¿Podría haber una serie de comedia más oportuna que la nueva de HBO Silicon Valley?
La zona caliente de tecnología nunca ha sido más caliente. Y las oportunidades para la sátira nunca han sido más divertidas.
Mike Judge, creador de King of the Hill, Beavis and Butt-Head y Office Space, ha regresado a la Bahía de San Francisco por primera vez desde que trabajó ahí como un ingeniero en los ‘80 para liderar la segunda serie de HBO este año que está ambientada en el norte de California.
Silicon Valley, que fue pre estrenada en Redwood City, es, como podrían decir acá, “X veces” más geek. Sigue la historia de Richard, director ejecutivo de la start-up Pied Piper, y su alegre banda de programadores, inversionistas y emprendedores.
Un poco como Twitter, concebido como un proyecto paralelo de una fracasada start-up de podcast, el fundador de Pied Piper no se da cuenta de la importancia de su creación. Cuando dos multimillonarios rivales comienzan una guerra de ofertas, él debe decidir si vende su invento por US$ 10 millones o aceptar una inversión que podría ayudarle a convertir su tecnología de compresión de audio en algo más valioso.
Los geeks en la premiere de Silicon Valley incluyeron a Graig Newmark, inventor de Craigslist; el jefe de Tesla y SpaceX, Elon Musk; y Mike Arrington, fundador de TechCrunch. Muchos pueden haber ido al pre estreno esperando que la serie los mostrara bajo una perspectiva más positiva que la mercenaria Red Social o la insípida Jobs, de Ashton Kutcher.
Aunque podría usar más risas, Silicon Valley ha hecho bien su trabajo de investigación. El show abre con Kid Rock tocando en una fiesta de start-up vacía, donde Eric Schmidt, de Google, hace un pequeño cameo. “¡Tengo diez palabras para ti!”, grita el CEO de una recientemente adquirida start-up, como el ex jefe de Microsoft, Steve Ballmer. “¡Me encanta la funcionalidad de multiplataforma integrada de Goolibit! ¡Sí! Estamos ganando un montón de dinero... pero más importante estamos haciendo del mundo un mejor lugar”.
El programa está lleno de detalles bien observados, algunos posiblemente muy oscuros para que los capte el televidente casual, como el artista de graffiti contratado para pintar el logo de Pied Piper, tal como en Facebook. Pero también se salta algunos detalles que podrían irritar a los quisquillosos geeks: MySpace, mostrada en los créditos iniciales, era de Los Angeles, y las start-ups usan PCs, no los Macs que imperan en el Valley.
Una proclama por parte del arquitecto de red de Pied Piper sobre su dominio de las complejidades ocultas de Internet y su poder de asegurar que “una mala configuración no deje en bancarrota a toda la empresa” obtuvo risas particularmente grandes.
Pero la escena donde el capitalista de riesgo Peter Gregory, basado aparentemente en Peter Thiel de Founders Fund, humilla a Richard por no tener un plan de negocios fue muy familiarmente dolorosa como para obtener muchas risas.
Lo mejor y lo peor sobre Silicon Valley es que logra revelar al mago mundano detrás de la cortina de la industria tecnológica. “¿Por qué es tan caro aquí?”, pregunta el amigo de Richard, Big Head, examinando despectivamente Palo Alto desde uno de los infames buses de acercamiento.
El problema es que el verdadero Silicon Valley hoy es a menudo tan desconcertante e increíble que una parodia es casi innecesaria. Nada en el show se acerca al absurdo comentario del capitalista de riesgo Tom Perkins, que comparó una reacción violenta en contra de los ricos con la persecución de los nazis a los judíos, o la predicción de Mark Zuckerberg de que pronto visitaremos a los doctores a través de un casco de realidad virtual.
“La mayoría de las start-ups son una telenovela, pero diferente a lo que piensa la gente”, comentó Elon Musk. “La verdad es más extraña que la ficción”.