo él, porque tanto su esposa como otro miembros de la
familia y allegados están siendo investigados por las autoridades
para determinar si alguno de ellos ayudó a Madoff a mantener por
tanto tiempo una farsa de tales dimensiones.
Además, la Comisión de Valores de EE.UU. (SEC) examina la
relación entre una sobrina de Madoff con un ex inspector de esa
institución, después de que su propio presidente reconociera
"múltiples fallos" a la hora de supervisar las actividades del
financiero.
En 2007 Shana Madoff se casó con un inspector de la SEC, Eric
Swanson, que tras una década en esa entidad dejó su cargo en el
2006.
Según ha reconocido el propio presidente de la SEC, Christopher
Cox, desde 1999 esa entidad reguladora ha recibido denuncias sobre
las prácticas de Madoff, que se dedicaba a asesorar de forma
personalizada a titulares de grandes fortunas, gracias a su hasta
hace una semana sólida reputación.