Algo extraño sucedió en el Centro de Graduados de la City University of New York a mediados de abril. Una serie de economistas estadounidenses se reunieron para reflexionar sobre un paper acerca de la inequidad y la política tributaria de Thomas Piketty, un profesor de economía de París.
En lugar de reunirse en el sombrío aislamiento académico, el evento fue tan popular que se agotaron las entradas, y la discusión debió ser transmitida a un auditorio vecino. El entusiasmo no terminó ahí. En días recientes el nuevo libro del profesor Piketty, Capital en el siglo XXI, se ha disparado en las listas de best-seller y ha generado un debate interminable.
La Casa Blanca y el Tesoro de Estados Unidos han tenido encuentros con el francés. Un segmento completo del programa de televisión Morning Joe analizó su mensaje de reforma fiscal. El interés ha sido tan alto que la revista New York ha denominado a Piketty como un “economista rock star”. Nada mal para un intelectual francés de izquierda que casi nadie conocía en EEUU hace un mes. Especialmente dado que el libro argumenta esencialmente que la riqueza heredada y la desigualdad han aumentado en Occidente, y eso sólo se puede contener con impuestos mucho más altos.
¿Qué explica este entusiasmo febril? Algunos observadores podrían responsabilizar a los hechos: el volumen del profesor Piketty contiene una exhaustiva investigación y numerosa estadística que muestra que el economista Simon Kuznets estaba equivocado al argumentar en los ’50 que las economías se volverían más equitativas a medida que maduraran. Por el contrario, el profesor Piketty argumenta que la desigualdad ha aumentado en EEUU y Europa en la última década debido a que una nueva estructura de “súper gerentes” ha capturado más ingresos y los retornos sobre la riqueza acumulada han superado al crecimiento económico. Esto significa que los ricos se están volviendo más ricos, y muchos de ellos heredan sus fortunas.
Creciente disyuntiva
Pero la verdadera razón para la recepción de rock-star de Piketty es el hecho de que ha obligado a los estadounidenses a enfrentar una creciente disyuntiva. Casi dos siglos y medio atrás, cuando los padres fundadores crearon el país, creían que habían rechazado la tradición europea de aristocracia heredada y riqueza rentista. En cambio, las personas debían enriquecerse a través del trabajo duro, mérito y competencia. Por lo tanto, las inequidades se toleraban porque todos esperaban volverse ricos. Ese era el sueño americano que impulsó olas de energía empresarial y que aportaba un pegamento social.
El libro de Piketty muestra que este sueño es crecientemente un mito. Hoy la riqueza en EEUU está más desigualmente distribuida que en casi cualquier otro lugar, y los retornos sobre la riqueza acumulada son tan altos que las fortunas son crecientemente heredadas, no fabricadas.
Incluso antes de su llegada, el asunto estaba provocando incomodidad. Encuestas del Pew Research Center sugieren que dos tercios de los estadounidenses cree que su sociedad se está volviendo más desigual, mientras que 90% de los liberales y 60% de los conservadores moderados quiere que el gobierno enfrente el tema. Entretanto, las referencias de los medios a la “desigualdad” y “Estados Unidos” son seis veces mayores este mes que en 2005 o 2010, según la base de datos de Factiva.
El libro ha enmarcado este asunto con nueva claridad; como un moderno Alexis de Tocqueville, ha obligado a los estadounidenses a confrontar algunas de sus contradicciones. Eso no significa que la elite aceptará su análisis ni que el Congreso apoyará su llamado a subir drásticamente los impuestos.
El trabajo de Piketty toca una herida abierta sobre la realidad del sueño americano. Por supuesto, un sueño no necesita ser “real” para funcionar; todo lo que se requiere es que suficiente gente crea en la ilusión.
¿Pero puede ahora el sueño americano sobrevivir un giro hacia la oligarquía? ¿Puede el mito igualitario actuar todavía como pegamento social? Estas son las grandes preguntas implícitas en su libro, y si Pikatty tiene razón, sólo pueden volverse más agudas a medida que la desigualdad genere más desigualdad.