Cuando Xi Jinping llegue a Washington el próximo mes para su primera visita de Estado a Estados Unidos, el presidente chino entrará de lleno en el tipo de política que el Partido Comunista no tolera en casa.
Mientras Beijing lucha para contener la caída del mercado, los candidatos presidenciales republicanos están dando tiros al azar a Xi. Scott Walker, gobernador de Wisconsin, ha urgido al presidente Barack Obama a cancelar la invitación. "Los estadounidenses luchan para afrontar la caída de los mercados de hoy, impulsado por una parte por la desaceleración de la economía china y el hecho de que ellos manipulan activamente su economía", dijo Walker.
El gobernador seguía los pasos de Donald Trump, el magnate inmobiliario que lidera las encuestas republicanas, quien se tomó un descanso de atacar a los inmigrantes ilegales para apuntar su ira hacia China. Además de decir que serviría un Big Mac a Xi para protestar contra la reciente devaluación del yuan, Trump tuiteó: "Los mercados están cayendo, todo causado por la mala planificación y el permiso dado a China y Asia de dictar la agenda".
China ha servido durante mucho tiempo como el "hombre del saco" en las elecciones presidenciales de EEUU. Si Bill Clinton se refería a los "carniceros de Beijing", por la masacre de Tiananmen, George W. Bush le atacaba por ser suave con China, u Obama pregonaba la necesidad de alianzas para desafiar a Beijing. Los contendientes por la presidencia tienen un largo historial criticando a China, comprometiéndose a adoptar una postura más dura que el rival si eran elegidos.
Algunos analistas dicen que China está provocando un grado diferente de ira ahora por varias razones: su crecimiento como potencia económica, sus acciones asertivas en el Mar del Sur de China, los ataques cibernéticos, el robo de propiedad intelectual y la creación de un clima poco acogedor para los negocios extranjeros. Frank Jannuzi, presidente de la fundación Mansfield dedicada a promover las relaciones entre EEUU y Asia, dijo que desde que Richard Nixon fue a China en 1972 había un consenso entre los dos partidos sobre el beneficio para EEUU de establecer lazos con el país. Pero el consenso casi se había perdido porque las compañías estaban "cada vez más desencantadas" con China.
"En Washington siempre ha habido un debate entre los halcones de China y los abraza-pandas. Las empresas solían mantener el equilibrio", apuntó Jannuzi, que asesoró a Joe Biden en su carrera como candidato presidencial demócrata en 2008.
"Muchos candidatos presidenciales ven el momento de caos en China como una oportunidad para presionarlos porque pueden combinar la ansiedad del pueblo estadounidense por cómo impacta la economía china sobre sus jubilaciones con la ansiedad que durante mucho tiempo ha estado en los círculos de la élite política sobre el comportamiento en política internacional de China".
Según Chris Johnson, ex analista de China en la Agencia Central de Inteligencia, la retórica sobre China era "diferente a lo estándar" porque Beijing se negó a abordar las preocupaciones estadounidenses sobre temas como la seguridad cibernética.
"Los comentarios de Walker y los otros son irresponsables", dijo Johnson, "pero puso al gobierno a la defensiva."
Johnson agregó que China se ha convertido en una víctima de su propio éxito y podría no confiar en la estrategia "oculta tu fuerza, espera tu momento" promovida por el ex líder Deng Xiaoping. "De repente, estos chicos que lo estaban haciendo bien, pero de forma invisible, están ahí de una manera en que antes no estaban. Son un blanco fácil".
La paliza china tiene implicancias para Obama, que durante el año ha desviado las demandas del Capitolio para incluir disposiciones vinculantes que prevengan la manipulación de la divisa en el acuerdo comercial transpacífico (TPP, su sigla en inglés). Ayudado por los republicanos, la administración eliminó la legislación que imponía sanciones comerciales a cualquier país que manipulara la divisa para obtener beneficios económicos. Gran parte del argumento se percibió como un éxito de diplomacia de la Casa Blanca con la apreciación del yuan en los últimos años. Beijing ha debilitado ese argumento con su devaluación.
Por otra parte, aunque China no forma parte del TPP, el movimiento del yuan provocó que Vietnam, que sí pertenece al TPP, siguiera el ejemplo de Beijing en devaluar y reviviera las críticas en cuestión de divisas.