Han pasado 54 años desde que Cuba y EEUU rompieron relaciones diplomáticas. Pero el mes pasado, la bandera cubana ondeó nuevamente sobre su embajada en Washington y, el 14 de agosto, John Kerry, el Secretario de Estado de EEUU, izará la bandera de las barras y las estrellas en La Habana.
El restablecimiento de las relaciones diplomáticas, por supuesto, es sólo el primer paso de lo que será un largo y complejo proceso de acercamiento. Por un lado, la eliminación del embargo estadounidense requiere una ley del Congreso — y, si bien el impulso para que esto suceda parece estar ganando fuerza en el Capitolio, está lejos de ser algo cierto.
Además, el proceso plantea preguntas interrogantes sobre el tipo de relación que EEUU y Cuba podrían tener en el futuro. La respuesta a lo anterior depende a su vez del tipo de país en que Cuba llegara a convertirse — una especulación geopolítica muy popular desde que se derrumbó la Unión Soviética y retiró su apoyo económico, pero a la vez infructuosa, ya que todos los escenarios imaginados hasta ahora han resultado ser erróneos.
Después de la caída del muro de Berlín, muchos pensaron que Cuba podría seguir el camino de la "Revolución de Terciopelo" checoslovaca. Pero no surgió ninguna figura similar a Václav Havel; ni hubo una oleada similar de espíritu rebelde.
Entonces se especuló que La Habana podría adoptar un enfoque chino o vietnamita, a través del cual el Partido Comunista permanece firmemente en el poder mientras liberaliza la economía — una especie de perestroika antes de la glásnost, si se quiere.
Sin embargo, La Habana tampoco ha ido por ese camino. Hasta ahora la liberalización económica ha sido titubeante, en gran parte debido a que el Partido Comunista teme introducir reformas importantes que le pudieran obligar a ceder el control político. La manera en que La Habana cuadre este círculo será un reto importante en los próximos años, puesto que en la isla aumentan las expectativas de cambio y más prosperidad, especialmente ahora que EEUU ya no es "el enemigo".
Tampoco América Latina ofrece una hoja de ruta. Quizás una mejor idea de la clase de país en que Cuba podría convertirse se encuentra aún más lejos, en Irán.
Sin tomar en cuenta la controversia nuclear, ambos países tienen una historia de perfil similar: el sultanato confuso de Fulgencio Batista tiene su contraparte en el Shah. Ambos países tuvieron revoluciones nacionalistas, aunque la de Cuba sucedió 20 años antes. Ahora ambos están sujetos a una transformación de la política estadounidense.
Se deduce que una mayor integración económica fortalece a las facciones moderadas, y mejora la capacidad de EEUU y sus aliados para enfrentar otras amenazas a la seguridad regional — como el Estado Islámico en el Golfo, o los narcos y la guerrilla marxista en las Américas.
Ambos países cuentan con servicios de inteligencia altamente capacitados con alcance internacional. Ambos están controlados por gobiernos más o menos benevolentes presididos por "Líderes Supremos" (los hermanos Castro en Cuba, el Ayatolá Ali en Irán). En ambos las élites militares ocupan puestos clave de la economía (el petróleo iraní; el turismo cubano)
Y, un punto crucial de similitud, ambos tienen enormes poblaciones emigrantes que a menudo viajan a casa, y que son una fuente importante de fondos e inversión. Aproximadamente 5 millones de iraníes viven en el extranjero, muchos en California, mientras que hay alrededor de 2 millones de emigrados cubanos, en su mayoría en Florida.
Por supuesto, hay diferencias importantes. Además de la cuestión nuclear, muchos de los vecinos de Irán le temen a su nueva interacción con el resto del mundo. Por el contrario, casi todo el mundo ha aplaudido que Cuba haya salido de su aislamiento.
Sin embargo, ¿esa diferencia es realmente tan grande o permanente? Hace tan sólo unas décadas, el ejército cubano estaba activo en América Latina y África. Pero el tiempo ha debilitado a la Revolución cubana y le ha otorgado un aura cálida y difusa. Quizás lo mismo le suceda en Teherán en 20 años.
La nueva política de Washington hacia Cuba debió haberse implementado hace mucho tiempo: pero, por lo menos, admite que la vieja política aislacionista no funcionó. Sin embargo, sería un error esperar que La Habana va a facilitar las cosas. Durante muchos años, seguramente les dará a los críticos estadounidenses del acercamiento municiones para sus argumentos; los reflejos ya están muy arraigados. También en este caso, Cuba podría tener mucho en común con Irán, que sigue siendo tan orgulloso y quisquilloso como siempre. Los viejos hábitos nunca se olvidan.