Royal Dutch Shell anunció ayer que abandonó su polémico programa de exploración en el Ártico luego de que no encontrara petróleo.
La decisión pone fin a casi una década de esfuerzos que podrían costar US$ 8 mil millones al grupo angloholandés, una suma descrita por analistas como "impactante" para un pozo seco. Hace, además, que el desarrollo exhaustivo del Ártico, visto como la última gran frontera de petróleo y gas, sea improbable en los próximos años.
Shell afirmó que no encontró cantidades suficientes de petróleo y gas en su pozo Burger J en el mar de Chukotka, para garantizar una mayor exploración, y dijo que tomaría miles de millones de dólares en amortizaciones. La firma descartó un regreso a la región por el "futuro predecible", culpando al costo del proyecto y a una regulación medioambiental "desafiante e impredecible" en EEUU.
Marvin Odum, director para América, dijo que el área "probablemente es de importancia estratégica para Alaska y EEUU. Sin embargo, este es un resultado de exploración claramente decepcionante para esta parte de la cuenca".
Shell espera sufrir pérdidas de hasta US$ 4.100 millones en sus resultados del tercer trimestre, reflejando una amortización de activos y el costo de compromisos contractuales. Intentará subcontratar su flota de 30 barcos, incluyendo dos plataformas de exploración.
El colapso en los precios del petróleo desde junio, desde más de US$ 115 el barril a menos de US$ 50 ahora, ha puesto en cuestionamiento la viabilidad de la producción difícil y de alto costo en áreas como el Ártico.
Los rivales han observado con atención si Shell podía superar los grandes desafíos técnicos, regulatorios y legales. Su incapacidad de encontrar reservas comerciales viables enviará una señal de que la exploración en el Ártico no justifica el costo.