A los 96 años falleció Artur Fischer, el inventor alemán de la ampolleta del flash de las cámaras, el enchufe de pared de plástico y los juguetes de construcción Fischertechnik que inspiraron a generaciones de ingenieros.
Durante su larga vida, Fischer llegó a inscribir 1.100 patentes, un número superado solamente por Thomas Edison que, sin embargo, fue apoyado por un equipo de ingenieros, mientras que Fischer trabajó solo.
El grupo familiar Fischer que fundó en la región alemana del Black Forest emplea hoy a más de 4.000 personas.Él “transformó los problemas de su vida cotidiana en soluciones”, dijo la Oficina Europea de Patentes una vez. El propio Fischer insistió en que las invenciones nunca llegaron fácilmente, diciendo: “Cada vez que se produce algo nuevo, exige sangre, sudor y lágrimas”.
Nacido en 1919 en Tumlingen, su temprano interés en alterar juguetes animó a su madre a comprarle un Märklin Kasten, un juego de construcciones parecido al Meccano.
En 1948 entró en el negocio y poco después desarrolló la bombilla de la cámara eléctrica síncrona, después de observar las dificultades de un fotógrafo para retratar a su hija en una habitación bastante oscura.
Una década más tarde llegó su mayor éxito comercial, el tarugo de plástico que permite a los profesionales y entusiastas del hágalo usted mismo por igual fijar tornillos de seguridad en las paredes de yeso.
Con esfuerzo incesante, adaptó este dispositivo para muchos propósitos, incluyendo la reparación de huesos rotos. Pero es más recordado por Fischertechnik, una gama de juguetes de construcción lanzada en 1963, que permitía a los aficionados construir cualquier cosa, desde un auto de juguete sencillo a máquinas complejas con funciones eléctricas, mecánicas e hidráulicas y controles computarizados.
“Fischer influyó en generaciones de ingenieros, incluyéndome a mí”, dice Dirk Fox, editor de ft:pedia, una revista Fischertechnik online. De acuerdo con Fox, que jugó con Fischertechnik cuando era un niño y más tarde con sus tres hijos, los juegos fueron utilizados en la industria para formación: “Se pueden hacer prototipos muy realistas”.
Fischer entregó el control de su empresa en 1980 a su hijo Klaus para “dedicarse a su pasión por la invención”, y mantuvo una oficina y un taller en la sede de la compañía donde siguió trabajando regularmente hasta bien entrados los 90 años.