La economía mundial se está desacelerando, tanto estructural como cíclicamente. ¿Cómo podría responder la política? Con improvisaciones desesperadas, sin duda. Las tasas de interés negativas ya han pasado de lo impensable a la realidad. El siguiente paso es probable que incluya la expansión fiscal. De hecho, esto es lo que la OCDE, durante mucho tiempo una entusiasta de la austeridad fiscal, recomienda en sus Perspectivas Económicas Provisionales. Pero es poco probable que eso sea el final. Con la expansión fiscal podría ir apoyo monetario directo, incluyendo la política más radical de todas: el “dinero helicóptero” recomendado por Milton Friedman.
Más recientemente, ésta es la política prevista por Ray Dalio, fundador de Bridgewater, un fondo de cobertura. La economía mundial no sólo se está desacelerando, argumenta, sino que “la política monetaria 1” -menores tasas de interés- y “la política monetaria 2” -flexibilización cuantitativa- están claramente agotadas. Por lo tanto, dice, el mundo necesitará una “política monetaria 3” directamente dirigida a fomentar el gasto. Eso de que podríamos necesitar una política de este tipo es también la recomendación de Adair Turner, ex presidente de la Autoridad de Servicios Financieros, en su libro “Between Debt and the Devil”.
¿Por qué podría el mundo ser conducido a tales expedientes? La respuesta corta es que la economía mundial se está desacelerando de forma duradera. La OCDE ahora prevé que el crecimiento de la producción mundial en 2016 “no será mayor que en 2015, el ritmo más lento en los últimos cinco años”. Detrás de esto hay una realidad simple: el exceso de ahorro mundial -la tendencia de que los ahorros deseados suban más que la inversión deseada- está creciendo, por lo que el “síndrome de deficiencia crónica de la demanda” está empeorando.
Esta etapa de debilidad de la demanda debe ser vista en su contexto histórico. La tasa de interés real a largo plazo en valores seguros ha estado cayendo desde hace al menos dos décadas. Ha estado cerca de cero desde la crisis financiera de 2007-09. Antes de eso, un auge insostenible del crédito en Occidente compensó la debilidad de la demanda. Posteriormente, los déficit fiscales, las tasas de interés cero y las expansiones de los balances de los bancos centrales estabilizaron la demanda en Occidente, mientras que una expansión del crédito financió la inversión masiva en China. Políticas monetarias relajadas en Occidente y las políticas de crédito laxas de China también impulsaron el auge de los commodities posterior a la crisis, a pesar de que el excepcional crecimiento de China fue el factor más importante.
El fin de estos auges de crédito es una importante causa de la débil demanda actual. Pero la demanda es también débil en relación a una desaceleración del crecimiento de la oferta. A nivel mundial, el crecimiento de la oferta de trabajo y la productividad laboral han caído fuertemente desde mediados de la década pasada. El menor crecimiento la producción potencial en sí mismo debilita la demanda, ya que reduce la inversión, siempre un motor esencial del gasto en una economía capitalista.
Es este contexto -la desaceleración del crecimiento de la oferta, el aumento de los desequilibrios entre los ahorros deseados y la inversión, el fin de los auges de crédito insostenibles y, no menos importante, un legado de sobreendeudamiento y debilitados sistemas financieros- el que explica la situación actual. Explica, también, por qué las economías que no pueden generar una demanda interna adecuada se ven presionadas hacia un crecimiento liderado por las exportaciones de “empobrecer al vecino” a través del debilitamiento del tipo de cambio. Japón y la zona euro están en ese club. También lo están las economías emergentes con tipos de cambio colapsados. China se está resistiendo pero, ¿por cuánto tiempo más? Un yuan más débil parece casi inevitable, digan lo que digan las autoridades.
No existen soluciones sencillas para los desequilibrios económicos globales de hoy en día, sólo paliativos. El sabor favorito actual de la política monetaria es tasas de interés negativas. Dalio sostiene que: “Si bien las tasas de interés negativas harán el efectivo un poco menos atractivo (pero no mucho), no van a conducir… a los ahorristas a comprar el tipo de activos que va a financiar el gasto. Estoy de acuerdo. No me puedo imaginar que las empresas se apresuren a invertir como resultado. Lo mismo puede decirse de la flexibilización cuantitativa convencional. El mayor efecto de estas políticas es probable que sea a través de los tipos de cambio. En efecto, otros países estarán buscando crecimiento impulsado por las exportaciones vis-à-vis con los consumidores estadounidenses. Esto necesariamente va a estallar.
Una alternativa entonces es la política fiscal. La OCDE argumenta, de manera convincente, que la expansión coordinada de la inversión pública, combinada con reformas estructurales adecuadas, podría aumentar la producción e incluso disminuir la proporción entre la deuda pública y el Producto Interno Bruto. Esto es particularmente plausible hoy en día, debido a que los grandes gobiernos son capaces de pedir prestado a tasas cero o incluso tasas de interés reales negativas, a largo plazo. La obsesión por la austeridad, incluso cuando los costos de los préstamos son tan bajos, es una locura.
Si las autoridades fiscales no están dispuestas a comportarse de manera sensata -y los signos, por desgracia, son que no lo están- los bancos centrales son los únicos jugadores. Se les podría otorgar el poder de enviar dinero, a ser posible en formato electrónico, a todos los ciudadanos adultos. ¿Aportaría esto a la demanda? Absolutamente. En virtud de los acuerdos monetarios existentes, también generaría un aumento permanente en las reservas de los bancos comerciales en el banco central. La forma más fácil de contener los efectos monetarios a largo plazo sería aumentar los requisitos de reserva. Estos podrían entonces convertirse en una característica deseable de nuestros inestables sistemas bancarios.
Este es el punto principal. Las fuerzas económicas que han llevado a la economía mundial a las tasas de interés cero reales y, cada vez más, a las tasas negativas de los bancos centrales se están, en todo caso, fortaleciendo ahora. Esto es lo que la economía mundial está mostrando. Esto es lo que la política monetaria indica. Cada vez más, esto es lo que los precios de los activos están reflejando.
Los responsables políticos deben prepararse para una “nueva normalidad” en el que la política se hace más incómoda, menos convencional, o ambas. ¿Puede el mundo escapar de la debilidad crónica de la demanda? Absolutamente sí. ¿Lo hará? Eso exige una mayor audacia. Cuando se ha agotado casi todo lo posible, lo que queda, por improbable que parezca, debe ser la respuesta.