Ningún partido de Reino Unido es competente
Llegó el momento de cambiar el enfoque de la obsesión por el déficit fiscal y la deuda. Estos no fueron ni la causa ni la solución de la crisis.
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Si los Conservadores ganan suficientes escaños en la elección general para retener el poder, será gracias a su reputación de competencia económica y a que los Laboristas tienen lo opuesto. ¿Se merecen estas reputaciones? No tanto como cree la sabiduría convencional.
La historia que nos han contado repetidamente tiene tres elementos: primero, el despilfarro de los Laboristas fue el responsable del caos que heredó la coalición; segundo, la austeridad de los últimos cinco años ha producido una recuperación notable; y, tercero, seguir en el mismo camino es la forma para que la economía vuelva a ser saludable.
Simon Wren-Lewis, que enseña macroeconomía en la Universidad de Oxford, califica los elementos de esta historia como mitos. Entonces ¿qué es verdad y qué no?
En su último Panorama Económico Mundial, el Fondo Monetario Internacionales aseguró que el balance fiscal cíclicamente ajustado del Reino Unido era -6,8% del Producto Interno Bruto en 2008, y -9,9% del PIB en 2009. Pero en octubre de 2008, había estimado que el mismo déficit sería de 2,9% del PIB en 2008 y de 2,8% en 2009. El FMI ha cambiado su visión del pasado. Pero nadie tuvo esa sabiduría antes de la crisis.
¿Qué rol jugaron entonces los errores fiscales? La Oficina de Responsabilidad del Presupuesto concluye que: "es difícil argumentar que las políticas tributarias y de gasto implementadas a principios y mediados de los 2000 fueron en sí mismas una causa importante de la crisis y la recesión. Pero hubo indudablemente debilidades en el manejo fiscal durante ese período".
Por lo tanto, el gasto del gobierno sí creció muy rápido antes de la crisis. Pero el ratio de gasto como porcentaje del PIB fue muy bajo en 1999-2000. Un período de crecimiento más acelerado en el gasto que en el PIB era justificado. De nuevo, el déficit cíclicamente ajustado debió ser quizás dos puntos porcentuales del PIB más bajo que lo que fue. Pero si lo hubiera sido, y si el ratio de deuda pública neta como porcentaje del PIB también hubiera sido 10% más bajo en 2008 de lo que fue, el déficit fiscal y deuda pública neta igual hubieran aumentado. Ya que el gobierno nunca tuvo dificultades para vender deuda a tasas de interés muy bajas, la diferencia en la carga del servicio de deuda habría sido insignificante. Más aún, el ratio de deuda como porcentaje del PIB pre crisis era muy bajo para los estándares históricos.
Así es que la visión de que la crisis del Reino Unido fue causada principalmente por el derroche Laborista es falso. Esta creencia errónea permite que la gente ignore las debilidades de la economía privada, que era más frágil de lo pensado en esos años previos a la crisis.
Veamos ahora si la recuperación ha justificado la austeridad de la coalición. Una respuesta es que la coalición terminó cumpliendo no sus propios planes sino aquellos del presupuesto de marzo de 2010 de los Laboristas, como muestra un paper del New Policy Institute. Pero los Laboristas pueden no haber cumplido lo que prometieron, particularmente bajo el gobierno de Gordon Brown, el primer ministro entre 2007 y 2010. Quizás se necesitó a George Osborne, el ministro de Hacienda, para cumplir lo que los Laboristas prometieron.
Otra respuesta es que el ajuste fiscal sí retrasó la recuperación significativamente. Esto es consistente con el análisis de la Oficina de Responsabilidad del Presupuesto. Cuando las tasas de interés han alcanzado un piso, el ajuste fiscal está destinado a debilitar la demanda y la producción, argumenta el profesor Wren-Lewis. Más aún, incluso si una política monetaria agresiva compensa el ajuste fiscal, podría imponer sus propios costos a través de precios de activos insostenibles o una expansión excesiva del crédito.
Sin embargo, el punto más fundamental es que ésta ha sido una recuperación inquietantemente débil y desequilibrada, no fuerte ni saludable. Es cierto que ha supuesto una bienvenida mejora en el empleo, pero sólo por un colapso en el crecimiento de la productividad. Además, el crecimiento en el autoempleo se ha disparado de poco menos de 40 mil al año entre 1987 y 2007 a casi 140 mil anual desde 2009. Antes de 2007, el autoempleo representaba el 16% de crecimiento del empleo; ahora es del 45%. Uno debe preguntarse qué tipo de puestos de trabajo son. Puestos de trabajo por cuenta propia que no pagan muy bien pueden ser mejores que nada. Pero son difícilmente un triunfo.
¿Qué sucede, entonces, con la próxima legislatura? Hay una diferencia real entre los Conservadores y los Laboristas en términos de política fiscal, aunque ambos prometieron un endurecimiento y ni siquiera los Laboristas están preparados para argumentar a favor de una subida de impuestos significativa. Esto significa que los ajustes fiscales seguirán estando en el lado del gasto. La diferencia es que los Tories buscan un superávit fiscal global y los Laboristas un superávit en el presupuesto actual. Lo primero también significa reducir el gasto a ratios del PIB apenas vislumbrados en medio siglo. Ese nivel bajo es improbable que sea alcanzado o, si se logra, sea sostenido.
En resumen, mi valoración de los registros de los gobiernos dirigidos tanto por Laboristas como por Tories es que ninguna de las partes es competente. Ninguno mostró un escepticismo saludable sobre los servicios financieros. Ni abordó la creciente crisis en la oferta de viviendas y la consiguiente dependencia excesiva del sector financiero en los préstamos garantizados en contra de ella. Bajo ambos partidos, la economía ha sido muy dependiente de la demanda en el endeudamiento y el gasto de los hogares. No menos importante, la prosperidad del Reino Unido disminuye: en PIB per cápita (a paridad de poder de compra), el Reino Unido está detrás no sólo de Estados Unidos, Alemania y Francia, sino que también de Singapur, Holanda, Suecia, Dinamarca y Finlandia. Si el crecimiento de la productividad no se recupera, esta posición relativa debería empeorar.
Con seguridad ha llegado el momento de cambiar el enfoque desde la obsesión por el déficit fiscal y la deuda. Estos no fueron ni la causa ni la solución de la crisis. Lo que sea que uno piense sobre las políticas fiscales de la coalición, una débil y desequilibrada recuperación de una gran recesión no es una reivindicación. El Reino Unido enfrenta grandes desafíos económicos. Enfrenta igualmente enormes dudas sobre su lugar en el mundo y en Europa, así como su propio futuro constitucional. Ninguno de los grandes partidos ofrece respuestas convincentes a estos desafíos. No hay que hacerse ilusiones: la competencia real no está disponible, ni en la economía ni, en verdad, en todo lo demás.